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Batanga y algo más

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Bebo Valdés, quien murió el 22 de marzo pasadoFoto Notimex
C

on la muerte lamentable de Bebo Valdés vinieron a mi mente recuerdos de muchos detalles, los cuales en su momento significaron cosas que a lo largo de mi vida me hicieron verlos de otra forma y me ayudaron a valorar mis logros de manera llena de ecuanimidad y la autocrítica ha estado presente. Como don Jacobo Moret señalaba muy a menudo: Alabanza en boca propia se convierte en vituperio.

Insisto en lo de la ecuanimidad y mis logros que han caminado de la mano y la autocrítica a su lado. Voy a contarle, mi yeneka, el por qué de mis palabras. La primera vez que pisé un estudio de grabación fue para hacer coro a Tony Camargo con Los Diablos del Trópico. Pasó mucho tiempo para volver a estar en un estudio; esta vez fue como integrante de Los Guajiros del Caribe al hacer coro a Óscar López, cantante cubano en R.C.A. Víctor, bajo la dirección de Mariano Rivera Conde.

Hubo otra pausa que más bien fue pausota, y cuando menos lo esperaba una noche de 1952 en el Astoria, centro nocturno donde trabajé muchos años, llegó Memo Salamanca para invitarme a grabar con él como coro, desde luego. Ni siquiera esperó mi respuesta, no pude darle las gracias. Cuando llegué al estudio de la R.C.A., Víctor no podía creerlo, los mejores músicos de México estaban ahí: Pilón –perdón, no recuerdo su nombre–, tremendo saxofonista; Chilo Morán, Daniel Flores, trompetistas, y la sección de percusiones era de lo mejor, Chicho, Ramoncito Castro, Modesto Durán y Yeyo Tamayo con Vitillo en el bajo, y para poner el tapón al botellón, Lalo Montané y Homero Jiménez.

Al ver a estos dos opté por dar media vuelta y dirigirme a la puerta pensando: ¿qué hago aquí? Memo intuyó lo que me pasaba, me gritó y al acercarse me preguntó, ¿adónde vas? En seguida respondí, a mi casa. ¿Para qué me quieres si están aquí esos monstruos? Me dijo, “déjate de pen... y vamos al piano para montar las voces. Pude controlarme y así salió el primer número, Alekumsalem. Las demás fueron como comerse un dulce, ¡al lado de esos dos y con esa orquesta! Tanto así que al terminar la sesión Mariano salió de la cabina feliz, llamó al delegado, a quien le dijo: Tres horas más y los mismos la próxima semana, incluido Memo, a la misma hora. Van a grabar con Bebo Valdés.

Me parecía un sueño lo que estaba pasando. Éste, su enkobio, había escuchado elogiosos comentarios acerca de Bebo Valdés, a la vez que ya cantaba su composición, Rareza del siglo. Dicen que no hay plazo que no se cumpla y llegó la hora de la verdad.

Todavía recuerdo un coro de algo que Bebo compuso, que dice Batanga para las viejas que quieran gozar. En esa grabación por vez primera vi un tambor batá, el más pequeño de los tres, llamado okónkolo u omele. Para la información del lector, el mediano en tamaño se denomina itótele, y el más grande, iyá. El llamado okónkolo lo tocó Chicho de tal manera que duramos siete horas para grabarlo y me permitió ver otra faceta de Mariano. En ese tiempo los discos no pasaban de tres minutos y eran de 78 revoluciones por minuto.

Ahora sí entraré en materia, Mariano Rivera Conde tenía fama de difícil. A mi nunca me lo pareció, pero sí me di cuenta de su amor por la música cubana. Habíamos grabado diferentes ritmos, entre ellos, una guajira bellísima con intervención de Pilón con un solo magníficamente ejecutado, cuando llegó el momento de Rapsodia en cueros, y la ocasión de darme cuenta de la valía de Chicho.

En la primera toma todo era miel sobre hojuelas, pero cuando llegó la intervención de don Clemente Piquer, conocido como Chicho, ahí se formó lo que llamaríamos un desmother. Era tan bello y difícil lo que Chicho ejecutaba que los trombones perdían el ritmo y no podían volver a tocar. Así que Mariano después de muchas tomas fallidas, decidió parar la grabación y darnos un descanso de una hora, lo que aproveché para visitar Tacamba, ahora el restaurante El Bajío, y ejecutarme unos tacos, esos sí con verdadera salsa, y volver al estudio para por fin terminar con él de la rumba soy yo, que era el coro de Rapsodia en cueros que Billo Frometa, copiando el arreglo de Bebo, grabó en Venezuela.

Mi agradecimiento para Diego El Cigala por grabar con Bebo Valdés un disco en el que se puso de manifiesto la calidad innegable del compositor y pianista que, lamentablemente, se parece al ejemplo de Cachao que, sin la intervención de Andy García, se hubieran perdido muchos de gozar con la calidad de ambos dos, como dijo Fox. ¡Vale!