Opinión
Ver día anteriorLunes 8 de abril de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Nuevamente entre dos aguas
N

o son pocas las ocasiones en que la política estadunidense pareciera un juego de espejos en que los adversarios políticos exageran intencionalmente su discurso con el claro propósito de obtener ventajas en una negociación. En términos comunes, blofean.

El comentario viene al caso porque esta semana se inició un litigio mediático entre el presidente Obama, con algunos compañeros de su partido, y el liderazgo republicano. Para llegar a un acuerdo y atenuar las críticas del Partido Republicano sobre la elaboración del presupuesto, el presidente introdujo una propuesta en que se incluyen recortes al sistema de salud, específicamente al Medicare y al Seguro Social. El ala liberal del Partido Demócrata, algunos legisladores independientes y varias organizaciones liberales respondieron contundentemente que era inconcebible, y agregaron que no permitirían al presidente destruir el sistema de seguridad social, cuestión que evidentemente nunca ha pretendido. En el otro extremo del espectro político, el líder de los republicanos en la Cámara de Representantes declaró que los recortes propuestos por Obama eran sólo maquillaje, y sugirió mayor seriedad al Presidente para reducir el déficit.

Así, Obama vuelve a quedar en medio de una negociación en que las partes llevan al extremo la pretensión de imponer su visión. No parecen entender que cada vez son más los estadunidenses que están hartos de las disputas y las amenazas de paralizar al país y regresarlo a la crisis de la que con esfuerzos está saliendo. Si la intención de Obama fue llamar la atención de sus compañeros de partido para que entendieran que él solo no puede frenar las pretensiones de los conservadores de destruir las bases del sistema de protección social, parece que lo logró. La reacción de sus compañeros es una demostración de que no está solo en su meta de evitar la erosión paulatina de la protección social que con tanto ahínco buscan los conservadores. Pero, si Obama cede nuevamente al chantaje de éstos, lo más probable es que pierda apoyo en su partido y, como ya ocurrió, el Partido Republicano no quedará conforme y exigirá mayores concesiones.

Como si sus problemas no fueran suficientes, a Obama se le ocurrió decir que la procuradora del estado de California no sólo es brillante y perseverante, sino además es la procuradora más guapa de todo el país. Y vaya que lo es, pero decirlo es un pecado en un país cuya veta moralina en ocasiones trasciende el más elemental sentido común. De inmediato saltaron quienes consideraron irrespetuosa la referencia, y lo acusaron de antifeminista. Moraleja: no se puede decir públicamente que una mujer es inteligente, brillante en su trabajo y guapa por añadidura, so pena de ser el blanco de los ataques de enemigos políticos y uno que otro moralista decimonónico.