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Humberto Enríquez fue homenajeado en el Cadac, acto en el que donó 400 libros

El arte no se improvisa; requiere de la mística que sólo da el trabajo

La cartelera de teatro que aparece en los diarios es, simplemente, mediocre, porque no aporta nada, afirma el director, profesor y fundador de la Compañía Universitaria en esta disciplina

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Humberto Enríquez, acompañado de su hija Erika, en las instalaciones del CadacFoto Carlos Cisneros
 
Periódico La Jornada
Martes 19 de marzo de 2013, p. 9

El teatro universitario, que es artístico requiere ser modesto y humilde, esto último es fundamental en todo lo relacionado con el arte, porque esa cualidad permite responder a todos los amantes del esta disciplina. Sólo así se puede hacer una aportación y reflexión. Todo ser humano tiene el derecho a reflexionar, expresó Humberto Enríquez, quien el pasado sábado recibió un homenaje de sus colegas, familiares y amigos, durante el acto en el que donó 400 libros sobre el tema al Centro de Arte Dramático AC (Cadac).

Enríquez posee memoria admirable y vitalidad envidiable, que muestran la mesura con la que se ha conducido cada día. En su currículum destaca haber sido miembro de la Compañía de Teatro Universitario (de la Universidad Nacional Autónoma de México), ganadora del Premio Xavier Villaurrutia, en 1963, y del Gran Premio del Primer Festival Mundial de Teatro Universitario, en 1964, en Francia, con la puesta en escena Divinas palabras, de Valle-Inclán, con la dirección de Juan Ibáñez.

Oportunidad de reflexionar

Se le preguntó por qué a la fecha no se ha creado otra compañía de teatro universitario, a lo que contestó: No se han dado las condiciones concretas, porque la ignorancia es consecuencia de no saber, de no entender; el arte le pertenece a todo ser humano. Si no ha habido otra compañía es porque no se ha dado la mística para dar la oportunidad a quien gusta de reflexionar, lo cual, repito, es un derecho.

Respecto de que hay escuelas de teatro con numerosos alumnos y que incluso la disciplina se volvió moda, señaló: Sin mística no hay nada.

En torno de la división entre teatro culto, universitario o académico y comercial, tomó aire, fijó la mirada en algún punto y acotó: ¡El teatro comercial no puede aportar nada al ser humano! Desgraciadamente todo es improvisación, y el arte no se improvisa. Hay que ser humildes, que es una de las cosas que no tiene el teatro comercial. Esto lo sostiene un profesional que ha dedicado toda su vida al teatro. “¡Nunca tuve la necesidad de pedir a quien me contrataba que me pagara tanto de dinero por mi trabajo, ni el crédito! ¡Nunca! Porque es una falta de respeto al arte, porque el arte debe ser posesión de todos, no nada más del comercio.

La cartelera de teatro que aparece en los diarios es, simplemente, mediocre, porque no aporta nada y todo es improvisado. Reitero, el arte no se puede improvisar. Requiere de una mística que sólo se consigue con el trabajo. A esto hay que sumar el respeto. Claro, se dice que hay un público para cada tipo de teatro, y viceversa, pero eso tiene el problema de que muchos sólo persiguen la fama. Nadie puede dar lo que no tiene. El arte no se puede improvisar y es hasta de carácter espiritual.

Recomendó buscar los libros que ha editado la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) sobre su logro y de sus compañeros de la Compañía Universitaria de Teatro en Francia, en los que se plasma de manera pormenorizada y emotiva la proeza que parece ahora imposible de repetir.

Yo no me improvisé; estudié y me preparé por respeto al arte. El arte propone y el que lo ve toma las decisiones. Eso se llama mística. La ignorancia genera injusticia. Si yo no sé de publicidad y me meto de publicista, lo más seguro es que meta la pata.

Se retiró en plenitud de facultades físicas y mentales. La charla se efectuó después del acto protocolario en un espacio del Cadac, donde se preparó una comida y algunas bebidas.

Por momentos la plática se interrumpió por los vítores y los brindis de sus amigos. Los abrazos se multiplicaron y don Humberto no exageró la nota. Del México de hoy opinó: “Lamentablemente la política se mete en todo sin saber y ni siquiera hablar. Usted sigue el diálogo de un político y se percata de que llega un momento en que se le agotó el discurso.

No sabe coordinar las ideas, ¡y esa es una falta de respeto! primero, a sí mismo, porque eso indica mediocridad, y el político debe tener un carácter humano. En la práctica ocurre lo contrario, y los presupuestos para la cultura se escatiman y sólo buscan embolsárselos. Eso es una falta de respeto. Un pueblo sin cultura, sin buen teatro, pierde oportunidades. En el teatro no se trata de cuánto se va a ganar ni de cuánto me voy a embolsar.

La mesura profesional también abarcó el ámbito familiar. Tuve la fortuna de tener dos hijas. Cuando nació la primera el doctor me dijo que ya habíamos salido y le pregunté qué cómo estaban. Me dijo que bien, pero que habían sido mujeres, a lo cual dije que dobles gracias, porque tenía asegurada mi vejez.

El maestro Enríquez nació en el barrio de Chimalistac, en el Distrito Federal, en 1926. Su actividad profesional también ha dejado huella en el cine nacional en películas como las producidas y actuadas por Antonio Aguilar.

En el acto protocolario, Rabindranath Espinosa, director del Cadac, destacó la bonhomía de Enríquez al donar 400 obras especializadas en arte dramático, las cuales podrán ser consultadas por especialistas y público en general en las instalaciones del centro.

Dio la palabra a Erika Enríquez Montaut, hija del homenajeado, quien habría asegurado que no iba a llorar, pero en la primera oración que pronunció se le quebró la voz. Lo que predominó fueron los aplausos y las expresiones de comprensión. Participaron en el homenaje miembros de la Compañía de Teatro Universitario, como Selma Beraud, María del Carmen Farías, Gilberto Pérez Gallardo, Virgilio Leos, y de la Filmoteca de la UNAM, Juan Jiménez Patiño.

El material donado lo recibió simbólicamente Marcela Bourges, y a Enríquez le dio un reconocimiento Carlos Azar, coordinador operativo del Cadac.

María del Carmen Farías  leyó algunos fragmentos de un texto en el que escribió los recuerdos de lo logrado en Francia, palabras que revivieron y motivaron el orgullo de los asistentes.

Espinosa presentó a Farías como la Paco, en alusión al sobrenombre que se le impuso luego de leer el poema Paquito, de Salvador Díaz Mirón.

“Humberto, te felicito por tener una hija (Erika) extraordinaria (…)”, dijo.

Divinas palabras

Lo que se escuchó después fue una crónica personal de cómo se creó el montaje de la obra Divinas palabras, de la impactante y eficaz escenografía de Vicente Rojo, de los nervios antes de la función, del contacto con las calles de Francia, de los largos minutos de aplausos que coronaron el final de la puesta en escena, de la humildad de los actores al no buscar protagonismos, de mantener la serenidad no obstante las circunstancias.

Frente a Farías estaban Humberto Enríquez y sus familiares, algunos sobrinos, que escucharon atentos a otros integrantes de la compañía, como Leticia Gómez Rivera, Telma Bereaus, María Elena Velasco, Magda Vizcaíno, que fueron parte de un grupo conformado por 16 profesionales que trascendieron en la historia del teatro en México.