Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 3 de marzo de 2013 Num: 939

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Leonardo Padura:
escribir para algo

Gerardo Arreola

Medio Siglo de las luces
Andreas Kurz

La necesaria poesía
Raúl Olvera Mijares entrevista
con Antonio Colinas

Adolfo Sánchez Vázquez Tecnología y
nuevas artes

Carlos Oliva Mendoza

Ciencia, drogas
y penalización

Tim Doody

Mónica Dower.
Estética de la memoria

Ingrid Suckaer

Dos poemas
Athos Dimoulás

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

El mito como constante

Ricardo Guzmán Wolffer


El conejo en la cara de la luna,
Alfredo López Austin,
Era,
México, 2012.

Las historias mitológicas existen en todas las culturas mesoamericanas. En algunos casos, como en la del Diluvio, los antecedentes de la Biblia y del Corán llegaron a México con la conquista española: la historia de los mixes. En otras latitudes, como en Yucatán, se encuentran historias bíblicas: Noé ebrio y desnudo, para explicar las diferencias entre las razas humanas. Esas y otras variantes del mito como parte de la cultura llevan a replantear la vigencia de tales historias, pues, en general, son percibidas como divertidos cuentos que sirven para entretener a los niños o como enigmas de cosmovisiones perdidas en el tiempo y en la lucha con el cientificismo y las nuevas tradiciones (lo new age) que hacen del contemporáneo un hombre con referencias literarias y antropológicas al mito sin percibir cómo es vívido para muchos. Con esta intención de indagar en la tradición religiosa mesoamericana, López Austin recopiló los textos publicados en la revista México indígena. Los escritos cuentan con ilustraciones y fotografías que hacen muy disfrutable la lectura de estos ensayos, entre los que se encuentra el que da título a la recopilación.

El mito del conejo como habitante de la luna aparece en varias culturas prehispánicas. La estela de Tlaxiaco que adorna el texto es espectacular. Uno de los aciertos del trabajo de López Austin es establecer la conexión de las diversas culturas alrededor de un tema, para mostrar una suerte de inconsciente colectivo. Lo cual también puede suponerse por las referencias directas que López Austin hace de la obra de Frazer, La rama dorada. Una de las razones para estudiar el mito es que, a diferencia de la teoría de la evolución de la naturaleza y de la sociedad, la creación mítica resuelve la personalidad de los seres desde su aparición: salen de la masa caótica para diferenciar en el universo las esencias de lo humano en la figura de dioses y semidioses. Esta inmutabilidad de las creaciones es fácilmente asimilable a la organización social que pronto encuentra referentes divinos para establecer las castas sociales. Estos mitos fueron propicios para las sociedades verticales y, a la larga, para la instauración de la conquista, antes y después de la llegada de los españoles. Algunos grupos indígenas llegaban al extremo de suponer que su oficio había sido heredado de los antepasados, incluso hasta llegar a un ser primigenio con tal quehacer. En Tenochtitlan, cada actividad (la metalurgia, el tejido, los adornos florales, etcétera) tenía un dios patrono que había entregado a los hombres los conocimientos de ese saber. Entre los muchos enigmas de la conquista, esta visión del mito como fuente de la inamovilidad social puede hacer más explicable cómo unos cuantos españoles y sus aliados acabaron con el mayor imperio de la zona.

Todos los textos de esta notable recopilación dan luz sobre la cosmovisión prehispánica, pero también alumbran las vivencias contemporáneas: un libro que sorprenderá a muchos por evidenciar que nuestros antepasados siguen vivos en nuestra mirada cotidiana.


Relatos eslavos

Raúl Olvera Mijares


Paisaje caprichoso de la literatura rusa. Antología,
Selma Ancira (selección, traducción y notas),
FCE/Consejo de la Música en México,
México, 2012.

Tratando de subsanar un hueco en la formación de algunos lectores en español, especialmente entre ciertos legisladores y sus deseos de congraciarse con naciones que ahora se proyectan como fuertes de nueva cuenta, la Cámara de Diputados y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes impulsaron la edición de una antología con selección, traducción y notas de Selma Ancira y prólogo de Juan Villoro. La selección contiene los nombres más señeros de autores rusos del romanticismo y la primera mitad del siglo XX, excluyendo el realismo socialista (Gorki, Gladkov, Shólojov), una sombra molesta del pasado que es mejor mantener a raya, desde el introductor de las nuevas ideas en poesía lírica, teatro y narrativa, Pushkin, junto con el padre de la “escuela natural” en opinión de Belinsky, Gógol, y esos tres titanes de la prosa (novelistas los dos primeros, el tercero egregio cuentista y dramaturgo), Tolstoi, Dostoievsky y Chéjov, además de Goncharov, Bulgákov, Strájov, Bunin, Marina Tsvietáieva, Pasternak, Blok, Gumiliov y Mandelstam.

En tres escasos centenares de páginas se ofrece un panorama bastante abarcador con textos que van desde esos diálogos cuasi escénicos de Pushkin, el relato de viajes con ambiente italiano de Gógol, un extenso relato de Tolstoi, maestro consumado de gran aliento, y otro muy breve, cuajado de ironía y de hallazgos en la forma, de Chéjov, una carta de Dostoievsky a su entrañable amigo Tolstoi despidiéndose cuando lo envían preso a Siberia, un exótico relato de Goncharov sobre una familia que practica el naturismo y las excursiones al campo, preconizados por el médico de cabecera del zar Alejandro I, Lóder, un apellido que llegará a ser en ruso sinónimo de holgazán, hasta reflexiones acerca de la literatura, el papel del escritor, el lector y la poesía, procedentes de Pasternak, Blok, Gumiliov, Mandelstam y Tsvietáieva, autora favorita de la traductora, con quien hace tres decenios iniciara sus exitosas correrías por la traducción del ruso.

Volumen bien equilibrado, con dos puntos de andamiaje bastante claros: por un lado, el relato moderno, un género que no terminó de cobrar definición e inusitado aliento sino en la pluma de los autores rusos; por otro, las reflexiones acerca de la escritura, particularmente lúcidas, profundas y originales, que en ocasiones traen ecos o bien se adelantan al llamado formalismo ruso. Selma Ancira (Ciudad de México, 1956) ha residido en Barcelona desde 1988 e incluso ha adquirido la ciudadanía española. Con varios premios en su haber: Medalla Pushkin (2008), Ángel Crespo (2009), Marina Tsvietáieva (2010), Premio Nacional de Traducción en España (2011) y ahora el Premio de Traducción Literaria Tomás Segovia (2011) precisamente en su primer año de edición. Traductora de toda la obra en prosa de Tsvietáieva y de los nutridos diarios y la correspondencia de Tolstoi.



Asuntos moneros 2. Manual de golosinas,
Jis y Trino,
sexto piso,
México, 2012.

Las golosinas de las que aquí se habla son, entre otras, aquella “conocida como: grifa, mois, Mary Jane, de la apestosa, la Bob Marley, orégano, María, gallo, carrujo, cáñamo, gallego, chubi, bicho, marro, de la verde, porro, mota, Juana, churro, mariquita, caña, chora, tuca, bareta, marimba”, y habría que añadir yerbita vaciladora, café, de la regañona, mostaza, más una serie de apelativos aún por registrar. También figuran el abuelo tabaco y el muy comercial tequila, y con ellos vienen los aceites, acitrones o acidulados, la cocacola en polvo, toda clase y especie de champiñones, así como una que otra golosina alternativa de contundencia quizá mayor a la de las antes mencionadas, verbigracia el matrimonio o el salto en bungee. Bien conocidos y esperados –tanto que si no fuese así se les desconocería–, la irreverencia y el desabroche de los creadores y otrora autores del Santos, otrora colaboradores de estas páginas, son puestos aquí al servicio no de la promoción, pero tampoco de la satanización, de todo aquello que la especie humana gusta de meterse entre pecho y espalda cuando la realidad a ojo pelón no le resulta lo suficientemente alucinadora.