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La explosión
Pablo Granados es un héroe
 
Periódico La Jornada
Sábado 2 de febrero de 2013, p. 3

Pablo Granados tiene 40 años, la cara partida en dos, las rodillas muy lastimadas, un pulmón perforado y un desgarre en el pecho, cerca del corazón. Pese a la gravedad de sus lesiones, los médicos lo reportan estable, informan sus familiares.

Es un héroe, asegura su hermano. A pesar de sus heridas ayudó a salir a la gente que pudo. Un señor me agradeció porque salvó a su esposa, dice con la voz quebrada.

Su primo, Víctor Arizpe, relata cómo se les acercaron varias personas para agradecerles lo que Pablo hizo por sus familiares. “Sabemos que ayudó a tres personas a salir, hasta que se dieron cuenta que tenía la cara abierta, y le dijeron ‘Ya, Pablo, quítate’”.

Afuera del Hospital Central Norte de Petróleos Mexicanos, adonde fueron trasladados varios de los lesionados por el estallido del pasado jueves en el edificio B2 de Petróleos Mexicanos, sus familiares relatan historias, intercambian datos –la información cae a cuentagotas, lamentan–, guardan esperanzas.

Al tiempo que informan a parientes y amigos que acuden al nosocomio sobre el estado de salud de los heridos, comentan la suerte de otros trabajadores: A uno le cortaron las piernas, otros siguen muy graves y unos más murieron.

Amós Luna cuenta que hablaba por teléfono con su papá, Abel, trabajador de Personal de Pemex, cuando sintió la explosión –él trabaja en el cuarto piso del edificio B1, contiguo al inmueble del estallido– y de inmediato acudió al lugar, de donde lo rescató, pues estaba bajo escombros.

Amós sale de trabajar a las cuatro de la tarde, y su papá, a las ocho de la noche. Antes de irse, le telefonea para despedirse.

Mientras hablaban sucedió el percance. “Se cimbró toda la torre, bajé pero cuando volteé al lugar de mi papá –en la planta baja–, estaba vacío, todo se deshizo. Estaba en el mismo lugar pero enterrado, dos metros más abajo. Logramos sacarlo y aún estaba consciente”, relata.

Abel, de 51 años, y casi contres décadas como trabajador de la paraestatal, tiene lesiones en cabeza, pelvis y una costilla.

Aunque su heridas no son de gravedad, no ha podido narrar lo que vivió, porque está muy dolorido y apenas puede hablar, cuenta su papá, quien se dice contento de que su hijo haya sobrevivido.

Gracias a Dios sólo le pasó eso, frente a lo que pasó alrededor. Su compañera de al lado falleció; agradezco que él está vivo.

Las primeras horas, cuando había poca información sobre los heridos, fueron duras: Yo me desesperaba con tantas personas que lloraban; tenía que verlo y asegurarme de cómo estaba. Lo encontré dolorido, pero bien.

La familia de Miriam Villegas se encuentra más tranquila tras enterarse de que su salud mejora aunque permanece en terapia intensiva.

La operaron de los tobillos y el bazo; tiene golpes a lo largo del cuerpo, cuenta su primo, Jorge Hernández.

La certeza de que la trabajadora, de 40 años y 10 de servicio, se recupera, llevó a sus familiares a abandonar la sala de espera, donde se aglutinó la gente en busca de informes. Preferimos dejar lugar a quienes vienen del otro lado de la ciudad o incluso de otros estados para que estén más cómodos; nosotros estamos cerca de casa.