Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 6 de enero de 2013 Num: 931

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Dos poemas
Thanasis Kostavaras

La Cumbre
Iberoamericana
y los muros

Juan Ramón Iborra

Jorge Veraza: el
regreso de Marx

Luis Hernández Navarro

Novísimos poetas
cubanos

La revolución
del largometraje

Ricardo Venegas entrevista
con Francesco Taboada

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Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
Galería
Juan Antonio Sánchez
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Cabezalcubo
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Directorio
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Luis Tovar
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Recuento (II Y ÚLTIMA)

Se dijo aquí la vez anterior que “la cartelera comercial permaneció doce meses enteros infestada de fórmulas resabidas, archisobadas y, en más de un caso, con amenazas serias de seguir regurgitando sus clichés”. No se hablaba del año recién concluido –aquellos datos provienen del Anuario Estadístico de Cine Mexicano 2011–, pero la amenaza a la que se alude fue cabal y fatalmente cumplida:  en 2012, la cartelera comercial siguió infestada de fórmulas resabidas y archisobadas, que siguieron regurgitando sus clichés. Dígalo si no la información recientemente difundida por la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica y del Videograma:

Fueron 16 millones de mexicanos quienes en 2012 vieron Los vengadores; otros 13 millones quienes vieron La era del hielo 4; a Batman, el caballero de la noche asciende, fueron a verlo “ascender” 9 millones 384 mil 300 personas; con El sorprendente Hombre Araña fueron a no sorprenderse 900 mil espectadores, y 615 mil gentes, entre padres e hijos, vieron la tercera entrega de Madagascar.

De las siguientes, Canacine no da cifras de asistencia sino solamente monetarias: cuando esto fue escrito, La saga Crepúsculo: Amanecer parte 2 llevaba metidos en taquilla 333 millones 370 mil y seguía en cartelera; Furia de Titanes 2 sumó 330 millones de pesos; la cinta de animación Valiente juntó 286 millones; la tercera parte de Hombres de negro se llevó 220 millones y, finalmente, Blancanieves y el cazador se hizo con 214 millones 670 mil del águila.

Como vio el lector, siete de los diez  filmes fueron segundas o terceras partes, o bien refritos de refritos en el caso de los sobreexplotados Batman y El Hombre Araña. Sintomático, que la proporción sea exactamente la misma que la de 2011, y a quien quisiera argüir que la más taquillera es un “original”, baste responderle dos cosas: que a estas alturas nada tienen de original los personajes extraídos de un comic –es decir, la formulita de saquear dicho género–, como los que conforman a los archisabidos Vengadores y que, dado lo rentable que salió el asunto, está programada para el 1 de mayo de 2015 la inevitable segunda parte. También sintomático que, en estos ámbitos, campechanamente se hable de “la franquicia”, como si de un Oxxo se tratara…

Por su parte, y para no variar, muy lejos quedaron del toptín todas las producciones mexicanas: la más vista fue Colosio, con recaudación de 56 millones de pesos; le siguió Cristiada, con 54 MDP, y a ésta el “documental” De panzazo, con 46 MDP.

Hipertrofia + atrofia = hiperatrofia

Antes de marearse con tanto número, vea el lector cómo luce la suma del desastre: la miseria de cinco películas, todas estadunidenses, acapararon la atención de 39 millones 899 mil personas; algo así como uno de cada cinco espectadores a lo largo de todo el año. En dinero la cosa luce peor: las diez cintas más redituables, de nuevo todas estadunidenses, sumaron prácticamente 4 mil millones de pesos, muy cercanos al cuarenta por ciento de los ingresos totales en taquilla. Paralelamente, los tres filmes mexicanos menos desafortunados apenas juntaron 146 millones de pesos, que comparados con las tres que figuran en la parte superior del toptín –con sus mil 865 millones de pesos– resultan ser un raquítico 8.8 por ciento.

Poca ciencia se requiere para concluir que el fenómeno cinematográfico en México está plagado de hipertrofias, atrofias y otras distorsiones. Sin un orden particular, van algunas: nueve de cada diez películas proceden de Estados Unidos; hay 5 mil 166 pantallas de cine –y aumentando–, una por cada 22 mil mexicanos, pero 42 de cada cien no cuentan con ninguna en su localidad; los blockbusters estrenan con cientos, y en algunos casos miles, de copias, mientras hay cintas nacionales que abren –y a las dos semanas cierran– con una sola copia; cuatro de cada diez cintas mexicanas pertenecen al género dramático, pero no captan sino a trece de cada cien espectadores…

De los números a las situaciones: dicho sumariamente, en México lo que más se ofrece, se publicita y se ve es un cine repetitivo, reiterativo, “globalizado”, escaso –habrá más de quinientas cintas en un año, pero menos de veinte acaparan dos tercios de la audiencia– y, por añadidura, idiosincrásicamente adocenado, adoctrinador en infinidad de sentidos, incapaz de y refractario al ejercicio de un mínimo de inteligencia. Dirá Muchagente que eso es “lo que la gente pide”, o que así son las cosas en el “libre mercado”. Quizá tenga razón, pero eso no es ningún consuelo. Al contrario.