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 Portada 
Presentación 
Bazar de asombros 
      Hugo Gutiérrez Vega 
Bitácora bifronte 
  Jair Cortés 
Dos poemas 
  Thanasis Kostavaras   
  
La Cumbre 
  Iberoamericana 
  y los muros 
  Juan Ramón Iborra 
Jorge Veraza: el 
  regreso de Marx 
  Luis Hernández Navarro 
Novísimos poetas 
  cubanos 
  
La revolución 
  del largometraje 
  Ricardo Venegas entrevista 
  con Francesco Taboada 
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Columnas: 
        La Casa Sosegada 
        Javier Sicilia 
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        Cabezalcubo 
		Jorge Moch 
    
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	 Felipe Garrido 
    
   Un  escrito 
  
   La nota apareció entre otros  papeles. Tal vez no supo qué hacer con ella. Pudo olvidar que la había escrito:  
   “Debo contártelo, por lo que  pueda suceder. Sé que alguno se sorprenderá. Yo no lo sabía; no estoy seguro de  cómo comenzó. Una mujer muy delgada, muy pálida, busto pequeño, piernas largas.  Largas también las faldas de terciopelo; sombrilla, guantes, estola, un  sombrero que le disimula el rostro... Un día  me quedé solo, fumando un puro, tomando mezcal. No advertí que se  acercaba; de pronto allí estaba, y eso me sobresaltó. Cuando la tuve cerca supe  que me había acompañado toda la vida, desde antes de que lo supiera. Me tomó de  la mano, me llevó por un callejón mal  iluminado que llegaba a un jardín. Se apoyó en un muro de hiedra y  ladrillo, puso mis manos en sus pechos, me mordió una oreja y con eso sentí que  sus labios estaban muy fríos. Se alzó de puntas para ofrecerme su boca y eso me  permitió verle el rostro, las cuencas vacías...”  |