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El Centro de las Artes de San Agustín fortalece diálogo entre arte tradicional y contemporáneo

Con un fandango de Sotavento terminan la actividades del CaSa de Etla en 2012

Diseño textil y un taller de periodismo auspiciado por La Jornada, entre lo más relevante

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Músicos participantes en la clausura de actividades en el Centro de las Artes de San Agustín Etla, Oaxaca, fundado por el pintor Francisco ToledoFoto Alondra Flores
 
Periódico La Jornada
Martes 18 de diciembre de 2012, p. 6

Oaxaca, Oax., 17 de diciembre. Un fandango del Sotavento, con versada, décimas, sones y zapateado encima del tablado, cerró un año de actividades del Centro de las Artes de San Agustín (CaSa), hasta donde llegaron músicos tradicionales de Veracruz y Oaxaca para contar historias que fluyen entre ríos.

La fiesta que traspasó las fronteras veracruzanas fue el último acto público de 2012 en el centro fundado por Francisco Toledo. A lo largo del año se desarrollaron 528 actividades de carácter académico y artístico, conferencias, exposiciones, conciertos y proyecciones de cine, entre otras, según un informe del espacio dedicado al diálogo entre arte tradicional y contemporáneo.

De acuerdo con un análisis del CaSa, de 2008 a 2012 se cuadriplicó el número de actividades académicas y artísticas, pues de 132 en total que se realizaron en el primer año, 528 fueron las de éste que culmina.

Durante 12 meses el centro recibió artesanos e integrantes de la comunidad oaxaqueña, así como artistas de reconocida trayectoria, entre ellos, el compositor Mario Lavista, el grabador Jan Hendrix, el ceramista Gustavo Pérez y el fotógrafo Gabriel Figueroa, así como a jóvenes creadores.

Las actividades del CaSa giraron en toro al diseño textil, música, fotografía, literatura y lenguas indígenas, gráfica, danza, teatro, arquitectura y periodismo. En este último rubro destaca el taller impartido por personal de La Jornada, al cual se inscribieron más de 90 profesionales de toda la República.

Así como el CaSa franquea las lindes entre el arte contemporáneo y el conocimiento tradicional, el fandago sotaventino demostró que la cultura no respeta las fronteras y tiene vida propia en su alimentación, con la mezcla de la raíz indígena, africana y española que resultó en la tradición jarocha.

El Sotavento, región en la unión entre los estados de Veracruz, Oaxaca y Tabasco se hizo presente en una noche fría y ventosa en la explanada de la antigua fábrica de textiles en San Agustín Etla, donde ahora hubo coplas, el toque de jaranas y el zapateado.

Memoria compartida

Para el cierre de actividades, el CaSa convoca un concierto y baile con 25 músicos tradicionales del Sotavento oaxaqueño y veracruzano, con Los Jaraneros, de Nuevo Ixcatlán; Los Jarochos, de Oaxaca; con el Son de Roble y Los Soneros del Tesoachán, Veracruz, “raza sureña que alegra con la versada.

Con el largo vivir de sus pueblos y su historia se ha nutrido la memoria que hoy nos toca compartir. No se puede reducir con fronteras la cultura ni ponerle cerradura al contacto musical, recitó un decimero, para dar paso a Los Jaraneros, de Nuevo Ixcatlán, la mejor prueba de la raíz indígena permeó en el son jarocho.

Con ellos subió al escenario don Santiago Cázares para tocar el arpa. Además de componer sones en su lengua materna, el mazateco, en su pueblo toca la marimba, pero esta vez no le dijeron que la trajera, pero prometió regresar a San Agustín.

En Nuevo Ixcatlán la música de los jaraneros es cotidiana. Hace más de 50 años los indígenas mazatecos de origen oaxaqueño, por un reacomodo de tierras fueron removidos hasta este poblado en el estado de Veracruz, más allá de la frontera territorial. En contraste, sus costumbres también cruzaron la línea geográfica llevando sus canciones y lengua.

Abajo, don Elías, de 90 años, esperaba sentado turno para subir a tocar la jarana, su compañera en la silla de al lado. Durante 70 años ha sido su instrumento, el cual ha enseñado a las generaciones más recientes de Tuxtepec, Oaxaca, y Playa Vicente, Veracruz, poblados apenas separados por unos cuantos kilómetros.

Paso lento, no así el rasguido sobre las cuerdas, ayudado por sus compañeros, don Elías es una leyenda entre los músicos tradicionales. Subió al escenario con Los Jarochos, de Oaxaca, con el Son de roble.

En primera fila, a unos cuantos pasos de la silla que dejó don Elías, un niño repetía los acordes que se oían en el escenario.

“Dicen que tocamos nomás en la ‘BBC’: bodas, bautizos y comuniones”, se presenta Arturo Barrada, quien también pulsa su pequeña guitarrita, la jarana, con Los Soneros de Tesechoacán, Veracuz.

Don Arturo es uno de los alumnos de don Elías, es de Playa Vicente, ahí, pegadito casi con Oaxaca.

Desde hace 25 años toca el son para que no se muera. En un programa de radio comunitaria que tenía en su pueblo nació el amor por la música y aprendió a tocar. Platica que para ellos no hay fronteras, son gente con ascendencia de familia oaxaqueña, nacidos veracruzanos. Adoptamos esa cultura, pero también la oaxaqueña permeó mucho. Por ejemplo, como los indígenas mazatecos, originarios de San Pedro Ixcatlán, que ya venían tocando son jarocho.

Vivimos a orillas de los ríos, que eran formas de comunicación, desde Alvarado y Tlacotalpan hasta Oaxaca. Por esas vías se hacía el comercio, pero también fue pasando la música. Luego de conversar, mueve los hombros de manera instintiva, invita a bailar a una morena de cabello rizado y rebozo negro. Ocupó la tarima abajo del escenario, donde ocurre la fiesta verdadera.

Ya con ésta me despido, yo me voy para Oaxaca, recita el decimero con su versada. La fiesta en San Agustín Etla llegó a su fin, igual que el año. Pero con la promesa de que la música seguirá sonando.