Opinión
Ver día anteriorJueves 13 de diciembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los conjurados
E

l Centro Universitario de Teatro (CUT) de la UNAM –a pesar de la calidad de sus egresados, que luego de algunos altibajos ha logrado recuperarse de un tiempo a esta parte– no ofrece licenciaturas porque, con toda razón, desea hacer un examen especial de aptitudes a los aspirantes, fuera de la legislación universitaria y toda clase de pases automáticos, aunque su actual director, Mario Espinosa, lucha junto a su equipo por conseguirla. Hasta el momento, sus estudiantes egresan con un par de montajes, ya del repertorio universal, ya de dramaturgos mexicanos que les escriben ex profeso, con directores invitados. Este es el caso de Los conjurados escrita y dirigida por David Olguín que plantea, para 18 participantes en el elenco –que doblan papeles– un viaje con más de pesadillesco que de onírico a partir de un par de líneas argumentales en barroco entrecruzamiento. La primera es la sugerida por Jonás, el nombre del protagonista, y el vientre de la ballena de donde regurgitan algunos de los personajes para pasear en su lomo visitando los más recónditos lugares. La segunda y más importante, el viaje en el tiempo a sitios de hace un siglo en busca de su amada María a quien sólo vio una vez, motivo romántico si los hay.

Olguín comprende a los jóvenes y no juzga. El deseo de Jonás de estallar una bomba molotov contra la opresiva pared –y cuyo instante real de estallido recoge los diversos tiempos y lugares de la obra– es equiparado a dos movimientos opuestos y fundacionales del siglo XX: la Revolución bolchevique que, antes de su deformación estalinista fue inspiración de luchas libertarias y gran apertura artística, y su contraparte, el Dadá nacido en el cabaret Voltaire que fue germen de los ismos que cambiaron la visión de los artistas y de sus públicos en el arte, a lo largo del pasado siglo y hasta la fecha. Resulta por demás interesante plantear esto a las y los muy jóvenes estudiantes, pero la deformación caricaturesca de Vladimir Ilich Lenin que plantea David como autor y sobre todo como director no resulta muy acorde con el personaje real que, aun antes de convertirse en el líder revolucionario, guardaba una profunda seriedad según sus biógrafos, aunque el que vemos en el escenario se aviene con la parte esperpéntica de la representación.

David Olguín gusta de la experimentación dramatúrgica en sus textos y la libertad con que escribió y dirigió éste le permitió mezclar una gran cantidad de estilos, desde el surrealista de Jonás trepado en una mosca que lo lleva parte de su búsqueda de María hasta el realista del vagón del Metro y de la muy crítica escena de la sala de espera de un hospital del IMSS, pasando por la presencia de la Coatlicue, la muerte enmascarada, y de la diosa del desconsuelo en su singular mezcla con personajes reales de otras escenas. La presencia de la primera Acotación que renuncia para dar paso a las Acotaciones 2 y 3 y la ballena representada por un nadador con tubo de respiración contrasta con los muy reales granaderos que persiguen a Jonás y que son símbolo de la represión, la actual y la que viene, contra los jóvenes. Los dardos del autor se clavan también en la feria de vanidades de algunos conocidos personajes y la sociedad de consumo y desperdicio.

Todo esto ocurre en el pequeño espacio de la Caja Negra con una escenografía de muros que se desplazan debida a Gabriel Pascal, quien también ilumina, con diseño sonoro de Rodrigo Espinosa y un vestuario tomado de diversas bodegas, bien escogido para cada personaje, así como las caracterizaciones de todos los actores, sobre todo los que representan a personajes reales. El excelente elenco –compuesto por jóvenes que actúan, brincan con grandes dotes de expresión corporal, cantan y bailan– está compuesto por los estudiantes, enumerados por orden alfabético: Gilberto Alanís, Gerardo del Razo, Daniela de los Ríos, Gulureni Fonseca, Héctor Iván González, María Elena Gore, Marco Guagnelli, Daniela Jaimes, Carlos Kumukai, Daniel Lemus, Daniela Morales Montero, Tania María Muñoz, Inés Peláez, Guillermo Revilla, Ximena G. Sastrías, Sol Sánchez, Dan Sotelo y Óscar Serrano. Esperemos verlos pronto en diferentes escenarios.