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Ver día anteriorJueves 6 de diciembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La renovación del personal político
L

a renovación periódica del personal político ha sido una de las claves de la estabilidad del sistema. Este fenómeno no se inició con la democratización; sin embargo, la pluralización del Congreso y de los gobiernos estatales lo ha acentuado, además la intervención de variables que en el pasado eran irrelevantes ha aumentado su complejidad, porque hoy el personal político es mucho más diverso que en el pasado y también más representativo de la sociedad que antes. El gabinete del presidente Peña Nieto ofrece un ejemplo de esta evolución, pues si en una época la institución universitaria en la que se había formado el funcionario era decisiva para su ingreso al gabinete presidencial, ahora otros datos de su biografía pesan más, por ejemplo, el estado de origen y, por fin, la experiencia profesional. Con Vicente Fox los leoneses de Guanajuato ocuparon varias carteras ministeriales, incluso sin ninguna experiencia administrativa previa y con un récord mediocre en la empresa privada; pero más en general, los leoneses colonizaron la administración pública. Ahora es el turno del estado de México, con la salvedad de que los mexiquenses miembros del gabinete se apoyan en una carrera administrativa previa. Cabe hacer notar que en los gobiernos de Alemán y de Ruiz Cortines, por ejemplo, Veracruz fue un terreno privilegiado de reclutamiento de elites, como antes lo habían sido Sonora, Coahuila o Chihuahua. No obstante, a partir de los años 70, la inmisericorde centralización del poder que llevó a cabo Echeverría, y el origen defeño de él mismo y de sus sucesores, cerraron la puerta a la representación de las regiones en el gabinete, hasta que Fox la reabrió.

Desde los tiempos autoritarios, como derivación de la no relección, el personal administrativo del más alto nivel se renovaba periódicamente. Los cambios favorecían la circulación de las elites, de tal suerte que cada nuevo sexenio aparecían en el gabinete caras hasta entonces desconocidas. Cada presidente ha llegado al poder con un equipo distinto; pocos funcionarios repetían en el cargo, salvo el caso excepcional de Antonio Ortiz Mena, quien fue secretario de Hacienda dos sexenios consecutivos. No obstante, su permanencia se explica porque, en general, en todo el mundo el buen funcionamiento de este sector clave para el éxito de cualquier gobierno requiere continuidad, de ahí que el personal hacendario tiende a mostrar índices muy elevados de permanencia, incluso durante y después de movimientos revolucionarios.

En el pasado, normalmente, al cabo de un sexenio la mayoría de los funcionarios bisoños se había profesionalizado y se mantenía en la órbita del poder federal, aunque no eran pocos los que del gabinete pasaban al Senado o a una gubernatura. Seguían una trayectoria inversa a la de ahora: muchos de los miembros del equipo presidencial que se estrena provienen de los gobiernos estatales y/o del Congreso. Esta característica nos dice mucho del ascenso de las regiones en la estructura de poder, de la descentralización que ha experimentado el régimen en las últimas tres décadas, y del peso de los estados en la movilización electoral que llevó a Enrique Peña Nieto al poder.

La elección de los integrantes del gabinete es una prerrogativa presidencial; forman parte del Poder Ejecutivo y son responsables ante el jefe del Ejecutivo, que es también la cabeza de la administración pública; lo cual significa que no son ministros, sino secretarios del presidente. Es decir, carecen de autonomía y están donde están para apoyarlo en las tareas de gobierno, en el proceso de toma de decisiones, en la puesta en práctica de sus políticas. Aun así, y pese a que nuestro régimen de gobierno sigue siendo presidencialista, los miembros del gabinete también son responsables ante el Congreso, en la medida en que deben comparecer ante diputados y senadores cuando así se les requiera, y atender a preguntas y objeciones en relación con decisiones y líneas de acción cuyo principal responsable es el presidente.

Llama la atención el promedio de edad tan elevado, 56 años (Reforma, 5/12/2012), de los nuevos secretarios, pues se esperaba que el Presidente trajera consigo a su generación, a menores de 45 años. Así lo hizo la mayoría de los priístas en el pasado. Sin embargo, sobre la amistad personal (salvo en algunos casos notables) se impuso la experiencia, pues la mayoría de los secretarios ha ocupado cargos públicos (ninguno parece haber pasado por la empresa privada, a diferencia de los panistas, que creían que trabajar en la línea de cosméticos Jaffra era un buen entrenamiento para ser secretario de Estado), pero también muy probablemente los compromisos políticos, pues ocho de ellos han trabajado en la burocracia partidista. Aunque usted no lo crea, los antecedentes partidistas no eran una condición para ser invitado a formar parte del gabinete. Me pregunto si esto significa que estamos ante un gabinete homogéneo en el que los debates internos nunca pasarán a mayores. Si es así, nos encontramos ante un gobierno de partido, como no lo fueron antes los del PRI, que sería no tanto el resultado de una voluntad, sino el producto de la necesidad.