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Ver día anteriorLunes 19 de noviembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a Morir

Aportaciones tanáticas

D

eliberadas e involuntarias, las cuotas de exterminio en la administración del presidente Felipe Calderón son incontables, y a las decenas de miles de muertes que provocó su infructuoso combate a la delincuencia organizada se sumó su renovada elaboración personal de duelos al perder inesperada y violentamente a dos de sus secretarios de Gobernación y de manera anunciada –y con un costoso encarnizamiento terapéutico– a su ex secretario de Educación.

Sin embargo, no es el pesar del mandatario por la pérdida de sus amigos y colaboradores o la exageración de epidemias o el atroz final de niños calcinados en una guardería y de adultos en un casino la contribución tanática más conmovedora del régimen, habida cuenta de que la incontrolable violencia que predomina en el país cobra decenas de miles de víctimas entre delincuentes, soldados, desaparecidos, policías y civiles, así como daños colaterales incalculables.

Estas muertes afligen y desquician además a familiares y amigos de los fallecidos, multiplicando el miedo y la rabia a lo largo y ancho del país, en una guerra en apariencia sin pies ni cabeza, pero de inmensos beneficios económicos para algunos, entre otros los productores y distribuidores de droga, los fabricantes de armas vendidas a buenos y malos por igual y de vehículos adquiridos por ambos bandos, funcionarios involucrados y un largo etcétera.

Quizá la contribución más nociva de esta cruzada antinarco, ineficaz para el propósito confesado pero harto provechosa para fines inconfesables, es que la muerte en México, a fuerza de atestiguarla y repetírnosla a diario por televisión, prensa y radio, así sea en imágenes editadas y en boletines correctos, en lugar de movernos a una reflexión serena sobre el excluido derecho humano a morir con dignidad, provoca un rechazo automático de la muerte, a la vez que propicia un vitalismo irreflexivo y una idiotización colectiva favorables a cualquier manipulación, incluida la promoción cotidiana de la violencia, las drogas y la vulgaridad a través de películas gringas y series de televisión nacionales y extranjeras.

Al igual que las sometidas administraciones anteriores, aliadas con la banca extranjera y los monopolios abusivos y en complicidad con los contumaces concesionarios de televisión y radio, la de Calderón fracasó además en su promesa como presidente del empleo, pero a cambio incrementó las muertes indignas.

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