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No sé cómo el Presidente puede dormir tranquilo, dicen

Familiares de desaparecidos ayunan frente a Gobernación

Se reúnen con Alejandro Poiré, pero mantienen la protesta

 
Periódico La Jornada
Sábado 10 de noviembre de 2012, p. 17

Familiares de desaparecidos continuarán en huelga de hambre frente a la puerta central de la Secretaría de Gobernación (SG) hasta que las autoridades demuestran que han retomado de manera eficaz la investigación de los casos presentados.

El jueves por la noche se reunieron por más de tres horas con el titular de la SG, Alejandro Poiré, quien se comprometió a hablar de inmediato con la procuradora general de la República, Marisela Morales, y con los procuradores estatales.

Horas después la SG lamentó la decisión de las tres mujeres (Julia Alonso Carbajal, Margarita López y Malú García) de prolongar el ayuno que iniciaron el martes frente a las oficinas de Bucareli.

En ese sitio han padecido no sólo las bajas temperaturas, sino la prohibición inicial de tomar energía eléctrica para encender un calentador o de ir al sanitario libremente. La orden vino de arriba, del propio subsecretario de Gobierno, Obdulio Ávila, afirma Margarita López Pérez, en el cuarto día de ayuno, quien busca a su hija, de 19 años, desaparecida en 2011.

Pesadilla

Margarita pasó mala noche. Está afectada de las vías respiratorias, seguramente por el frío y la contaminación, porque la pequeña casa de campaña está en la calle Abraham González, casi esquina con Atenas, en la zona centro de la capital del país.

Insomnio, angustia y taquicardia, desafortunadamente, ya no son para ella novedad. Así vive desde el 13 de abril de 2011 cuando un comando armado entró a la casa de su hija Yahaira Guadalupe Bahena López y se la llevó, al creer que la mujer, que no era del sitio, era la avanzada de las bandas de Michoacán que supuestamente les disputarían la plaza.

La joven, procedente de Lázaro Cárdenas, recién se había casado con un militar a quien trasladaron a Tlacolula de Matamoros, Oaxaca. Ahí se enfrentó al horror.

Su madre, Margarita, se dedicaba al negocio de la construcción, pero enseguida de la desaparición tuvo que vender sus máquinas para pagar investigaciones privadas, al ver que las de las autoridades eran tortuosas y estériles.

Con sus propios medios, varios meses después, llegó hasta la cárcel a donde estaban los supuestos asesinos de su hija.

Sin embargo, afirma, las pruebas practicadas al cuerpo identificado por la autoridad como el de Yahaira no corresponden a las características genéticas de su hija.

Cuando ella logró acercarse a aquellos hombres, sin decirles que era la madre de la muchacha desaparecida, se encontró –relata– con unas personas drogadas que, entre una y otra frase incoherente, la horrorizaron con el relato de cómo habían matado a esa mujer: Me dijeron que la torturaron una semana, porque les habían dicho que había llegado de Michoacán y que los de ese estado querían invadirles su territorio en Oaxaca.

Según los hombres, después de torturarla –y todavía con vida– la decapitaron y siguieron maltratando el cadáver. Margarita se lleva las manos a la cara; se le escurre una lágrima y lamenta ¡Hasta dónde hemos llegado!

Con esa pesadilla ha vivido desde entonces, pero no acepta que aquel cuerpo decapitado sea el de su bebé, la menor de sus cuatro hijos, por lo que busca que peritos argentinos practiquen, en un trabajo independiente, pruebas de ADN, igual proceso que ya realizaron agentes estadunidenses de la FBI, pero han pasado cinco meses y no han dado los resultados.

Daños colaterales

Con el rostro demacrado, de quien no ha tenido sueños tranquilos en 19 meses, señala con la mirada hacia las fotografías pegadas en las escalinatas de la entrada de Gobernación: Estos son los daños colaterales de la guerra de Calderón; no sé cómo el Presidente puede dormir tranquilo.

En la víspera, el secretario de Gobernación tomó personalmente el caso y, de acuerdo con los familiares, se mostró preocupado por el nivel de ineficiencia de quienes han llevado los casos que le fueron comentados a detalle.

Pero los familiares ya no confían en promesas. Nos dicen que hay muy buena voluntad, pero es algo en lo que ya no creemos. No pedimos algo extraordinario, sino dar cumplimiento a peticiones muy concretas. Yo le dije (a Poiré) que han resuelto crímenes en 48 horas, pero que no creemos que los nuestros los puedan resolver en los 16 días hábiles que le quedan a este sexenio.

Por ello, añade Margarita, sentada sobre un colchón de hule, nosotras nos comprometimos a seguir en esta huelga de hambre. De aquí no nos vamos hasta ver resultados. No pedimos nada del otro mundo.

¿Hasta dónde estoy dispuesta a llegar? Hasta la muerte. Ya no creo en promesas.