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A un mes de cumplir 104 años, el deceso ocurrió en Nueva York, ciudad que amó

Muere Elliott Carter, uno de los artífices de la innovación musical en el siglo XX

El compositor inventó la modulación rítmica, técnica para lograr procesos de cambio gradual y evolución en sus partituras

Sus obras sinfónicas son monumentales y con gran peso específico

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Elliott Carter (derecha) conversa con uno de sus maestros, Igor Stravinsky, en una galería de arte en la ciudad de Nueva York, a finales de 1961Foto Archivo La Jornada
 
Periódico La Jornada
Miércoles 7 de noviembre de 2012, p. 7

El compositor estadunidense Elliott Carter, uno de los grandes artífices de las nuevas formas de la escritura musical del siglo XX, falleció ayer a un mes de cumplir 104 años de edad. El deceso ocurrió en la ciudad que amó y donde escribió la mayor parte de su obra: Nueva York. Entre sus aportaciones destaca la modulación rítmica, técnica que inventó para lograr procesos de cambio gradual y evolución en sus partituras.

Entre sus 90 y 100 años de edad acrecentó su actividad productiva: escribió más de medio centenar de partituras en ese lapso, muchas de ellas recibidas con entusiasmo por la crítica y el público.

Nació el 10 de diciembre, un día después que el francés Olivier Messiaen (1908-1992) y con él compartió el reconocimiento y las aventuras creativas más arriesgadas.

Encuentro con Stravinsky

Alumno de Nadia Boulanger, amigo de Charles Ives (el patriarca de los compositores de Estados Unidos) y de Aaron Copland, transitó las vanguardias sin precipitarse y detenerse en el serialismo y el dodecafonismo, como lo hicieron muchos de sus contemporáneos.

Su primera etapa consistió en un estilo neoclásico inequívoco, pero ya con variantes muy aventuradas en el uso de la sintaxis y su asombrosa capacidad de ampliar los recursos expresivos para lograr intencionalidad, vocación de mensaje y contenido en sus obras, virtud que lo distinguió toda su vida.

Su encuentro con la música y después con la persona de Igor Stravinsky dio un vuelco formidable a sus intenciones formales. Fue entonces cuando se concentró en las figuras rítmicas para escribir de manera ininterrumpida: lo que se altera es el pulso básico, el tempo, no así la medida. Al subdividir las notas y utilizarlas como un pulso nuevo de valores distintos (más rápido o más lento), obtuvo resultados deslumbrantes.

Esa estrategia predilecta de Carter de yuxtaponer corrientes independientes en estratos superpuestos, con diferentes caminos, llevó al experto Michael Hall a comparar esa técnica con la disyunción entre las manos izquierda y derecha del pianista de jazz Art Tatum, otro músico que utilizó los fenómenos de la física para crear música en extremo singular.

Elliott Carter escribió para muchos instrumentos solistas, en particular el piano, y también para voz, orquesta de cámara, ensambles corales, balllets, una ópera y partituras sinfónicas.

La música para gran orquesta de Elliott Carter es monumental, espectacular y de gran peso específico, en especial su Primera Sinfonía, sus Tres Ilusiones para Orquesta, su Sinfonía para Tres Orquestas y, de manera peculiar, su Doble Concierto, que el crítico Alex Ross califica como “una enloquecida y jazzística cadencia para piano, un clave espasmódico, un metal estridente y una percusión furiosa, que da paso a un fundido desintegrador; según el comentario posterior del compositor, la inspiración del pasaje le vino de los versos finales de Dunciad, de Alexander Pope: ¡Tu mano, gran déspota! Que caiga ya el telón;/ y la Tiniebla Universal sepulta toda la Creación”.

El primero de una serie de muy gustados Cuartetos de Cuerdas que escribió Elliott Carter lo hizo de manera contundente: Decidí escribir por primera vez una obra muy interesante para mí mismo y mandar al infierno al público y también a los intérpretes.

Esa actitud, que lo emparenta con el compositor mexicano de origen estadunidense Conlon Nancarrow, quien encontró rechazo de parte de los músicos ante las dificultades técnicas de sus partituras, significó también, como lo fue en Nancarrow, en Elliott Carter un avance monumental en sus descubrimientos: eligió el camino de la densidad y la dificultad. Y el resultado lo tenemos a la vista: una producción musical exuberante, variada, compleja, fascinante y, lo mejor de todo, aceptada todo el tiempo por los músicos y el público.