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Felipe Garrido
El corredor
Seis o siete pisos arriba dejé la urna y las flores. Al final del pasillo flanqueado por helechos. Sobre la mesa, donde había una lámpara y un espejo. La luz era mortecina. Antes de comenzar el descenso me entretuve un rato para disponer de la mejor manera posible lo que llevaba. El ramo al frente, la vasija atrás, y atrás de la vasija la lámpara y el espejo, donde me vi borroso y conturbado. Enseguida me lancé escalera abajo. Tan de prisa como pude. Vuelta a la izquierda al final de cada tramo. La luz era vaga y la alfombra amortiguaba el silencio. El tiempo se agotaba. Aceleraba el paso. No sé cuántos pisos descendí. Hasta ahora, que no encuentro ya que siga la escalera. No pierdo tiempo en ver el reloj porque no tiene objeto. Doy vuelta y entro a una galería. La luz es apagada y el silencio perfecto. En el remoto extremo hay una mesa, un espejo, una lámpara, las flores y la urna. Helechos a los lados. Sé que he vuelto al mismo corredor. |