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Neoliberalismo y escasez

Subirán más los precios; citadinos serán los más perjudicados: dirigente agropecuario

Hay alimentos; despojo de tierras y especulación los encarecen, acusan
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Participantes en el Seminario Internacional sobre Políticas Públicas para la Soberanía AlimentariaFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Domingo 30 de septiembre de 2012, p. 3

Un acelerado despojo de la tierra a los campesinos –perpetrado por trasnacionales– y el hambre entre los pobres de las ciudades, ya no sólo del campo, se perfilan como características particulares del nuevo encarecimiento mundial de los alimentos, advierte Paul Nicholson, de la Unión de Agricultores y Ganaderos Vascos y fundador del comité internacional de La Vía Campesina, donde participa desde hace 20 años.

No hay ninguna lógica productiva ni de oferta y demanda, asevera, que justifique ese constante encarecimiento. Tampoco hay escasez, ya que la reserva mundial de granos básicos cubre en 150 por ciento las necesidades alimentarias de la población de todo el planeta, es decir, tenemos proteínas de sobra, pese a los daños en el sector agrícola provocados por el calentamiento global, el uso de granos básicos para fabricar combustibles y el aumento intensivo de la ganadería.

No hay falta de alimentos, es su acaparamiento y control, así como la utilización de la necesidad alimentaria lo que permite a las empresas elevar los precios, señala en entrevista con La Jornada. Niega que el alza en los precios de los productos agropecuarios favorezca a los campesinos, como llegan a sostener gobiernos e instituciones financieras.

Todo lo contrario: sus gastos aumentan más que sus productos. Sólo los grandes productores que acaparan las cosechas son los beneficiarios.

Para los organismos multilaterales, como el Grupo de los 20, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, el encarecimiento de los alimentos es una preocupación formal, absolutamente superficial, pero la verdad es que se crean “bolsas especulativas, y hoy día lo que más vale en el mundo son la tierra y los alimentos, más que los metales preciosos, que requieren un desarrollo industrial, porque (los comestibles) son el medio ‘más seguro’ para seguir incrementando sus ganancias”.

Refiere que en el oeste y el sur de Europa, por ejemplo, los principales compradores de tierras fértiles son los bancos y las compañías aseguradoras que manejan los fondos de pensiones de los trabajadores, en busca de inversiones redituables y a largo plazo.

Crisis aceleró despojo

Si bien dijo que el despojo de la tierra y su concentración en pocas manos comenzó hace 30 años, se ha acelerado mes con mes después de la crisis de 2008. Con acuerdos bilatelares entre gobiernos y trasnacionales se compran cientos de miles de hectáreas, desplazando a los habitantes de poblaciones enteras para implantar modelos de agricultura industrial, muy intensivos. Eso se ve muy claramente en países de África y Asia.

Sostiene que desgraciadamente no hay cifras que documenten con precisión el problema porque son procesos muy intransparentes, donde ni los mismos gobiernos nacionales tienen control sobre lo que pasa. En Mozambique, por ejemplo, una investigación revela que 15 por ciento de sus tierras agrarias están en manos de trasnacionales, y en los países del antiguo bloque socialista, en el este europeo, hay una carrera por la compra masiva de tierras fértiles.

Todo eso contribuye al nuevo encarecimiento de los alimentos que, dice, apenas comienza, pero será peor y más explosivo que el de hace cuatro años.

Esta vez los principales afectados van a ser (quienes viven) en las zonas urbanas. El encarecimiento se va a ver agravado por el desempleo y empobrecimiento a consecuencia de los ajustes económicos y financieros, lo que va a dificultar el acceso a alimentos baratos. Eso no se vio en la crisis pasada, asegura Nicholson.

Si bien aclara que la mayoría de quienes padecen hambre viven en áreas rurales, casi una tercera parte pertenece a zonas urbanas. No hay distinción entre países subdesarrollados o del llamado primer mundo, como las naciones europeas, entre ellas España, Grecia y Portugal, donde, expresa, ya es muy claro el empobrecimiento dramático de la población y las altas tasas de desempleo, sobre todo en los jóvenes.

Eso explica, dice, las movilizaciones en todo el mundo, pero también el desarrollo de infinidad de proyectos agrícolas locales, desde huertos urbanos y rurales hasta grupos de productores, cooperativas y redes de venta directa o trueque como formas económicas de resistencia y alternativas al neoliberalismo y su crisis sistémica.