Opinión
Ver día anteriorMartes 11 de septiembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Jazz

Presentación de Sub versión de los hechos

V

iendo frustradas las intenciones de presentar el libro Sub versión de los hechos: 200 bandas de jazz en la Casa de Cultura Azcapotzalco, Jazzamoart Vázquez me propuso hablar con Matías Carbajal para hacer la presentación en la Fundación Sebastián. Mi subconsciente y yo le dimos las gracias, le dijimos que sí y todo lo demás se dio con asombrosa y muy agradecible facilidad. Jazzamoart y Matías se ven todo el tiempo en el entramado del grupo Matoys, donde el uno toca los saxos y el otro se hace cargo del piano y los conceptos, hurgando con regularidad entre la tímbrica prehispánica y la gramática del jazz. De tal suerte y sensibilidad, que no tuvimos que justificar nada más ante ellos. Matías nos autorizó la noche del 31 de agosto para utilizar dos salones en la parte superior de este enorme inmueble.

El tráfico habitual en las calles de Patriotismo (la Fundación Sebastián está en el 304) se multiplica sin tregua cuando a los viernes se les ocurre caer en quincena; pero aun así logramos llegar 30 minutos antes de la hora señalada y, vaya sorpresa, ya todo estaba dispuesto: en la primera sala había una mesa para los libros y otra para el vino; adentro, 150 sillas se alineaban frente a una mesa y un micrófono; al lado, un excelente piano eléctrico, consola, bafles, cables, sensaciones.

A las siete y media en punto la gente empezó a subir, las sillas se ocuparon casi en su totalidad; en minutos decidimos eliminar los cordones que reservaban ciertos lugares para dar cabida a los jazzófilos que seguían llegando, poco después el personal de la fundación llega con más sillas y las coloca al fondo del salón. Cuando iniciamos la presentación había gente parada por todos lados (incluso los espacios de recepción); el camarógrafo de Canal Once hace los últimos paneos, Miguel de la Cruz observa a lo lejos, una docena de demorados obstruía el improvisado umbral.

Minutos antes, Sibila de Villa y Javier Reséndiz habían iniciado la velada con una breve e intensa cátedra de jazz contemporáneo. Ella en los saxos, él en el piano, retomaron tres temas de la tradición universal –añeja costumbre en Sibila–, para jugar a placer desde la improvisación, para filtrarlos por los inasibles esquemas de la pasión. Las secuencias serpenteaban una a una desde ¿Por qué?, de Jorge del Moral; desde Les moulins de mon coeur, pieza de Michel Legrand que ha interpretado medio planeta y que Sting llevó a niveles masivos, como The windmills of your mind; para cerrar con una enésima versión del Summertime, de Gershwin, que sonó –por supuesto, es jazz– como estreno.

Vino después la lectura de un texto que envió Alain Derbez (el lector y comentarista fue José Fernández, productor y conductor del programa Livejazz, de MVS Radio). Hablamos sobre la redición que acaba de hacer el Fondo de Cultura Económica de El jazz en México. La gente aplaudía y seguía llegando; ya no cabíamos. Entonces me puse nervioso, estupenda excusa para pedir otra copa de vino tinto.

Se inició la presentación formal del libro y pasaron al frente Eduardo Soto Millán (compositor, crítico musical de la revista Proceso y, hasta hace muy poco, Coordinador Nacional de Música y Ópera del INBA), Érik Montenegro (quien lleva la batuta de Horizonte, emisión radiofónica del Instituto Mexicano de la Radio especializada en jazz) y Salvador Merchand (baterista y líder del grupo Cuarta Menguante, director de cultura del Sindicato Único de Trabajadores de la Música y pilar de nuestro jazz desde hace décadas). Todos hablaron bien del libro y yo apunté que su mayor virtud era que recogía la voz de los músicos, quienes rara vez hablan sobre su propia obra en el código de las palabras.

El cierre del acto fue una enorme sorpresa para la mayoría de los asistentes, pues pasaron a escena dos de los más importantes exponentes de la música clásica en el país: el guitarrista Juan Carlos Chacón y la pianista Isolda Enríquez, marido y mujer, guitarra y piano. Juan Carlos platica que primero fue roquero frustrado, que después se convirtió en un jazzista frustrado y que esperaba que después de esa noche no se convirtiera en un guitarrista clásico frustrado. Reímos, pedimos silencio a los que brindaban en el vestíbulo, ellos lo hicieron de inmediato y la magia de la academia se extendió hasta el último rincón.

El dúo se inicia con Prepárense, de Astor Piazzolla, y la sala entera se estremece; en la fila de atrás alguien susurra ¡qué agasajo! Ante la ovación, Juan Carlos da la gracias, anuncia Te vas milonga, de Abel Fleury, e inicia un diálogo colmado de sutilezas con el piano de Isolda; el dominio absoluto de la técnica instrumental pasa a segundo plano, ambos músicos vibran frente a las partituras y el público vibra con ellos, comulgan. Algo muy parecido a la plenitud se esparce por todos lados. Nadie quiere que se vayan y el matrimonio regresa con un encore de Malcolm Arnold; se anuncia como Serenata y la exquisitez vuelve a atrapar a propios e impropios. A medio suspiro, alguien me pregunta al oído por más libros. Ya no queda uno solo. Salud.