Opinión
Ver día anteriorJueves 30 de agosto de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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De elefantes y gorilas
U

nidas por lo que podría juzgarse como prosopopeya al proponer la humanización de un motor de camión y de selváticos gorilas, y de alguna manera por su tema, estas dos obras de muy diferentes autores y puestas en escena se pueden ver en dos salas capitalinas en estos días. Richard Viqueira, el teatrista más propositivo de su generación, da un giro a su carrera con Monster truck y ya no se basa en el movimiento corporal como en la mayoría de las obras del Kraken Teatro –aunque no deje de estar presente–, sino que explora básicamente las posibilidades de la voz humana. Para ello y en una dramaturgia asesorada por Bárbara Colio, se vale de un representante del llamado spoken Word, de una soprano y de un actor, completando el elenco con las silentes y breves apariciones del propio director. Se basó en un incidente real, el choque de una elefanta escapada de un circo con la camioneta del título, en el que sólo mueren el chofer y la elefanta, para plantear en lo que él llama ópera vial la desconexión fatal de los pequeños sucesos que llevan al desgraciado incidente que por fin los reúne. Desconexión que está simbolizada por los tres muebles (una mecedora en que el pasajero se asienta, el sillón del chofer y un banco en el que se posa el motor) poco armónicos entre sí, al principio colgados por cadenas del telar y que tras un oscuro se presentan en el piso y conforman el interior de la camioneta, en un espacio concebido por Jesús Hernández.

Mucho tiene la obra de cantada por la soprano Denise de Ramery y de onomatopeyas producidas por el motor encarnado y humanizado por Rojo Córdova, pero en su parte hablada se escuchan las reflexiones del chofer interpretado por Ángel Luna –que usa como volante su gorra–, e incluso del motor, en los momentos en que se inserta en la corriente de teatro narrado, dentro de la que se podría incluir la escena casi del final de Viqueyra hablando con lenguaje de sordos y traduciendo los cantos de la soprano, la que a su vez habla de la elefanta escapada. Los tonos varían desde el de antes del accidente a la etapa posterior, en la que los asientos de la camioneta son encimados a un lado del escenario tras el cordón policial que marca el accidente, corrido graciosamente por el pasajero golpeado que se levanta del suelo para hacerlo. El barroquismo con que se escenifica la sencilla historia está en concordancia con la trayectoria del director, que esta vez partió de una investigación escénica desarrollada al alimón con Mauricio E. Galaz, Carlos Valencia, Rojo Córdova, Marco Aurelio Nava, Denise de Ramery y Ángel Luna.

De hombres, reyes y gorilas es la adaptación de Antonio Zúñiga a King Kong Palace del chileno Marco Antonio de la Parra estrenada por Carretera 45 dentro de la residencia en el Teatro Milagro y que se puede ver en otros espacios. Dirigida por Rafael Covarrubias, la adaptación reduce los tiempos, añade algunos personajes como el valet del hotel –quien actúa como vidente junto a las tres doncellas–, pero mantiene la esencia del original, la crítica a Tarzán (Carlos Valencia) y Jane (Pilar Padilla), déspotas arrojados de África por una revolución de gorilas, que conservan en el exilio sus millones mal habidos, como tantos tiranos derrocados, y sufren la culpa por la muerte de Golden Boy (Christian Cortés) cuyo fantasma se les aparece. También están otros personajes de las viejas historietas, que a lo mejor algunos recuerdan, como un Mandrake el mago (Manuel J.González) muy venido a menos y su inseparable Lothar (Bruno Benítez). La escenificación impostada al principio como comedia musical –en coreografía de Álvaro Jiménez– y con evidentes hallazgos como la utilización del baúl y su tapa de diferentes maneras y el oro reluciente en ropa y asientos de los nuevos ricos –así como los personajes simiescos que deambulan por el escenario e irrumpen en todo momento– peca de algunos descuidos como mostrar al depuesto rey de la selva con el cuerpo lleno de tatuajes, lo que no es congruente con el Tarzán de antaño y el de ahora. Como sea, el respeto del adaptador al original, el concepto general y en cada detalle del director, y las buenas actuaciones de los actores y la actriz, hacen de esta nueva propuesta de Carretera 45 algo muy recomendable.