Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 26 de agosto de 2012 Num: 912

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Dos poetas

Actualidad poética centroamericana:
el legado de Darío

Xabier F. Coronado

Escribir todas las tardes
Marcela Salas Cassani entrevista con Rodolfo Naró

Antonioni: la dialéctica
de los sentimientos

Andrés Vela

Manuel Gamio y la antropología del siglo XXI
Eduardo Matos Moctezuma

Manuel Gamio: el amor
de un mexicano

Ángeles González Gamio

Permanencia de Paul Klee
Antoni Tàpies

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Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

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Luis Tovar

La Jornada Virtual
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A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

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Permanencia
de Paul Klee
Permanencia
de Paul Klee
Antoni Tàpies Antoni Tàpies

Son pocos los artistas como Klee que, en medio de la proliferación de tendencias y gustos contradictorios, han atravesado de punta a punta el siglo XX no solamente sin perder nada de vitalidad, sino abriendo además puertas al futuro.

Hay una especie de creadores que parecen planear por las historias de la modernidad haciendo muecas a la procesión de ismos que en muchos casos tal vez sólo han sido la exploración de parcelas limitadas en realidad ya incluidas en actitudes más amplias y más hondas. Por eso vemos a Klee, por una parte, con raíces hundidas totalmente en la tradición romántica y simbolista, y por la otra, cada vez más próximo a las posiciones recientes de la pintura.

La misma aceleración de idas y venidas en las modas teóricas de las últimas décadas debe de haber desacreditado quizás incluso a las que parecían más revolucionarias y seguras de sí mismas. La ola Picabia, con todo su charco de escupitajos antiartísticos, fue seguida rápidamente por otra que la contradecía con un arte tan purista que era difícil de tragar. Al gusto por los cromos literarios de un cierto surrealismo, siguieron igualmente los ejercicios aplicados de la pintura abstracta más geométrica. A los hiperrealismos fotográficos, la más aséptica vaciedad no figurativa. A los últimos gritos de neodadá y de antipintura conceptual, la última eclosión exuberante de la nueva pintura-pintura.

Ideas y vueltas… olas que parece que van y vienen, todas con su pequeña lógica y sus muertos cargados a la espalda, pero que evidentemente están movidas por vientos que corren por encima de todas ellas, que trazan arcos mucho más abiertos venidos de rebeldías más lejanas, pero amigas de anécdotas circunstanciales y de “modas que pasan de moda”.

¿Se trata, como dicen algunos, de momentos de crisis de todo el sistema de vanguardias? Tal vez es una opinión demasiado confortable, especialmente para los que quedan rezagados. Porque realmente hay rezagados: los fáciles retornos al naturalismo; las insistentes demagogias contra el objeto de arte y su mercado, quién sabe si en el fondo para disimular el propio tráfico; los que quieren, sobre todo, imponer “ reglas”, ya sea en el mundo de las formas, de su “filosofía” o de su política.

Y no se piense que juiciosamente pretendemos decir que la verdad se ha de ir a buscar por fuerza en el término medio de los extremismos, porque, si hemos de ser francos, tendremos que decir que no se puede asegurar que todo aquel bullicio es realmente de extremismos. Nada de mezclas ni de eclecticismos. La modernidad nos parece una historia completamente distinta.

No nos ha sorprendido, pues, enterarnos de que ya en 1923 la pintura de Paul Klee había provocado esta declaración de Joan Miró: “Klee me ha hecho sentir que en toda expresión plástica hay algo más que la pintura-pintura, que hay que ir más allá para alcanzar zonas más emotivas y más profundas.” ¿Pintura? ¿Poesía? ¿Pensamiento?

Tanto da que muchos se hayan complacido topando una y otra vez con la tentación de algunas escuelas limitadas. Y no se trata ya de la pequeña historia de modas y contramodas. Está también el encuentro con toda la escuela de la razón –una razón que nadie puede discutir– de tanta pintura honrada del siglo XX, de Cézanne a los pintores más recientes, que han luchado por su propia identidad, por la defensa constante de la especificidad de su lenguaje frente a otras disciplinas que creían que “matar la pintura” quería decir dejar de practicarla.

De todos modos, cuando todo el mundo estaba de acuerdo sobre este medio de “belleza”, nos damos cuenta de que ya desde el comienzo también surgía dialécticamente la “fealdad”. Paul Klee, como recuerda Christian Geelhaar valiéndose del testimonio de Kandinsky, pierde pronto “el entusiasmo de los tiempos heroicos” se halla incómodo entre las “reglas” de la Bauhaus. Es aquel “construirnos y construirnos”, como dijo en sus Investigaciones exactas en el campo del arte, “pero la intuición sigue siendo una buena cosa…, se puede hacer mucho sin ella, pero no todo”.

¿Qué hay más allá de la pintura- pintura? Ciertamente, es en parte una cuestión de lenguaje lo que nos hace ver a Klee pleno de actualidad. Una lección preciosa de insobornable plasticidad, intraducible. Pero, como en todo gran artista, eso también es inseparable de su “poesía”, de su “pensamiento”, de una “personalidad” que ha sabido captar contenidos que escapan al común de la gente. “Mi amor es lejano y religioso. Yo ocupo un lugar más retirado desde donde escojo como hipótesis fórmulas aplicables al hombre, al animal, al vegetal, a las estrellas y a la tierra, al fuego, al agua, al aire, al mismo tiempo que a toda fuerza en movimiento… Entonces ya no existe ni doctrina ni herejía.”

Todo el cosmos de Klee juega con este contrapunto, que lo lleva más allá no solamente de muchas posiciones teóricas “seguras” en el mundo del arte, sino que también son excepcionales en el mundo del espíritu en general, al menos en Occidente hasta hace poco. “¡Poder conciliar los contrarios! ¡Esperar de un solo golpe la pluralidad!”

Muchos creen que este tipo de arte tiene poca relación con la estructura social, aquella relación que antaño “las religiones” parecían conferirle y creían que hoy podía substituir alguna ideología. Aparentemente, uno diría que es un arte que sólo juega un papel individualista, tan extraño que a menudo hace que el artista se asimile como un loco. Y no sin una parte de razón. Porque por todas partes donde ha dominado la “religión”, del tipo que sea, toda concepción particular del mundo hasta ahora se ha considerado siempre una locura. Y son pocos todavía los que reconocen realmente un valor cultural a los particularismos, a pesar de que la historia está llena de ejemplos que demuestran que precisamente es esta versión especial la que ha hecho grandes a los artistas.

Klee, en Occidente, es de los privilegiados que han sabido dar al mundo del arte este aire nuevo de orientación espiritual que falta al hombre de hoy cuando las “religiones” parecen fallar. Lo podríamos llamar un perfecto representante de lo que Mircea Eliade ha dicho de la única creación religiosa del mundo moderno occidental: “se trata de la etapa última de la desacralización”… que ilustra el “perfecto camuflaje de lo sagrado”, o más precisamente, su identificación con lo profano. Nos da testimonio de la unidad de toda una tradición de sabiduría que también planea por encima de muchas manifestaciones parciales del espíritu humano que sólo han sido igualmente episodios limitados y transitorios de una Realidad total.