Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de julio de 2012 Num: 906

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La fe de Gide
Ignacio Padilla

Para releer a Gide
Annunziata Rossi

Apuntes para la historia.
Mi primera prisión

Ricardo Flores Magón

Mafalda y la prensa
Ricardo Bada

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Enrique López Aguilar
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Más de lo mismo

Cesó la parte menor de la pesadilla electoral: los radiofónicos y televisivos espotes (plural español del anglicismo spots) propagandísticos, más bien dirigidos a sembrar la confusión entre los votantes que a ayudarlos a meditar en sus elecciones políticas. La fábrica de mierda en que se han convertido las empresas encuestadoras, las agencias publicitarias que diseñan campañas para el mejor postor, el expresidente panista más el usurpador presidente en turno, sólo ayudan a enrarecer el ambiente, no a aclararlo. Todo ese ruido difundido por los medios, al igual que los carteles y el resto de la basura electoral, suman toneladas de tiempo, plástico, papeles, objetos y rollos demagógicos diseñados para cegar a la gente y segar la democracia, violada por  “personas decentes” que no tocarían la Democracia ni con el pétalo de una rosa –así lo juran frente a la prensa mientras, en lo privado, prostituyen y corrompen.

Después del ruido visual y auditivo de las campañas electorales mexicanas, siguieron la intimidación, la cooptación y el soborno partidista, adaptado a las nuevas modalidades tecnológicas: el uso de la cámara del teléfono celular como garantía de que fue cruzado el símbolo del partido con la bandera patria, la técnica gordillista del carrusel, el acarreo de votantes, la vigilancia de niños usados como “halcones” (en reemplazo de los celulares) para verificar la certidumbre del voto comprado, más las viejas y mañosas técnicas del PRI, inventor del mapachismo. El siguiente es el acto característico de la seducción priísta:  “te doy tanto por tu voto” (ese tanto parece haber oscilado entre los 300 y los mil 500 pesos, según la zona y los electores) o, de plano, “te doy una tarjeta Soriana para que la uses después de que sepamos cómo quedó tu casilla con los resultados favorables para Quique, al fin que si ahora invierto cien, ganaré diez mil cuando seamos gobierno”, o peor:  “si la ayuda te llegaba a cuentagotas, no recibir tu voto hará que no recibas ni una gota”.

Por supuesto, el PRI y sus compañeros de cargada responderán:  “¿nosotros?, ¡para nada!, ¡nunca hemos corrompido ni corromperemos las votaciones de México!,  ¡jamás hemos robado las elecciones!, ¡somos gente decente!” Y el duopolio televisivo mugirá con los partidos en el poder que les dan rejuego pecuniario, acusando a los inconformes con toda clase de adjetivos ad hoc (es decir,  “adecuado”: en la incipiente URSS, un opositor al PRIAN sería un “reaccionario”; en la Alemania Nazi, “un judío”; en el Estados Unidos macartista, “un comunista”; en el Israel contemporáneo, “un palestino”…).

Como ejemplo de lo dicho, tengo presente a un lector de noticias que, en sus años mozos, entonaba loas al hoy denostado José López Portillo en el extinto canal 7. Durante la Guerra de Reforma se inventó el modismo chaquetear: el hecho de quitarle el uniforme a un soldado muerto del ejército vencedor –su chaqueta– para usarlo en lugar del propio y disimular la participación en el bando derrotado. Como en el caso del vociferador mencionado (por sólo recordar a uno de los muchos  “comunicadores”), el público ha visto desfilar a diversos chaqueteros que se ponen a disposición del tlatoani y del dinero en turno.

Según los dudosos resultados del mes de julio, el pan aceptó dócilmente convertirse en el apoyo del pri para sobrevivir,  partido “tricolor” al que mucho ayudó la condición del señor que usurpó el cargo de Los Pinos desde 2006 (que se mudará de México después de diciembre por temor a la fragilidad del “México seguro” que deja a los mexicanos de a pie). ¿Para qué firmar pactos de “civilidad” postelectoral previos a las elecciones? Da la impresión de que todo se hizo para validar el fraude en proceso.

Es cierto que hubo muchos candados y vigilancia ciudadana para asegurar la transparencia del reciente proceso electoral. Lo que ningún ciudadano o funcionario de casilla pudo hacer fue extender la vigilancia hacia lo que los mapaches estaban haciendo afuera, aunque se cuenta con el testimonio de diversas personas que vieron a diversos priístas haciendo recorridos para ofrecer dinero a cambio del voto y corromper a quienes viven en condiciones de necesidad económica.

¿Se habrá dado cuenta la mayoría del grupo político establecido que ya no consigue disimular su notoria organización en contra de la ciudadanía para medrar en beneficio propio, de que un enorme grupo de mexicanos se encuentra enojado y decepcionado, y de que esto no se resuelve con un “todo se hizo dentro del marco legal”?

Ojalá llegue pronto la primavera mexicana.