Opinión
Ver día anteriorDomingo 17 de junio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La balada de Génesis y Lady Jaye
A

natomía es destino. Pocas veces el determinismo biológico contenido en esta célebre sentencia freudiana, ha tenido un desmentido tan provocador y consecuente como en el caso de Génesis Breyer P-Orridge y su amante Jacqueline Lady Jaye. Esta pareja de iconos culturales de la escena underground neoyorquina de principios de los años 80 tomó la decisión de rechazar las convenciones y estereotipos de género, invertir sus roles sexuales, y llevar la experiencia al extremo de fusionarse en un solo ser con una identidad compartida.

Por medio de intervenciones de cirugía plástica, implantes mamarios y reacomodos faciales, la pareja procuró una identificación física total. Una materialización límite del amor loco. Estábamos tan enamorados, comenta Génesis, que simplemente deseábamos devorarnos mutuamente, incorporarnos el uno al otro y volvernos una unidad. El resultado fue la pandroginia y así fuimos, literalmente, uno la mitad del otro.

El roquero británico de nombre Neil Andrew Megson, uno de los primeros impulsores de la música industrial, adoptaría primero el nombre artístico de Genesis P-Orridge para destacar en la esce- na londinense con su grupo iconoclasta Throbbing Gristle para abandonar después a su primera esposa, y unirse sentimentalmente a Lady Jaye, figura dominadora de un club neoyorquino de sadomasoquismo y lanzarse juntos a la experiencia de un largo performance de pandroginia –un físico andrógino asumido cultural y sicológicamente– ensayado en sus propios cuerpos.

La balada de Génesis y Lady Jaye, primer largometraje documental de la francesa Marie Losier, es el registro de esta experiencia de simbiosis radical artística, ensayo de reasignación de género por medio de cirugías faciales y clonación de cicatrices y lunares, que procura remplazar la tarea biológica de la reproducción de la especie por una duplicación de la identidad en busca de un ideal de la pareja perfecta, gemelos totales percibidos socialmente como una unidad, capaces cada uno de sobrellevar eventualmente la desaparición física del ser amado, incorporado ya aquél a la identidad propia. Esta experiencia de traspasar los límites de la biología y la expresión artística, haciendo del cuerpo el laboratorio de transformaciones físicas y ostentándolo como una creación nueva, es lo que fascina a la documentalista, quien, en el estilo de la cineasta checa Helena Trestikova, sigue paso a paso durante 17 años la vida de sus protagonistas.

Refiere Marie Losier en la cinta los inicios de la carrera musical de Génesis P-Orridge, su impacto en la escena industrial roquera, su amistad con el escritor beat William S. Burroughs, su actitud provocadora y su debilidad por la parafernalia masoquista, con indumentarias de cuero y simbología de extrema derecha, a la vez estética queer y concepción del cuerpo como un escenario móvil de la contestación cultural.

La documentalista se muestra a tal punto fascinada con la experiencia iconoclasta de Génesis y su pareja que su película procura reproducir el acelerado pulso vital de sus protagonistas por medio de un ritmo visual caótico que repasa de modo frenético los episodios culminantes de las biografías, sin paciencia para detenerse y ahondar en lo que pareciera realmente importar –el pacto sentimental extremo, la utopía romántica que pulveriza los tabúes morales– y ofrecer en cambio un panorama muy rápido y somero de una escena musical neoyorquina, los años Warhol, el Velvet underground, las provocaciones visuales de Kenneth Anger y Robert Mapplethorpe, todo ello objeto ya de registros fílmicos más sustanciales.

Basta pensar en la malicia narrativa de David Cronenberg en sus memorables Crash o Dead ringers, o de modo más preciso en Tarnation, el trabajo del canadiense Jonathan Caouette, y su emotiva exploración cultural y sicológica de una personalidad compleja, para ver hasta qué punto la insistencia de este documental en los recursos visuales y sonoros de una vanguardia desgastada, opera en detrimento de lo que pudo haber sido la crónica eficaz de una relación sentimental muy al margen de todas las convenciones sociales, pero increíblemente consecuente y honesta en su compromiso amoroso. En la película de Marie Losier, estilo visual mata contenido, o por lo menos lo relega a una injusta zona de sombra, algo paradójico tratándose de personajes tan delirantes y expansivos como el roquero Génesis y Lady Jane, su pareja indisociable.

Se exhibe en Cinépolis Universidad, CCU Tlatelolco, Lumiére Reforma, The Movie Company, y en el estupendo centro alternativo, Cine Tonalá (www.cinetonala.com), en Tonalá 261, colonia Roma.