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Beatriz Russek imparte a 12 artesanas un taller de diseño textil en el CaSa de Oaxaca

Centro creado por Toledo impulsa el rescate de fibra prehispánica

Utilizan telar de cintura para elaborar piezas con el algodón coyuchi, dice a La Jornada

Ojalá tuviéramos políticos con la generosidad del maestro, expresa la especialista

 
Periódico La Jornada
Sábado 16 de junio de 2012, p. 3

Oaxaca, Oax., 15 de junio. Una docena de mujeres tejedoras de San Juan Colorado y Pinotepa Nacional, de la costa oaxaqueña, se dispersan sentadas en los portales del Centro de las Artes de San Agustín (CaSa), en Etla.

Entre espejos de agua, con su telar de cintura hacen nacer piezas que permiten rescatar el uso del algodón coyuchi.

Debemos agradecer que ellas quieran seguir realizando su trabajo, dice la diseñadora Beatriz Russek.

El taller de diseño textil contemporáneo es el motivo de reunión en el espacio cultural oaxaqueño fundado por Francisco Toledo. Nosotros sabemos que si no hay un enriquecimiento de su cultura, que puedan ver otras cosas, trabajar con diseñadores, se va a ir acabando poco a poco, expone Russek, encargada de dirigir el intercambio de conocimientos con este grupo de mujeres con el que ha colaborado desde hace 16 años.

Ellas son de la zona de Jamiltepec, donde crece el algodón coyuchi, de una riqueza increíble, prehispánica, que se ha conservado hasta ahora porque desde niñas tejen. A ellas debemos la permanencia del acervo textil de México al seguir con sus tradiciones.

Fructífero intercambio

El algodón coyuchi, especie prehispánica de color café, dejó de ser importante en las comunidades, de aquí hasta Sudamérica en la época industrial, porque las filaturas de las máquinas que usaban en ese entonces no funcionaban con esas fibras tan cortas, explica Russek.

La fibra es cosechada, hilada y transformada por manos de mujeres de la región.

La intención en estas décadas de trabajo ha sido rescatar el cultivo y elaboración de textiles con esta fibra prehispánica, del algodón que ellas acostumbran sembrar en su traspatio, una o dos plantitas, para hacer a su marido un cotón (especie de túnica que usan como camisa) y adornar sus huipiles, relata. Ahora, se siembran hectáreas enteras y se ha rescatado.

Tras 16 años de residir en este estado del sureste y participar en proyectos con tejedoras, Russek rememora: “Llegué a Oaxaca porque este grupo fue por mí, no tenían dónde canalizar su trabajo. Me llevaron el algodón coyuchi, que yo no sabía bien cómo era. Vengo de una familia de algodoneros, y me enloqueció.

“‘Queremos que nos ayude a que esto no se acabe’, me dijeron. ¿Y cómo piensan que les puedo ayudar?, ‘pues haciendo ropa que nosotros produzcamos, fue la respuesta”. Entonces, comenzó una relación de intercambio, con la que aprendieron a crear nuevas prendas, me vi obligada a enseñar a las artesanas a hacer ropa y abrí mi taller con el objetivo de apoyar a las mujeres que no pueden trabajar fuera de su casa.

Es el primer taller que Russek imparte en el CaSa; era muy importante que trajera a las artesanas para que ellas trabajen con otros diseñadores, otros artistas o ellas mismas aprendan más cosas, tener una visión global. Hoy vamos a ver libros sobre el panorama textil de América para que observen las similitudes y las diferencias. Ellas tienen mucha cultura, pero es la propia.

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Tejedora en el taller que se imparte en el Centro de las Artes de San AgustínFoto Alondra Flores

El taller, con una semana de duración, consiste en revisar su propia producción y las innovaciones que hacen, entre ellas piezas que han participado en concursos. Que ellas observen sus dibujos, las figuras que hay y cómo se pueden transformar en telas contemporáneas. Comenzar a dibujar y planear cómo serán sus próximos proyectos enfocados al vestuario y la decoración.

Lo que ellas hacen es lo típico de Mexico: huipiles, servilletas, caminos de mesa, lienzos que no son más anchos de 60 centímetros y 4 metros de largo. Al venir a un lugar como éste (el CaSa) trato de que puedan tener acceso a libros, colores, dibujos e inspirarse para seguir creando, pero ya con una renovación.

Muchos años de hilar historias

Russek expresa que el CaSa tiene el mandato de trabajar con los artesanos; “al maestro Toledo le interesa mucho este aspecto muy sui generis. Es muy importante apoyarlo, es una de las personas más admirables en México y Oaxaca. Ojalá tuviéramos políticos como él, lo que ha hecho para mejorar la situación de los oaxaqueños es inaudito, es una persona con gran generosidad y no se le puede decir que no”.

Después de más de tres décadas de trabajar con el textil étnico, afirma que se ha rescatado y ahora existe un mercado. En mis tiempos sólo se vestían de huipil las antropólogas y las gringas. Yo decía: no es posible, si te ves como reina.

Russek ha incursionado en el diseño de vestuario para ópera, danza y teatro, otra de sus facetas profesionales, al lado de directores como Alberto Lomnitz, Ludwik Margules y Luis de Tavira. Sin embargo, el arte textil indígena ha ocupado mayor espacio. ice esto por amor al textil mexicano, y para que estas mujeres tuvieran trabajo, porque yo básicamente laboraba en el diseño de vestuario de teatro.

Mientras el grupo de mujeres trabaja pacientemente en sus hilados, las mismas que la han acompañado durante décadas, Russek asume: Nunca me quise meter al ámbito de la moda, porque es una cosa muy frívola, demasiado desechable; me interesaba hacer algo que está llamado a ser un clásico.

Muchos años de hilar historias, cuando quedé viuda vinieron a verme y dijeron que me fuera a vivir con ellas, interrumpe la voz, toma dos segundos de serenidad y asume: entregas el corazón. Ellas mejoraron sus ventas y su forma de aparecer ante el mundo. Hemos hecho muchas cosas juntas.