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El cine de AL es muy flojo; hay espejismos: yo soy uno de ellos, dijo Arturo Ripstein

Mis personajes son oscuros, ya que vengo de un país de sobrevivientes

El mundo en el que gustaban mis cintas se acabó en el año 2000; éste en el que vivo me parece ajeno, señaló el realizador en festival de Panamá, donde presentó su reciente filme

 
Periódico La Jornada
Martes 1º de mayo de 2012, p. 9

Panamá, 30 de abril. Después de más de 40 años de carrera y casi igual cantidad de películas, el cineasta mexicano Arturo Ripstein considera que aún no ha llegado. Yo hubiera querido ser otro, uno que pudo. Mis películas son pequeñas, olvidables, predecibles e inexistentes, expresó en su visita al Festival de Cine de Panamá (IFF Panamá).

Ripstein, de 68 años, es considerado uno de los mejores directores de México. Hijo del productor de cine Alfredo Ripstein y discípulo del español Luis Buñuel, presentó en Panamá su filme más reciente, Las razones del corazón, melodrama inspirado en la novela Madame Bovary, de Gustave Flaubert, acerca de una ama de casa abúlica que se endeuda hasta el tuétano para salvar a su amante.

Según el realizador, el cine latinoamericano en general es muy flojo, pero hay espejismos: yo soy uno de ellos. Mis películas son horribles, dijo en entrevista con un grupo reducido de medios en Panamá.

Ripstein cree que ha sido muy afortunado por contar con una carrera muy larga, pero muy desafortunado porque, después de 46 años como cinerrealizador, siente que aún no he llegado. Podría ser un próspero cineasta y terminé siendo un cineasta de resultados y ganancias magras, agregó risueño.

El director de El castillo de la pureza y Profundo carmesí recordó que cuando era niño tenía una nana malévola que había leído a Nostradamus y que solía decirle que el mundo acabaría en 2000.

El Ripstein niño creció aterrado, imaginando que el mundo se acabaría con erupciones volcánicas o tsunamis, pero, dijo, el mundo terminó de otra forma.

Efectivamente el mundo se acabó en el 2000, pero no como pensaba. El mundo en el que yo tenía cabida y en el que las películas que hacía gustaban dejó de existir. El mundo en el que vivo en este momento me es ajeno e incomprensible. No sé si es mejor o peor, pero es otro.

Uno de los cambios que sufrió este nuevo mundo, según Ripstein, cuyas películas suelen tener protagonistas que viven existencias dramáticas y miserables, siempre al borde del abismo, es que ya no hay resistencia al sufrimiento. “La muerte de la mamá de Bambi ya no existe, fue abolida por decreto. Esa necesidad de crueldad y atrocidad ha sido abolida. No sé qué va a pasar con la generación de mis nietos, serán tuiteros... y lo terrorífico es que confundirán la te con la efe.

Cuando era joven siempre encontraba que contar; aunque sentía que los temas me encontraban a mí, yo era una especie de amanuense de algo que estaba por ahí, dijo el director.

Lentamente se me fue haciendo costumbre ver la naturaleza humana a partir de cierta mirada sobre mi entorno. Vengo de un país de sobrevivientes y encuentro personajes oscuros y al límite. No es lo único que hay, pero es lo que me da para buena narrativa y lo que compacta todas las cosas que me importan de la vida, que son oscuras.

Otro cambio de este mundo es, según Ripstein, que gracias a las nuevas tecnologías hoy en día es mucho más fácil hacer cine. Eso por un lado es positivo, porque lo ha democratizado, pero por otro le resulta “aterrador y escalofriante que cualquiera pueda agarrar una cámara y hacer una película.

Si para manejar un coche necesitas pasar ciertas pruebas, tendrías que hacer lo mismo para tener hijos y hacer cine. Hay una ignorancia profunda y un desprecio y desánimo total escandaloso para el oficio.