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Ver día anteriorMartes 24 de abril de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los significados de desorden
C

ada vez es más frecuente encontrarnos ante algún desorden. En la medicina, por ejemplo, distintas entidades clínicas se agrupan hoy en nuestro idioma bajo este término. Así, han aparecido los desórdenes por déficit de atención/hiperactividad, los de la conducta, alimentarios, visuales, auditivos y un larguísimo y desordenado etcétera. Debo confesar que esto me ha llamado la atención a partir de que también ha proliferado para referirse a condiciones que tienen que ver con la sexualidad, la reproducción y la identidad sexual. Por ejemplo, los desórdenes orgásmico femenino y su contraparte masculina, el del piso pélvico, o el de identidad de género, entre muchos otros. Lo primero que es importante aclarar es que no se trata solamente de una palabra, sino de un concepto que ha venido a ocupar un espacio en la evolución de las nociones sobre lo normal y lo patológico, las cuales se encuentran entre los mayores desafíos, no sólo para la medicina, sino para el conocimiento acerca de lo humano.

Pero, ¿cuáles son los significados de este concepto? Examinemos primero una dificultad planteada por el idioma. El término desorden en las entidades clínicas a las que me referí arriba proviene de la traducción un tanto irreflexiva del término en inglés disorder, que se emplea en la medicina anglosajona. En español, desorden significa confusión o falta de orden y también disturbio o alteración del orden público, lo cual, aunque resulta tentador para pensar que se identifica a la salud con el mantenimiento de cierto orden y, por ejemplo, a los desórdenes sexuales como atentados o disturbios contra un orden establecido, no es una interpretación correcta.

El Diccionario panhispánico de dudas, de la Real Academia Española (RAE), advierte acerca del desorden: “… Es incorrecto su empleo con el sentido que corresponde a las voces trastorno, dolencia o enfermedad, error frecuente en textos médicos por calco del inglés disorder”. Lo anterior significa que el término empleado en la medicina anglosajona no corresponde con el significado de desorden en nuestra lengua. Por ejemplo, en el caso de los llamados desórdenes de la identidad de género, como el travestismo o el transexualismo, sería un error interpretarlos como una desviación o atentado con respecto a cierto orden, pues su significado es otro (el cual, por cierto, tampoco corresponde con lo que piensa la RAE).

Así, las claves de este concepto se encuentran en inglés. Desafortunadamente los diccionarios de ciencias médicas anglosajones ayudan muy poco a entenderlo. Consulté varios de ellos, como los publicados por Saunders, Houghton Mifflin, Mosby, Elsevier y McGraw-Hill. En la mayoría el significado de disorder tiene que ver con desarreglo, trastorno, anormalidad, alteración, interferencia, o estado mórbido respecto de las funciones normales del cuerpo o la mente. En otras palabras, difieren muy poco de la idea tradicional de enfermedad.

Hay excepciones. Por ejemplo, en el Mosby’s Dictionary of Complementary and Alternative Medicine se le identifica escuetamente como: Una condición física o mental atípica, con lo que se elimina la connotación de enfermedad. Pero curiosamente, donde apareció una luz que brillaba intensamente fue nada menos que ¡en un diccionario de veterinaria! En efecto, en la tercera edición del Saunders Comprehensive Veterinary Dictionary, publicada en 2007, se asienta: Disorder: “… Se utiliza como un eufemismo cuando no es seguro que la anormalidad sea de hecho una enfermedad, o cuando las relaciones públicas sugieren que es probable que la palabra enfermedad resulte perturbadora”…

Pero dejemos por un momento los diccionarios y vayamos a un terreno más seguro. La reciente introducción del término disorder en algunos campos médicos y científicos en naciones angloparlantes nos brinda la oportunidad de indagar los significados específicos que se le asignan. En 2006 fue sustituido el término de intersexualidad (cuando una persona posee simultáneamente atributos biológicos masculinos y femeninos, incluyendo el hermafroditismo y seudohermafroditismo), por el de disorders of sex development (abreviado DSD). Es lo que ahora llamamos en español desórdenes del desarrollo sexual. La modificación fue el resultado de un estudio muy riguroso realizado por las dos sociedades médicas más importantes en el mundo en el área de la endocrinología pediátrica.

En el estudio se define a los DSD como “… las condiciones congénitas en las que el desarrollo del sexo cromosómico, gonadal o anatómico es atípico” (Pediatrics 118 (2): e488-e500, 2006). Lo anterior significa que el hermafroditismo y otros estados intersexuales ya no son considerados estrictamente enfermedades, sino condiciones atípicas. ¿A qué obedece este cambio? El mismo estudio responde a esta pregunta: a) los avances en la genética molecular en la identificación del sexo previamente considerado anormal, b) una mayor conciencia de las cuestiones éticas y c) la consideración hacia los pacientes, pues la nomenclatura anterior podría resultar peyorativa. Argumentos científicos, éticos y la defensa de los pacientes (por cierto, impulsada por ellos) respaldan lo que a mi juicio representa uno de los cambios más trascendentales en las nociones sobre lo normal y lo patológico en el siglo XXI.