Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 8 de abril de 2012 Num: 892

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Alfredo Larrauri, arquitecto
Guillermo García Oropeza

Bárbara Jacobs entre libros
Juan Domingo Argüelles

Clase 1952
Leandro Arellano

Dos poetas

Julián, por Herbert,
a solicitud expresa

Ricardo Yáñez entrevista con Julián Herbert

Dickens y la esperanza
Ricardo Guzmán Wolffer

Para volver a dante
José María Espinasa

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Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
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Cinexcusas
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La Jornada Virtual
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Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
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Hedy Lamarr: la inventora más bella del mundo

Del escándalo a Hollywood

En 1933 tuvo lugar una de esas fantásticas epifanías que nos ofrece el cine. Una bellísima joven austríaca, Eva, interpretada por la debutante Hedwig Eva Maria Kiesler, protagonizó el filme checo Ekstase, de Gustav Machaty, en el que se contaba la historia de una muchacha recién casada con un hombre mucho mayor e incapaz de tener relaciones sexuales. Eva se encuentra con un joven, Adam (Aribert Mog), y tiene un tempestuoso affaire. La cinta era un trabajo ambicioso, pero de cualquier forma fue un escándalo por presentar la infidelidad de una mujer y más aún porque en una secuencia la muchacha se tira a nadar desnuda en un lago, dejando su ropa sobre un caballo que se aleja. La mujer persigue desnuda al caballo y su ropa hasta que Adam lo detiene y le da su vestido. Esta no era la primera cinta que mostraba un cuerpo desnudo; sin embargo, lo que la hizo meritoria de la condena del papa Pío xi y de la furia de las Ligas de la decencia es que mostraba con gran realismo el rostro de la protagonista mientras hacía el amor y, supuestamente, tenía un orgasmo. Luego se supo que en realidad estaba teniendo amoríos con Mog. Hedwig se casó el 10 de agosto de ese año con el magnate armamentista Fritz Mandl, amigo y proveedor de municiones, aviones de combate y sistemas de control de Hitler y Mussolini, para quienes Hedwig, que era judía, debió servir de anfitriona. Mandl le prohibió volver a actuar y la mantenía como una cautiva; intentó comprar todas las copias de Ekstase para destruirlas, una labor en la que fracasó. En 1937 Hedwig logró escapar de Mandl y en Londres conoció a Louis b. Mayer, el empresario de la mgm. Vendió sus joyas y compró un boleto de ida a Estados Unidos, en el mismo barco en que él regresaba, con la intención de convencerlo de que le diera una oportunidad de actuar. Al llegar a tierra Meyer le había dado un contrato por siete años y la había rebautizado como Hedy Lamarr.

Su verdadera vocación

La historia de Lamarr como estrella de cine (que nunca aprendió a actuar pero protagonizó alrededor de veinticinco filmes), como ninfómana confesa y pésima madre, así como su incapacidad de aceptar la vejez (y la atroz cirugía plástica que la dejó prácticamente deforme) son leyendas hollywoodenses bien conocidas. Lo que es menos célebre es su carrera como inventora e ingeniera amateur. En 1940 conoce al compositor George Antheil, autor de piezas vanguardistas que celebraban la tecnología como Airplane Sonatas, Death of Machines y Ballet Mecanique. Antheil también presumía de ser experto en endocrinología femenina. Como escribe Richard Rhodes en su libro Hedy’s Folly. The Life and Breakthrough Inventions of Hedy Lamarr, the Most Beautiful Woman in the World, Lamarr contactó a Antheil pues estaba interesada en unos implantes de senos, pero la conversación se desvió hacia el tema de los torpedos, de los cuales ella tenía profundo conocimiento debido al trabajo de su exmarido, además de que durante las famosas cenas en casa de Mandl se había dedicado a espiar y memorizar los planes, preocupaciones e ideas que revelaban los militares nazis. Lamarr, quien estaba obsesionada con hacer su parte en la guerra contra el Eje, le explicó a Antheil que los sistemas de control de radio de los torpedos eran vulnerables ya que las señales podían ser intervenidas por el enemigo; para evadir esto pensaba que podían utilizarse señales que saltaran de frecuencias rápidamente. Él comentó que era posible sincronizar las señales de radio con un mecanismo semejante al de los pianos mecánicos. Lamarr adoptó la idea y diseñó un sistema de espectro ensanchado por salto de frecuencias de radio que permitía controlar torpedos con señales en diferentes longitudes de onda que impedían ser interceptadas. En 1942 patentaron su sistema secreto de comunicación, el cual se programaba en hojas perforadas como las usadas por las pianolas. Ofrecieron su invento a los mandos militares, pero éstos no mostraron interés alguno; de hecho les pareció ridículo que una actriz se creyera inventora. En cambio, la invitaron a recaudar fondos para la guerra y aceptó. La patente expiró en 1959 sin que fuera utilizada. Sin embargo, en 1957 un ingeniero de la Sylvania Electronic Systems Division, en Búfalo, Nueva York, descubrió este sistema y sustituyó los rollos de pianola por circuitos electrónicos y creó la base de las comunicaciones secretas militares. Esta tecnología no fue usada contra los nazis, sino que fue instalada en los barcos que bloquearon a Cuba en 1962, durante la crisis de los misiles, y hoy es una tecnología indispensable para la telefonía celular y la transmisión inalámbrica de datos. Lamarr nunca fue reconocida por su talento como inventora y hacia el final de su vida, en enero de 2000, se convirtió en un icono trágico de la decadencia y del exceso hollywoodense.