¡Qué darían por ser tan sólo un árbol,
una erguida dulzura
donde cantara el viento,
un río vertical, un estallido
en los ojos de Dios
o una piedra
de corazón sombrío y de miel íntima,
fortalezas
donde labios de sal, de lluvia viva,
resbalaran en tanta mansedubre!
Darían todo, eso que fue su vida,
ese montón inerte de palabras
que alguna vez se dicen con dulzura.
Un árbol o una piedra,
una corteza firme a las heridas
o heridas como manos,
dulce niebla.
De Memoria de la poesía, Difusión Cultural UNAM |