Sociedad y Justicia
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He llegado a conducir 16 horas diarias

Mujeres taxistas se ganan la confianza de pasajeros y choferes
 
Periódico La Jornada
Martes 7 de febrero de 2012, p. 42

Luz Adriana tiene 50 años y desde hace dos se convirtió en  una de las 800 mujeres taxistas que se calcula trabajan en la ciudad de México.

Tenía mi consultorio, pero lo fui dejando para dedicarme a mis hijos. Con el paso de los años mi equipo se fue volviendo obsoleto y yo no estaba actualizada, por lo que decidí vender todo; luego puse un café Internet y al principio era muy buen negocio, hasta que se multiplicó la competencia, así que cerré y ahora la opción que encontré para seguir trabajando es manejar un taxi, explica.

En un gremio donde las mujeres son escasas, los concesionarios me decían: “¿cómo una mujer va a manejar un taxi?, eso es trabajo de hombres. Entonces fui con las señoras que tienen flotas de carros y ellas sí me tuvieron confianza.

Después me animé a sacar mi propio auto, porque tenía que trabajar muchas horas para sacar la cuenta, pagar la gasolina y otros gastos del coche.

Asegura que a los clientes les agrada que una mujer sea conductora. Les da confianza, sobre todo a otras mujeres, pues muchas cuentan que a veces los choferes las acosan sexualmente, se quejan de que las unidades están sucias o de la imprudencia y mala educación de algunos conductores.

Afirma que no ha sentido discriminación de los pasajeros por ser una mujer desempeñando un trabajo donde prevalecen los varones, pero si ha experimentado los mismos peligros que sus compañeros al trabajar de madrugada.

Ya me llevé un susto. Un día subí a un señor y un jovencito. Pensé que eran padre e hijo y eso me dio confianza. Me asaltaron y para someterme me golpearon y amenazaron con un cuchillo. Estuve seis semanas en cama por los golpes. Por eso ahora procuro no trabajar de noche, recuerda.

Ha llegado a conducir hasta 16 horas diarias, pues debo pagar 5 mil pesos de la mensualidad del carro, sacar para la gasolina, que sube a cada rato, y pagar la escuela de mi hija, que estudia en una universidad privada.

El trabajo es duro, pero Luz Adriana no se arredra. Hay que andar a las vivas. Cuidarse de policías extorsionadores y de los asaltantes, además de medir tiempos para llegar puntualmente a recoger a mis hijos y hacer mis labores en la casa, pero me gusta. Con este trabajo he redescubierto la ciudad.