Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 8 de enero de 2012 Num: 879

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

En la uña de la gata
Kostas Sterguiópoulos

Los daños
Juan Tovar

Lo breve de los siglos, lo profundo del momento
Ricardo Yáñez entrevista con Juan Manuel Ramírez Palomares

La palabra clara de Gabriela Mistral
Ximena Ortúzar

Años
Cesare Pavese

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Esther Andradi

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Luis Tovar
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El cine, las publicaciones y sus registros (II DE III)

Alguna vez integrante del equipo editorial de una de las publicaciones aludidas aquí la semana pasada bajo el rubro de revistas-mascota, a este sumaverbos le tocó ser testigo de una mecánica de trabajo y una política de manejo de contenidos de todo punto inflexible, de acuerdo con lo cual y sin saberlo ellos, los tomadores de decisiones editoriales daban absoluta vigencia a una frase de triste fama, dicha por quien alguna vez fuera presidente de la República, José López Portillo, refiriéndose a los periódicos y revistas de circulación nacional:  “no pago para que me peguen”.

Conscientes del potencial suicidio que resulta de morder la mano que las alimenta, y perteneciendo esa mano a las empresas de distribución y exhibición cinematográfica, dichas revistas tienen por imposible “pegarle”,  “hablar mal” (en los hechos, lo entrecomillado suele convertirse en su antónimo perfecto, pues para no “pegar” se acaricia y para no “hablar mal” no se habla simplemente de modo neutro sino bien, aun sin motivos), de las películas que las susodichas empresas están interesadas en promover. He aquí la idea clave, la nuez del asunto: la relación entre las revistas-mascota y sus amos está cifrada en el ejercicio de la promoción o, en otras palabras, en la intención de anunciar, de hacer publicidad pero dando el gatazo de que se está haciendo labor editorial. Jamás se trata de difundir, así a secas, o más escuetamente de consignar la aparición y disponibilidad de un filme, sin ánimos de denostación –aquí del todo impracticables, debe insistirse–, pero tampoco de obligado/forzado encomio.

Así las cosas, la revista-mascota luce idéntica al distribuidor-exhibidor que funge de amo: ambos harán el insincero, diríase esquizofrénico, elogio mercachifle de mamarrachos inenarrables tipo Transformers, Linterna Verde o Los Pitufos, y lo harán sin experimentar ninguna íntima tristeza y sin empachos ocasionados por la que para ellos es una imposible autotraición, pues al amo le interesa que las salas se llenen, y a la mascota le toca mover la cola tanto como haga falta para que su amo esté contento y, en respuesta, lo premie con las habituales croquetas con forma de cheques.

Son tales las condiciones del fenómeno cinematográfico en nuestro país, pero sobre todo las de la inercia adquirida con el paso de los años, que el estado de las cosas antes descrito ya le parece no sólo “natural” a la mayor parte del público sino también, lo cual es todavía más grave, conveniente o positivo.

Una de las primeras y peores consecuencias de esto es la postergación indefinida de la formación de un cineespectador convenientemente capacitado para el análisis, el discernimiento y el cuestionamiento que, como consecuencia, le permita rechazar o aceptar, provisto de un muchísimo más amplio conocimiento de causa, el cine que ha de ver y, por lo tanto, el que ha de volver rentable y, por lo tanto, recurrente en la programación y, por lo tanto, también en las publicaciones especializadas lo mismo que en las secciones correspondientes dentro de publicaciones de alcances más amplios.

Una segunda consecuencia es, claro está, la escasa y difícil existencia de publicaciones periódicas con una vocación opuesta o, por lo menos, no esclava de la mercadotecnia ramplona. En este ámbito, de navegación tan llena de riesgos de naufragio como es la que se hace en medio de un archipiélago sin faros, trazan su singladura revistas como Cine Toma y Estudios Cinematográficos.

Si bien no goza de total regularidad en la asignación de sus recursos y, por ende, en su circulación, esta última tiene a su favor la garantía implícita en contar con el respaldo de la UNAM, lo cual se traduce en que, si bien puede y suele tardar más de la cuenta, de que la revista sale, sale. Es preciso aclarar que, a diferencia de todas las otras, los propósitos de Estudios Cinematográficos son claramente académico-teóricos y, por lo tanto, el público al que va dirigida es muy otro que el de las publicaciones promocionales.

No sería forzado afirmar que Cine Toma se ubica, en más de un aspecto, a medio camino entre los dos polos hasta aquí bosquejados, y menos violento resulta sostener que, en más de un sentido, Cine Toma es heredera de buena parte del espíritu que en su momento animó a las hace ya un buen rato extintas, si bien nunca olvidadas, 35mm, Dicine, Pantalla, Intolerancia, Nitrato de Plata y Nuevo Cine –de esta última se hablará con alguna amplitud más adelante en estas mismas líneas.

(Continuará)