Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 8 de enero de 2012 Num: 879

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

En la uña de la gata
Kostas Sterguiópoulos

Los daños
Juan Tovar

Lo breve de los siglos, lo profundo del momento
Ricardo Yáñez entrevista con Juan Manuel Ramírez Palomares

La palabra clara de Gabriela Mistral
Ximena Ortúzar

Años
Cesare Pavese

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Esther Andradi

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Las otras sésamo

Edgar Aguilar


El puro cuento,
Núm.10,
Editorial Praxis,
México, 2011.

Las recientes revueltas de Egipto, Libia y Siria muestran que en algunos países de Medio Oriente se gesta un orden distinto al ya establecido. El vasto territorio árabe apremia quizá a una renovada concepción en sus formas tradicionales de vida y de convivencia. En realidad, este rompimiento se viene dando desde hace mucho, y su literatura, su gran literatura, viene asimismo a confirmar y a revalorar su lugar en el mundo.

El cuento, esa quintaesencia de la narración oral que los persas llevaron a su máxima expresión con Las mil y una noches, ha sufrido, desde entonces, diversos cambios tanto en su estructura temática como en su manera de abordar y de presentar las complejas transformaciones, lo que es, en cierto modo, consustancial a todo proceso de cambio. No debe extrañarnos, por tanto, la enorme y casi paradójica similitud entre el cuento “de oriente” y el cuento occidental en la actualidad.

Once relatos componen esta magnífica entrega –además de una breve introducción que nos ofrece una idea bastante más clara de lo arriba señalado– de cuento árabe contemporáneo, con un trabajo de traducción elogiable, que incluye primordialmente autores vivos y aun algunos muy jóvenes. Historias donde lo emotivo, el recuerdo, el exilio, lo pasional, lo vivencial, la superstición y lo ignominioso, sin dejar de lado la fantasía y la ironía, parecen ser los temas más recurrentes.

Así, integran el presente número, “Un clavel para el cansado asfalto” (imágenes más o menos dispares de la vida de un “típico” barrio árabe), de Zakariya Tamer; “Un largo invierno” (un perseguido político deberá abandonar subrepticiamente esposa e hijos para entregarse a la inclemencia de una noche invernal), de Ibrahim Samuel; “Si fueses un caballo” (la dramática relación entre un padre y su hijo), de Gassan Kanafani; “No siempre los niños son tontos” (una hermosa y enigmática fábula de niños), de Muhammad Shukri; “Leyenda” (la superstición de una mujer y la determinación de un coleccionista de piedras), de Jabbar Yassin Hussin; “El barco” (un viajero que padece de un triángulo amoroso a bordo), de Yabra Ibrahim Yabra; “Hanefff de Glasgow” (un hombre lucha con su presente al rememorar al chofer de la familia), de Mohammed Hassan Alwan; “Mimouna” (la fragmentada historia de una mujer en el exilio), de Faïza Guène; “Crimen en la calle de los restaurantes” (la conversión de un excéntrico decorador de interiores al asesinato), de Wajdi Al Ahdal; “He venido para indicarte el camino” (la introspección de un hombre ante el amor perdido), de Osama Esber, y “Pimienta” (la candidez y viveza de un niño pobre), de Naguib Mahfuz.

Se complementa con un dossier dedicado a  los artistas plásticos Mohannad Orabi y Ahmad Moualla, un ensayo de Estrella Asse sobre Cuentos de la Alhambra, de Washington Irving, llevados a la pantalla por el cineasta español Florián Rey, así como un texto que indaga en Scherezada, de Rimsky-Korzakov, a cargo de Rebeca Mata. Sin duda, un encomiable número diez.


La paradoja de stephen

Antonio Soria


El gran diseño,
Stephen Hawking y Leonard Mlodinow,
Crítica,
España, 2010.

Al momento de la muerte de Albert Einstein, acaecida en 1955, Stephen Hawking debía tener doce o trece años de edad y, como es natural, no gozaba, ni podía haberse imaginado, la fama mundial que actualmente lo ha convertido en el exacto equivalente del célebre autor de las teorías especial y general de la relatividad, si bien dicha equivalencia no proviene tanto de lo que con toda seguridad preferiría el inglés –es decir, la relevancia, fuera de toda duda, de los descubrimientos en física teórica dados a conocer por el alemán a principios del siglo XX–, sino de la percepción masiva que de su persona y sus actividades tiene el público en general, sobre todo el no especializado en los temas de su disciplina profesional.

Apuntalado en el tratamiento mediático que se le ha dado a Hawking por lo menos desde 1988, año de publicación de su célebre Historia del tiempo, pero asimismo, es preciso admitirlo, en virtud del sentimiento de admiración que despierta el estado de salud del también autor de A hombros de gigantes, ese público masivo ha encontrado en Hawking al perfecto sustituto de Einstein para ponerlo en un imaginario tanto individual como colectivo que gusta de tener en su galería, como si de simples iconos se tratara, a la figura del “científico”.

Como de Einstein en su momento, de Hawking se espera todo el tiempo que le revele a la humanidad algo idéntico o por lo menos equivalente a “la clave” para comprender el Universo entero. Ambos lo supieron y ambos, en el contexto que les ha tocado enfrentar, han respondido a una exigencia así de desaforada con una postura inevitablemente ambigua: Hawking, como Einstein, sabe bien que la tal “clave” no existe en los términos que resultarían comprensibles para el público que la espera, pero sabe también que la tarea de la ciencia es acercarse tanto como sea posible a esa suerte de epifanía sin religiosidad, a sabiendas de que cuando la crea ya alcanzada, ésta se habrá alejado una vez más bajo la forma de nuevas preguntas, paradojas y enigmas.

En este orden, la divulgación de los avances científicos, concretamente los efectuados en física teórica, suele ser elaborada como una especie de “ahora sí, aquí está la verdad última, la teoría del todo”. Los diarios, en tiempos de Einstein y los libros y otros vehículos de comunicación, en tiempos de Hawking, se hacen cargo de tal despropósito, no por azar con el mismo motivo, totalmente a-científico: vender más y mejor sus ediciones. Lo anterior y nada más ocurre con El gran diseño, la más reciente entrega divulgatoria de Hawking, cuyo título apenas rebautiza lo que el propio Hawking y otros físicos abandonaron hace ya algunos años –la famosa teoría unificada–, como ruta hacia la comprensión del origen y desarrollo del universo.

Sin menoscabo del valor que tiene difundir, masivamente y en términos accesibles, los temas apasionantes de la física teórica, así como bosquejar las fronteras más lejanas a las cuales se ha llegado hasta el día de hoy, el hecho de que este libro sea presentado como la enésima “culminación de la búsqueda” humana, implica para Hawking una paradoja tremenda: desde muy temprano en su carrera científica y de divulgación, Hawking ha intentado consistentemente desmarcarse de su célebre antecesor e incluso –como lo sabe quien lo ha leído y lo verá quien se asome a El gran diseño– ha hecho de Einstein blanco de cierto retintín minimizante, como quien dijera: “no es para tanto lo que hizo y se equivocó en muchas cosas”. Ya se verá, en el futuro, quién toma la estafeta y se pone a mirar a Hawking por encima del hombro.


El suplicio poético de Ricardo Muñoz Munguía

Miguel Ángel Muñoz


Melodías del suplicio,
Ricardo Muñoz Munguía,
Universidad Autónoma de Puebla,
México, 2011.

Un poeta auténtico suma dones y acumula conocimientos. También sabe sacudirse con un gesto casi animal las influencias poéticas. Ricardo Muñoz Munguía hace todo eso en este su cuarto libro de poesía: Melodías del suplicio. Tiene un equilibrio propio y un proyecto –cosmológico y cromosómico– palpable en cada palabra. Semejante tarea puede ser heroica. Él se la toma con ironía. Su aventura arranca en el lenguaje mismo con un verso, de naturalidad sorprendente: “Varias ocasiones golpeo la puerta/a la vez,/pausada,/ fuerte,/bajo/pero nadie abre…” Estas son las razones de fondo del poetizar de Muñoz Munguía. Hay luego en su obra unas referencias literarias que no cabe ignorar. En primer lugar, la de su inicial admiración por la poesía de José Gorostiza y Octavio Paz, con los que rompe pronto para evitar la esclerosis creativa y volver sin interferencias al caudal de la propia voz. Esta ruptura se verá sustituida por la influencia de otro mundo, el del estudio del lenguaje por sí mismo, como experiencia llevada al límite. Tampoco pasan inadvertidas las huellas de determinados autores que amó; , influyentes a través del campo de las ideas (Shakespeare), de ese lirismo tembloroso que a veces aflora en el texto hermético (los románticos europeos, Keats) y sobre todo, ese tono de recio, seco, existencial, que muestra su afecto por las obras de Leopardi o Yeats.

A su manera, la poesía de Muñoz Munguía conectaba, después de tanto tiempo y de tanto vacío reflexivo, con esas corrientes, a la vez que se nutría con otras de determinadas poéticas europeas del siglo XX; algo que le venía sugerido al autor por su residencia en el extranjero y por su experiencia traductora (Kavafis, Celan, Montale, Péret); también por su apuesta por una desnudez expresiva de sentido más universal que hispánico. Todas estas actitudes no remiten sólo a influencias, sino a la constatación evidente de un hecho: la existencia de una voz poética, de tenaz sentido, de clara originalidad. Además Muñoz Munguía sustentó esta obra poética en una base teórica, lo que, hecho en nuestro país, es siempre inusual, y signo de coherencia creativa. Tampoco hay que olvidar que Valente ha mostrado cierta alergia generacional que, cuando se comprueba la resistencia y la independencia del creador, siempre es saludable.

Son muy necesarias estas apreciaciones para valorar una obra como la de Muñoz Munguía, poeta de un gran rigor expresivo, en el que apreciamos muy bien esa otra sensación de que el nuevo poema sólo se derrama a través de una especie de brecha. En nuestro autor, esta fidelidad a una palabra exclusivamente suya se nos muestra ya desde los primeros libros. Quizá radique aquí esa lucidez extremada que muestra la poética de este autor, pues mediante una definición escueta y terrible nos dijo: “La materia de la poesía es la meditación de la muerte.” Late por tanto en sus versos un sentido de intemporalidad que no se compromete lo más mínimo con el presente. Hay en este nuevo libro un mundo francamente nuevo, revelador de esa “segunda realidad” que para nosotros es la poesía, pero también observamos esas fuentes culturales que explican muy bien su mundo a la vez claro y enigmático, áspero y delicado. Lo que cuenta, en cualquier caso, es ese afán nada mediocre del autor, que es probable que provenga no sólo de su vocación para el periodismo cultural, sino también del trabajo de editor de suplementos culturales. Luego, al fondo del fondo de sus cuatro o cinco libros, hallaremos el poder sanador de los símbolos (la luz, la flecha, el amor, la sombra), así como el manantial de la memoria, que cierra el círculo vital y creativo, sacando a la luz ese otro manantial que siempre es la memoria y el tiempo perdido.

Esta firme actitud personal de Valente y de su voz se ha reconocido –descendiendo al campo de los tópicos–, en unos casos como “mística” (algo que el autor se ha encargado de negar en diferentes conversaciones); o en esa “poética del silencio”. Lo cierto es que Muñoz Munguía ha seguido con voluntad un duro camino, emitiendo señales insistentes y no siempre con respuesta, hasta desembocar en esta nueva entrega. Materializar luego esa opción personal y rigurosa en poemas es su mérito y su don, el resultado de la obra cumplida. Y nos deja ese ofrecimiento de la obra ya en marcha, o por escribir, como un punto y aparte que aparece constantemente.



Sirena Selena vestida de pena,
Mayra Santos-Febres,
Dirección de Literatura,
Difusión Cultural UNAM,
México, 2011.


Poeta y cuentista puertorriqueña nacida en 1966, la autora ha recibido innumerables premios literarios de todas partes del mundo, entre los que destacan el Juan Rulfo de cuento en 1996 y, en el mismo género, el Letras de Oro en 1994. Aparecida originalmente hace once años, esta es la primera novela publicada por Santos-Febres, en la que puede apreciarse, página por página, una voz eminentemente poética.



Antología de cuento catalán,
Francesc Garreta (compilador),
Dirección de Literatura,
Difusión Cultural UNAM,
México, 2011.

“Que esta selección sirva para ensanchar los vínculos de conocimiento y cariño entre México y Cataluña.” Con tales palabras cierra el compilador los agradecimientos que inauguran este volumen, mismo que incluye, además de un sabroso prólogo del propio Garreta, cuentos de Mercé Rodoreda, Salvador Espriu, Pere Calders, Joan Perucho, Jesús Moncada, Carme Riera, María Barbal, Quim Monzó, Sergi Pámes, Albert Sánchez Piñol, Vincenc Pagés, Miquel Baixauli y Lluís Ferran de Pol.



El caballero del desierto,
Omar Delgado,
Siglo xxi Editores,
México, 2011.

Con ésta que es su segunda novela Delgado mereció el octavo Premio Internacional de Narrativa convocado por Siglo XXI. Viejo lobo de talleres y otras instancias literarias, así como ensayista y poeta, Delgado da testimonio, en El caballero…, de una intensa capacidad fabuladora, una pluma inquietamente hábil y gran disposición para darle nuevo aliento a temáticas –el narco, la frontera con Estados Unidos, entre otros adyacentes– urgidas precisamente de renovación, para evitar su caída en el anquilosamiento y el maniqueísmo.