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Hace siete años fue atropellada; perdió la pierna izquierda y entró al mundo del deporte

María de los Ángeles Ortiz: el reto de superar la adversidad

Ganó plata en Pekín 2008

Tiene dos récords mundiales en disco y bala

Este año obtuvo el PND y el Luchador Olmeca por ser ejemplo para niños y jóvenes

Se sobrepone a un cáncer de mama

 
Periódico La Jornada
Viernes 30 de diciembre de 2011, p. a13

Hace siete años María de los Ángeles Ortiz clamó justicia y nadie la escuchó, al perder la pierna izquierda por la imprudencia de un junior alcoholizado en Veracruz.

La medallista paralímpica recuerda cómo el destino cambió su vida, además de que se sobrepuso a fuertes tratamiento para combatir el cáncer de mama que la ha afectado en los años recientes. Agradece a Dios que este 2011 se encapsuló y no me abrieron.

Para 2012 la lanzadora anhela dar los mejores resultados en la gira europea, porque su meta principal es la medalla de oro en los Juegos Paralímpicos de Londres, para superar la plata de Pekín 2008 y batir los récords del orbe de 30.82 y 11.24 metros en disco y bala, especialidades que domina.

El año que está por terminar le significó muchas bendiciones y me quedo con todo.

La deportista arrasó en las competencias en las que participó, lo mismo en Europa que en Oceanía y Sudamérica, pero competir en casa y con el cariño del público la emocionó. Participó en los Juegos Panamericanos de Guadalajara y no tiene palabras para describir ese momento único que la embargó hasta las lágrimas.

Al caudal de éxitos que comenzó hace un lustro, la multimedallista de 37 años de edad sumó la máxima distinción con el Premio Nacional de Deportes y el Luchador Olmeca, en reconocimiento a sus logros y por ser un ejemplo para la niñez y juventud del país.

De Comalcalco, Tabasco, Ortiz creció en el puerto de Veracruz, donde concluyó la licenciatura en comercio internacional con mención honorífica. A la escuela superior iba de noche, ya que durante el día trabajaba para costearse los estudios, y con familia (esposo e hija), apenas les alcanzaba.

Todo iba bien, como lo tenía planeado la gerente de una empresa dedicada a residuos contaminantes. Pensaba que era un día como cualquiera. Pasaban de las nueve de la mañana y se dirigía a sus labores. Caminaba por la banqueta y de pronto, en cuestión de segundos, sintió el golpe duro, seco, y mucho dolor.

El auto deportivo Camaro de Ricardo Márquez Aguirre, de 18 años, la impactó contra una barda. El conductor huyó, pero su copiloto, quien festejaba la graduación de la noche anterior, se conmovió al ver a la mujer pidiendo auxilio que su amigo le negó.

La ambulancia llegó tarde y se la llevaron a la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social. Por cosas del destino el hijo del subdirector fue el que la atropelló y la madre de éste, también médica, era subdirectora del hospital de ginecobstetricia Salvador Díaz Mirón. Además, era sobrino del subprocurador de justicia del Estado.

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María de los Ángeles en emotivo festejo durante los Juegos Parapanamericanos de GuadalajaraFoto Conade

“Yo moría del dolor; no me hicieron análisis y ya llevaba tres días hasta que la enfermera me dijo que me fuera porque aquí ‘se va a desangrar y la van a dejar morir’.

“Le pedí a mi esposo que me sacara y me llevara a una clínica particular. Ahí duré 72 días y salí con una pierna y en muletas. En ese lapso, la familia (Márquez Aguirre) me ofreció dinero para que diera el perdón legal a su hijo sin presentar demanda. Me negué.

“Fue un calvario –el litigio de casi dos años–, porque a final la juez de distrito, Aracely Estrada, determinó que no había castigo y en compensación dictaminó que mi pierna valía ¡30 mil pesos! No quería dinero, sólo clamaba justicia”, relató la veracruzana.

Aunque hoy es una mujer que siempre está sonriente, atenta y aconsejando a sus compañeros, resignada a estar en una silla de ruedas o a veces en muletas, no es fácil aceptarlo y menos cuando los planes se vinieron abajo por “un par de juniors borrachos”.

Su vida dio un giro de 180 grados. Comenzó de nuevo “a aprender a caminar. A recoger mis pedazos, a resignarme, terminar la carrera y seguir siendo un ejemplo para mi hija, porque honestamente la familia estaba en el hoyo.

“No se compensa con nada –perder una extremidad–, ni con los reconocimientos o triunfos. Es bonito sentir que la gente te quiera por el brillo que te da ser un deportista de nivel mundial. Eso no era lo que tenía planeado, pero agradezco a Dios estar viva, porque no hay que vivir del pasado ni cargar con amarguras.

“Todo ahora para mí representa un reto y, como persona con discapacidad, no quiero causar pena. Soy diferente porque con lo que me pasó comencé a conocer a las personas que sufren este tipo de desgracias por gente imprudente.

“Luego me integré al deporte adaptado –por invitación de otra paisana, Estela Salas– y ahora todos me escuchan por ser medallista, porque antes, cuando era una persona normal, grité y me cansé de pedir justicia legal”, puntualizó con voz entrecortada la subcampeona paralímpica.