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El Presidente reitera que su estrategia contra la delincuencia no se moverá un milímetro

En estos 5 años de gobierno plantamos la semilla de una nueva patria democrática

Calderón asegura que emprenderá alegremente el útimo trecho de su administración

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Al término de su mensaje, un grupo de niños regaló flores al presidente Felipe CalderónFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Lunes 5 de diciembre de 2011, p. 7

Dadme todo el poder del Estado y sembraré una semillita. Uno no sabe, bajo el latoso sol decembrino en el Campo Marte, de dónde le viene la humildad al presidente Felipe Calderón.

Durante una hora y 10 minutos de discurso, por su quinto año al frente del gobierno, Calderón enuncia logros epopéyicos: la cobertura universal de salud que no ha alcanzado ningún país en desarrollo, una estabilidad económica que no está ni en los sueños de Europa, más ingenieros que en Alemania o Brasil, más inversión en infraestructura que en cualquier otro gobierno desde hace un siglo, casas para más mexicanos que en toda la historia de la República, etcétera, etcétera.

Muchos y muy vistosos logros para luego decir, modestamente, que reconoce aciertos y errores, y que, a final de cuentas, en estos cinco años apenas plantamos la semilla de una nueva patria democrática, ordenada y generosa.

Una hora antes, la presencia del presidente Calderón ha sido anunciada para el altavoz. Antes de su aparición en el escenario, los asistentes reciben una dosis de naranja mecánica, una sucesión de titulares de diarios que hablan de violencia criminal, imágenes de violencia, rostros de conocidos criminales (destaca El Mochaorejas), todo en blanco y negro, con música que quiere pasar de siniestra a épica cuando aparece en un letrero el año 2006 y la pantalla va al color.

Comienzan entonces breves incursiones de Calderón, en su papel de presidente bravucón: Si estuviera en la posibilidad de evitar un crimen y no tuviera más que piedras en las manos, lo haría con las piedras, Claudicar no es opción. Tras el videoclip que hubiera vuelto ángel a Alex DeLarge, aparece el Presidente en vivo, único orador, a recibir 40 y tantos desangelados aplausos, sobre todo cuando alza la voz para enfatizar una parte de su discurso. 

El maestro Calderón

Las prioridades quedan claras en la pieza oratoria: 25 minutos a la guerra contra la delincuencia (apertura y remate incluidos), 14 a la política social, 10 a la economía, cuatro al medio ambiente y tres a la política exterior. El resto del tiempo se divide en un resumen de sus logros y un mensaje que suena a despedida, aunque un tercio lo emplea para volver a la guerra contra la delincuencia, el tema verdadero de un periodo que el Presidente llama el sexenio de la salud o el sexenio de la infraestructura.

El discurso abre (¿podría ser de otra manera?) con uno de los mayores desafíos, con un rostro de violencia, de maldad que México no había visto.

El 20 o 25 por ciento de los votantes que le conceden a Calderón valentía o decisión para hacer lo que ningún otro había hecho son el target del Presidente, necesitado su partido más que nunca de su voto duro. Así, aunque en rigor se critica su estrategia fallida, Calderón asegura: ¡Quienes afirman que hubiera sido mejor no meterse con los criminales están rotundamente equivocados!

En un corredor detrás de las gradas, fuera de la vista del Presidente, todas las dependencias del gobierno federal han colocado estands, en cuyas paredes de plástico se presumen los logros del gobierno. Los invitados, la gran mayoría funcionarios de ese mismo gobierno, hacen fila para que les regalen bolsitas promocionales o arbolitos.

El Campo Marte resulta grande para los organizadores del evento, pese a que, en realidad, el escenario y las zonas destinadas al público ocupan sólo una cuarta parte.

Completan el cuadro tres grandes pantallas montadas sobre una escenografía en tonos de verde (del militar al pastel) y rematada con seis columnas donde se proyectan juegos de luces durante el discurso presidencial.

En el escenario principal se disponen sillas para representantes de los beneficiarios de programas sociales (una porción debe ser llenada, de última hora, por militares y policías ante la falta de público civil).

En la primera de las zonas separadas por vallas se colocan el gabinete, los gobernadores y los invitados de honor; siguen los funcionarios medios y detrás de una tercera valla los funcionarios menores y la prensa.

Ése es el público que escucha a Calderón y sus lecciones de tipología delincuencial. Nos enteramos así del aprendizaje de cinco años (nunca fue más justo aquello de que la letra con sangre entra). Por ejemplo, de las etapas de la delincuencia: predatoria (pandillas locales que pueden ser controladas), parasitaria (bandas del crimen comienzan a enquistarse en la sociedad) y etapa simbiótica: Ya no hay diferencia entre criminales, instituciones policiacas y sociedad.

De la diferencia entre traficantes y narcomenudistas, que también explica frente a los tres aspirantes a la candidatura presidencial de su partido, Calderón pasa a reiterar que su estrategia no se moverá un milímetro: Hemos defendido y vamos a seguir defendiendo a las familias mexicanas hasta el último día de mi mandato.

Y de ahí a decir que la guerra se ha hecho con la ley en la mano y con apego a los derechos humanos, pese a los inventos de los más reconocidos organismos de derechos humanos nacionales y extranjeros.

Y luego al reparto de culpas: a los gobernadores y alcaldes que no han certificado a sus policías, a los legisladores que no aprueban reformas a modo, a los jueces que están en la mira de los delincuentes.

Gracias a la gente que ora por mí

El eco de la elección michoacana llega en la forma de un llamado a todas las fuerzas políticas para que expresen con claridad su repudio al crimen organizado, porque su intervención en los comicios es un dato nuevo y preocupante: Que expresen sin regateos, sin mezquindad ni cálculos políticos su repudio unánime a esta amenaza clara a la seguridad de México y a la democracia nacional.

En el cierre anuncia una nueva etapa en la lucha contra la delincuencia, pero cuando traza sus líneas menciona acciones que, según otras partes de su discurso, su gobierno ya realiza: prevención y abatimiento de adicciones, fomento de valores, oportunidades educativas y laborales, protección de los derechos humanos.

Calderón se despide. Dice que emprenderá alegremente el último trecho de su mandato. No agradece el apoyo ni el comportamiento republicano de nadie, sino a Dios cada día de vida y a la gente que ora por mí y por mi familia.

Las frases que elige para su despedida son las de su campaña. Mano firme y pasión por México, repite. De su primer lema de campaña, aquel de las manos limpias, pocos se acuerdan 50 mil muertos después.