Opinión
Ver día anteriorDomingo 13 de noviembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los tesoros del Claustro
A

l transitar sobre la avenida Izazaga se advierte un alto muro que ocupa una cuadra completa, sólo interrumpido por un portón de acceso. Es díficil imaginar que detrás se levantan los restos del antiguo convento de San Jerónimo. Su existencia data del año 1533, cuando lo instituyeron cuatro monjas concepcionistas, dedicándolo a la orden de las jerónimas de San Agustín.

Aquí profesó, en 1669, la célebre sor Juana Inés de la Cruz, y vivió hasta su fallecimiento en la celda donde tenía su famosa biblioteca, que constaba de 4 mil volúmenes, de la cual, por una serie de intrigas, se vio forzada a renunciar a ella.

Tras la aplicación de las leyes de exclaustración, el inmenso inmueble tuvo usos diversos, que incluyeron un cabaret y áreas dedicadas a ejercer el que se dice el oficio más viejo del mundo. Hace alrededor de 30 años se inició su rescate para dedicarlo a una escuela de altos estudios de tipo humanístico. Actualmente alberga a la Universidad del Claustro de Sor Juana.

A pesar de que buena parte se destruyó, es mucho lo que se conserva y permite apreciar la grandeza del antiguo convento. Varios hermosos patios y fuentes dan cuenta de ello; destacadamente el bien llamado Gran Claustro, de dimensiones monumentales. A su alrededor, en sus dos pisos, hay salones y oficinas; en la planta baja hay vestigios de antiguas dependencias conventuales que se conservan como museo de sitio. Hay restos de baños con sus tinas, algunas sencillas de barro y otras recubiertas de azulejos, seguramente de las monjas más opulentas, que solían vivir con sus sirvientas y esclavas.

Algunas celdas tienen restos de pintura mural. Al visitarlas no se puede evitar imaginar a Sor Juana en su vida cotidiana. Una gran noticia es que ya no tendremos que imaginarla, ya que ayer, recordando su cumpleaños, la universidad inauguró el proyecto multimedia Celda de Sor Juana.

Continuando con la visita llegamos al antiguo templo, ahora espacio de usos múltiples. Cada año aquí se instala el ya tradicional Altar de Muertos, que suele ser impactante; también funciona como auditorio.

La universidad custodia el Museo de la Indumentaria Mexicana Luis Márquez Romay, que resguarda aproximadamente 4 mil prendas que permiten conocer la cultura indígena y mestiza de nuestro país por medio de la indumentaria.

Fue donada en l977 por el propio Márquez Romay, personaje ligado al México de las tradiciones, de los grandes cineastas, del teatro, la fotografía y el ámbito cultural. Participó en el taller de fotografía que se creó por iniciativa de José Vasconcelos, en 1923, con objeto de investigar y difundir las tradiciones mexicanas.

Desde ese entonces empezó la colección visitando los rincones más apartados de México, en la búsqueda de quienes siguieran la tradición de confeccionar sus ropas con métodos antiguos. De manera permanente tiene exposiciones especiales; ahora está una sobre los zapatistas chiapanecos, quienes no obstante su difícil situación de vida, no dejan de usar su rica y variada indumentaria.

Ustedes se preguntarán ¿a qué horas vamos a comer? No se preocupen, a la vuelta del claustro, en cerrada de San Jerónimo número 24 está El Zéfiro. Es un restaurante-escuela que abrió recientemente la universidad en un sitio excepcional: la antigua celda de la marquesa de Selva Nevada. La acaudalada señora era dueña, entre otros, del palacio que hoy ocupa el Museo de San Carlos, obra de Manuel Tolsá. Cuando enviudó y decidió profesar en el convento de Regina, le encargó al mismo arquitecto que le construyera su celda, que es una suntuosa construcción en estilo neoclásico.

Todos los estudiantes de la carrera de gastronomía tienen que pasar por ahí, con la supervisión de dos chefs y un gerente de alimentos. El menú cambía semanalmente; a veces es excelente y a veces no tanto, pero vale la pena la visita, para conocer el lugar.