Opinión
Ver día anteriorDomingo 16 de octubre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

Juan José Padilla, pundonor y tragedia en Zaragoza

¿A qué teme realmente la afición de México?

A

hora muchos hablan –excitados animalistas incluso festejan lo ocurrido– o escuchan del matador gaditano Juan José Padilla Bernal (Jerez de la Frontera, 23 de mayo de 1973), herido muy gravemente el pasado viernes 7 al salir de un par de banderillas. De lo que casi nadie se ocupa es de la actitud y aptitudes, de la ética por encima de la estética, de este diestro, habituado desde siempre a enfrentar corridas de las llamadas duras y a triunfar con ellas.

Tauromaquia eminentemente lúdica no obstante los problemas que plantea casi de continuo ese tipo de ganado, rehuido por las figuras, pues sus embestidas no permiten el toreo bonito, sino la lidia macha y eficaz, la de Juan José en 17 años de matador ha reiterado su vocación de torero completísimo, dispuesto siempre a dar espectáculo con lo que salga por toriles, cubriendo con una alegría casi infantil el tercio de banderillas y acusando con muleta y estoque un pundonor ejemplar.

En el segundo festejo de la Feria del Pilar 2011 en Zaragoza, capital de la provincia de Aragón, Padilla, Miguel Abellán e Iván Fandiño enfrentaron una geniuda e interesante corrida del hierro andaluz de Ana Romero. El cuarto de la tarde, Marqués de nombre, astifino y menos descarado de cuerna que sus hermanos, agarrado al piso desde su salida, no era propicio para banderillearlo, pero Juan José, con su convicción de hacer que pase algo cada tarde, tomó los palos. Dejó un cuarteo primero, un expuesto par al violín después y, pudiendo Padilla haber solicitado el cambio con dos pares habida cuenta de las dificultades del toro, se empeñó en poner el tercero.

Dándole todas las ventajas al burel igualó el par y al salir del embroque cayó casi en la cara del animal que, codicioso, sólo siguió su viaje. El torero, en vez de rodarse o cubrirse cara y cabeza, giró el rostro para ver por dónde venía la res, cuyo astillado pitón izquierdo penetró por detrás del maxilar, destrozando piel y oído y expulsando de su órbita el ojo izquierdo, que quedó colgando del nervio óptico, lo que quizá impida la visión.

Juan José Padilla –vergüenza atemporal de los toreros con grandeza más que con fama–, tras una convalecencia atroz y varias cirugías, tal vez recupere su rostro; tal vez se anime a volver a vestir de luces o tal vez hasta intente banderillear. Lo que no está en duda es el contenido ético del encuentro sacrificial entre dos individuos en plenitud de facultades, incluida la peligrosidad del animal y la libertad y el compromiso del hombre para lidiarlo y darle una muerte digna. Esa fiesta sí es cultura, esa fiesta sí es defendible por los que gusten de ella y la valoren. Su aproximación o su remedo, es decir, la falta de respeto por la dignidad animal del toro y la dignidad humana del torero, esa no, por más cadáveres que se opongan.

Llama la atención la alarma provocada entre aficionados por los afanes abolicionistas que ciertos analfabetos metidos a legisladores, tanto en la Asamblea de Representantes del Distrito Federal como en el Congreso de Coahuila, han retomado con respecto a la fiesta de toros. Si entre otras perlas estos falsos representantes ––escoja colores– confunden Cataluña con España, si pretenden volver público un problema privado entre un ex gobernador y un taurino, o si su partido primero apoya a un candidato y ganadero de bravo y luego se acuerda del maltrato que recibe el toro, entonces carecen de autoridad moral –de la intelectual ni hablamos– para intentar prohibir una tradición centenaria.

Un grupo radiofónico encuestó por Internet: Asambleístas del PRI y Verde buscan prohibir las corridas de toros en la ciudad de México. ¿Está usted de acuerdo? Sesuda pregunta, como si al grueso de la ciudadanía le interesaran temas tan oscuros como diputados y tauromaquia. Mejor hubieran preguntado: Los aventureros metidos a legisladores, ¿deben ocuparse de temas que desconocen mientras desatienden problemas prioritarios?

¿A qué temen realmente los aficionados mexicanos? ¿A media docena de oportunistas sin idea de lo que pretenden prohibir? ¿A que la fiesta de sus amores no aparece en los medios? ¿Al amateurismo empresarial y al frágil entramado organizativo de una fiesta de toros en manos de multimillonarios con propósitos extrataurinos? ¿A que la Unesco no apruebe este desmadre como valor cultural? En tiempo de elecciones los metidos a candidatos deberán hilar más fino si no quieren sumarse a esta cadena de ridículos.