jornada


letraese

Número 183
Jueves 6 de Octubre
de 2011



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate

opinion


Julio Muñoz Rubio*

La sexualidad no es genética

El debate acerca de los derechos de las personas homosexuales se acentúa día con día. En México, este debate ha experimentado un impulso decisivo a raíz de la aprobación, el año pasado, de los llamados “matrimonios entre personas del mismo sexo” en el D.F.
Pero cabe preguntarse, ¿de quiénes se habla al mencionar derechos de las parejas del mismo sexo? ¿Quiénes son los sujetos de esos derechos?
Es necesario considerar las respuestas desde un punto de vista crítico, porque sucede que el reconocimiento o conquista de derechos de la diversidad sexual no logra romper aún con una visión de la sexualidad humana cada vez más anacrónica, consistente en mantener una división tajante de los seres humanos como hombres y mujeres.
Esta es una visión tipológica, anclada en concepciones científicas de los siglos XVIII y XIX. Concepción determinista en la que las fronteras entre lo biológico y lo social se borran y el ser humano de uno u otro sexo es visto tan sólo como el resultado de su naturaleza biológica.
Dentro de esta concepción se extrapola la binariedad macho/hembra a las binariedades hombre/mujer, y masculino/femenino. Extrapolación abusiva, típica del determinismo biológico, en la que las distinciones entre categorías naturales y constructos sociales quedan borradas.
El problema de este abuso de la binariedad es que las formas de ejercicio de la sexualidad humana quedan fuertemente limitadas. De acuerdo con ella, las opciones de práctica sexual son sólo la heterosexual hombre/mujer o la relación gay o lésbica. Esta restricción es insuficiente para explicar algo mucho más versátil como la sexualidad humana. Sencillamente, resulta una visión falsa.
La división tajante macho/hembra no puede cumplirse ni siquiera en lo estrictamente biológico. Como lo muestra la bióloga estadunidense Joan Roughgarden, numerosas especies animales presentan un comportamiento sexual muy diverso, modificándose incluso a lo largo de sus vidas y haciendo difícil la distinción de las hembras y de los machos.
La pregunta obligada es: ¿Qué es ser hombre y qué es ser mujer? Y por lo tanto ¿qué es lo heterosexual y qué es lo homosexual? Las distinciones tajantes basadas en la posesión o no de cierto tipo de cromosomas o de alguna hormona “específica” de un sexo, se han venido cayendo en las últimas décadas. Se derrumba con ello la tradicional calificación de “anormalidades” o “aberraciones” a las variaciones ocurridas en esas estructuras y sustancias. Biológicamente cada vez hay menos fundamentos para sostener esta binariedad.
La dificultad se acentúa cuando pasamos al nivel de las relaciones sociales y culturales. Allí la determinación del sexo se vuelve un terreno aún más complejo. ¿Cómo ha de distinguirse ello? ¿Por la ropa usada? ¿Por el vello corporal? ¿Por el nombre de la persona? Esto no es una exageración. En el nombre de una persona se exhibe ya una genitalización del cuerpo y de las relaciones sociales que obligan a la persona a comportarse como hombre o como mujer, dependiendo de si se llama, por ejemplo, Julio y no Julia. El resultado es una fetichización de la sexualidad y de todas las relaciones a las que esa sexualidad da lugar.
Desde el siglo pasado, esta flexibilidad del comportamiento sexual fue señalada por Alfred Kinsey, quien constató que es una minoría de la población la que se comporta estrictamente como homosexual o como heterosexual. Kinsey expresó a partir de ello que no se puede hablar de “estados” sexuales fijos, sino de “relaciones” sexuales cambiantes.
No obstante, las reformas legales que otorgan derechos a la población gay y lésbica mantienen esa tipología binaria hombre/mujer; continúan considerando la vida sexual como determinada genéticamente. Con esta visión no es posible explicar la transexualidad ni la transgenericidad ni el travestismo ni la intersexualidad. Se sigue sosteniendo que las relaciones humanas se dan entre individuos sexuados de acuerdo con esa binariedad determinista hombre/mujer.
Uno de los puntos de una verdadera revolución sexual y social está en la ruptura con tal binariedad, con dejar de preocuparnos por saber de qué sexo somos y mejor preocuparnos por lo que deseamos.

*La versión extensa de este artículo puede consultarse en www.letraese.org.mx


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