Sociedad y Justicia
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En puestos callejeros adquieren pantalones y faldas en $20; o plumas y colores en 50 centavos

Útiles y uniformes usados, opción para familias pobres y marginadas

Con sueldos diarios de 50 pesos, es imposible que compren todo lo que se les pide, dice una maestra

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Venta de útiles en la delegación IztacalcoFoto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Domingo 21 de agosto de 2011, p. 32

Frente a las condiciones de marginación y pobreza, cientos de padres de familia acuden a tianguis y puestos callejeros donde se ofrecen útiles y uniformes usados. Con presupuestos que no superan los 150 pesos adquieren pantalones y faldas por 20 pesos, suéteres y camisas en 10, zapatos en 40, cuadernos incompletos en tres por 10, y plumas y colores entre 50 centavos y un peso, sólo por mencionar algunos.

Estos productos, que suelen ser recolectados en tiraderos u ofertados por ropavejeros, son la única opción para madres de familia como Virginia, quien con 140 pesos, obtenidos de la venta de cartón y botellas, compró uniformes, cuadernos y mochilas para sus dos hijas.

¿Cuánto quiere por el suéter? –pregunta Virginia con voz tímida. ¡Deme 15 pesos! –responde del otro lado una comerciante de la tercera edad. Empero, la madre de familia saca de entre su ropa una moneda de 10 pesos argumentando que es todo lo que trae, no sin antes medirle la prenda a una de sus hijas, que estudia en una secundaria del estado de México. Ande, lléveselo antes de que se lo ganen.

Sin importarles las condiciones de insalubridad que prevalecen en el lugar –debido a que los puestos colocan su mercancía en el suelo– o de dónde provengan las prendas, al igual que Virginia, decenas de personas recorren cabizbajas los pasillos del tianguis junto con sus hijos tratando de encontrar en las chácharas los mejores precios para este regreso a clases.

Édgar o El Cuasimodo, como le dicen sus conocidos, comercializa mochilas remendadas, así como ropa y zapatos usados. Afirma que algunas prendas me las regalan familiares y conocidos, y otras las compro a la gente.

Sólo un par de cuadernos

Aída Hernández, profesora de primaria, quien trabaja frente a grupo con niños en situación de vulnerabilidad, comentó que de 16 alumnos a los que imparte clases, si bien tres o cuatro traen completa su lista de útiles escolares, el resto acude sólo con un par de cuadernos.

Aquí donde trabajo es una zona urbana marginal, y es imposible que los alumnos traigan todos los artículos escolares, pues sus padres no tienen un trabajo estable o, en su caso, están muy mal pagados. Las familias se dedican a cualquier actividad para poder solventar sus gastos de supervivencia; tenemos gente que se dedica al comercio, que esos ya serían los más favorecidos, pero otros son empleados de los comerciantes o el trabajador del trabajador; a ellos les dan 50 o 60 pesos por limpiar cebolla o tomates, esas son las economías subterráneas que tenemos por estos lugares, y ese es uno de los principales obstáculos para que los niños lleven competos sus materiales a la escuela.

Mercado negro de libros; obligan a comprarlos o reprueban a niños

En contraste, en escuelas secundarias del Distrito Federal prolifera todo un mercado negro de libros que deben ser adquiridos por los alumnos, pese a que su uso es escaso, cuando no inexistente en el año escolar, afirmaron padres de familia afectados.

Desde el ciclo pasado, a mis hijos los obligaron a comprar un paquete de cinco libros con un precio de entre 140 y 180 pesos cada uno, y a quienes no los adquirieron los empezaron afectar en sus calificaciones,señalaron algunos padres de la Secundaria 160, que se ubica en Cuatepec, en la delegación Gustavo A. Madero.

Dicen que entre los libros extras al plan de estudios que compraron se encuentran el de historia, complemento matemático, geografía de México y el mundo, así como uno de español.

“Nos hicieron gastar más de 800 pesos y ni siquiera ocuparon los libros. No se vale. Hay personas que no tienen presupuesto y los obligan a adquirirlos porque de lo contrario truenan a nuestros hijos”, indicaron.

Otros hasta acusaron que la venta de los libros se debe a que las casas editoriales ofrecen a los maestros una comisión de 20 o hasta 30 por ciento por paquete vendido.

Algunos profesores –quienes pidieron omitir sus nombres– confirmaron lo dicho por los afectados. Indicaron que, efectivamente, antes de iniciar el ciclo escolar las librerías acuden a las secundarias para ofrecerles dichos ejemplares.

“La edición y comercialización de textos en las escuelas siempre ha sido un botín de las editoriales privadas. En el caso de secundarias es un negocio en el que están coludidas las autoridades. Hay librerías que utilizan a maestros jubilados, quienes para completar el mes se contratan con estas editoriales. No digo que es el caso de todos.

Hay paquetes de libros de pruebas, de planeación para el maestro, ejercicios y hasta de tareas. Hasta donde tengo entendido, las ganancias se distribuyen de la siguiente forma: el maestro jubilado, que hace el papel de promotor de la editorial, tiene su sueldo base y una comisión; a la dirección de la escuela le dejan 10 por ciento, ya que la intención es vender los libros a grupos completos, porque ese es el negocio. Y si en el turno matutino del plantel hay 15 grupos con 38 alumnos, échale cuánta es la ganancia, dijo. En algunas ocasiones –agregó– a los profesores también les dan una comisión de 15 a 20 por ciento.

Consultado por separado, otro de los profesores aceptó que se venden libros adicionales a los que otorga la SEP. Si pedimos algún libro tenemos que solicitar autorización a la dirección, y posteriormente a la inspección mediante una carta, manifestando las razones, y aunque se dice a los padres de familia que no es obligatorio, si el alumno no lo lleva empieza a repercutir en su evaluación.

Coincidió en que se otorga a la secundaria entre 20 y 30 por ciento de comisión. Con las ganancias se han comprado televisores, reproductores de DVD y grabadoras para la escuela, aunque los padres creen que los maestros hacen negocios para su propio beneficios, eso no lo comparto.