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El director chileno murió en París, a los 70 años, debido a una infección pulmonar

Falleció Raúl Ruiz, cineasta que se nutría de todas las artes

Rodó buena parte de sus cintas durante su exilio en Francia

Era un autor lejano al público de su país natal, dijo el ministro de Cultura

Tres tristes tigres, entre lo más destacado de su obra

 
Periódico La Jornada
Sábado 20 de agosto de 2011, p. 6

Santiago de Chile, 19 de agosto. El cineasta chileno Raúl Ruiz falleció hoy en París, a los 70 años, debido a una infección pulmonar, confirmaron el Centro Nacional de Cine francés y sus amigos en Chile. Tengo el alma de luto, es una tristeza infinita, lamentó el director chileno Miguel Littín, amigo desde la adolescencia de Ruiz. Almorcé con él hace unos días, agregó.

El gobierno chileno, que decretó duelo nacional, anunció además que inciará gestiones para repatriar los restos mortales del artista, como era su voluntad.

El lugar del entierro está por definirse, pero estamos haciendo los esfuerzos precisamente para evitar todo ese trámite (...) a la familia, dijo el ministro de Cultura chileno, Luciano Cruz-Coke.

No obstante, Littín adelantó que el entierro probablemente sea en Chiloé, una isla al sur de Chile, cuna de historias mitológicas que Ruiz escuchó de niño en el vecino Puerto Montt.

El deceso de Ruiz, que dirigió películas como Tres tristes tigres (ganadora del Leopardo de Oro en el Festival de Locarno en 1963) y Palomita blanca, fue también lamentado por el presidente francés Nicolás Sarkozy.

“Es en Francia que este contador de historias sin par dirigió gran parte de una obra que apeló a todos los géneros cinematográficos, a la vez barroca y audaz, marcada tanto por los filmes de la nouvelle vague como por las novelas de Stevenson, Balzac, Giono o Proust”, dijo.

Era un digno heredero de Lumière, agregó el mandatario francés.

Difícil de clasificar

Por su parte, el ministro de Cultura francés, Frédéric Mitterrand, dijo que la inspiración de Raúl Ruiz, hombre de cultura universal, se nutría del patrimonio de todas las artes.

Raúl Ruiz era uno de los cineastas chilenos de mayor prestigio fuera del país, con una filmografía difícil de clasificar por su creatividad, lirismo y, sobre todo, por la experimentación que incorporaba en cada proyecto.

La hipótesis del cuadro robado, El territorio, La isla del tesoro o Misterios de Lisboa son sólo algunos de sus títulos más destacados, algunos de hasta cuatro horas de duración.

Estaba convencido, según dijo hace unos años en entrevista, que toda obra cinematográfica es un camino sin fin.

Las películas casi por definición quedan inacabadas, porque se acaban en la próxima. O cuatro películas después, sostuvo el director de Klimt (2006) y Comédie de l’innocence (2000).

Los puentes se van volviendo más importantes que lo que conectan. Por ejemplo, siempre me ha gustado jugar con formas proyectadas, con sombras chinas, comentó. Para Ruiz, el cine era irrenunciablemente un arte.

Por ejemplo, mis sombras chinas al principio eran eso nomás. Decorativas. Poco a poco empezaron a adquirir una función hasta que se transformaron en una teoría.

Para su amigo Miguel Littín, el fallecido cineasta era como un niño que gozaba al dirigir.

Con unas 200 obras en su haber, Ruiz fue un autor prolífico desde su infancia, cuando a los 15 años se vinculó al naciente teatro experimental chileno, escribiendo 100 obras dramáticas entre 1956 y 1962.

Su primer abordaje en celuloide fue el filme La Maleta, inconcluso. Luego vendría su obra debut y preferida: Tres tristes tigres.

Su notoriedad internacional su amistad con actores internacionales llegó en la década de los 80, años en los que trabó lazos con John Malkovich, Marcello Mastroianni, Catherine Deneuve y John Hurt.

Foto
El cineasta Raúl Ruiz acompañado por el escritor Fernando Vallejo (izquierda), durante un paseo por Pátzcuaro, Michoacán, el 11 de octubre de 2005, cuando se realizó la tercera edición del Festival Internacional de Cine de MoreliaFoto Iván Sánchez

Comenzó además a adaptar al cine textos de Kafka, Klossowski y Proust.

“Todo el cine de Ruiz es ‘torcido’, porque es visto a través de curiosos prismas, siempre desnaturalizando la perspectiva clásica (...) Cada plano ruiziano lleva una marca, una cifra o un secreto”, escribió alguna vez la prestigiosa revista francesa Cahiers du Cinéma.

Exilio

Raúl Ruiz se fue al exilio tras el golpe militar en 1973 en Chile, donde hoy se le percibe como autor lejano y no siempre bien comprendido. Militante socialista, Ruiz se exilió tempranamente en Francia tras el fin del gobierno legítimo de Salvador Allende, que terminó abruptamente con el golpe de Estado que encabezó el general Augusto Pinochet.

Durante los mil días que alcanzó a gobernar Allende, Ruiz desarrolló una obra que recibió ayuda estatal y vivió activamente el momento político que experimentaba hile.

Eran tiempos convulsos, con una sociedad polarizada que debatía la vía chilena al socialismo que buscaba instaurar Allende ante la férrea oposición de grupos conservadores.

El golpe de Estado y su temprana partida del país, a los 32 años, marcaron la vida y obra de Ruiz, reconocido en Chile con el Premio Nacional Audiovisual en 1997, pero considerado un realizador lejano, donde su extensa y premiada obra ha quedado reservada para un pequeño círculo.

Era un autor de alguna manera lejano al público chileno. Hay que leer y entender un poco a Ruiz para ver su cine. No es de gusto masivo, opinó este viernes el ministro de Cultura, Luciano Cruz-Coke.

Tras el fin de la dictadura, Ruiz nunca quiso volver a radicar en Chile, aunque regresaba constantemente para visitar a los amigos. El que exigiera ser enterrado en su país natal –deseo que finalmente se cumplirá– prueba la contradictoria relación que mantuvo con su tierra. Creo que Ruiz nunca quiso volver a radicarse en Chile porque era mejor mantenerse en la aureola del mito, en la lejanía del genio, señaló el reconocido crítico de cine chileno, Antonio Martínez.

En una entrevista de 2003, en Santiago, Ruiz reconoció la difícil relación de él con Chile y de Chile con él, al señalar que su país le producía una fuerte angustia.

Al estar en Chile siento una especie de hostilidad. No me atrevo a asistir a ninguna invitación, porque al principio son simpáticos conmigo pero después empiezan a tratarme mal, dijo.

Para Martínez, la faceta política de Ruiz es difusa. Recordó cómo el cineasta contestó en 1977 a una pregunta sobre el cruento golpe de Estado que le tocó vivir.

“‘¿Cómo fue el golpe?’, le preguntaron, a lo que él respondió: ‘No sé, porque salimos todos arrancando...’ Tenía esa brutalidad en ese tiempo donde se separaba y replegaba de lo que estaba ocurriendo en Chile”, contó Martínez.

Incluso es difícil percibir su talante político en su primera película en el exilio: Diálogos de exiliados (1975). Pero Martínez considera difícil que a otro cineasta se le tenga tanto cariño y afecto como a él en Chile. A lo mejor, si se vieran sus películas, no se le tendría tanto cariño. Es una paradoja, afirmó el crítico, juicio compartido por el propio autor.

En Chile me han dado tantos honores que a mí me da por decir que ya me basta. Pero no les voy a pedir además que vean mis películas, porque eso sería ya una crueldad innecesaria, dijo Ruiz tras recibir un premio en 1997.