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La muestra se exhibe en el Palacio de Iturbide, Centro Histórico

La pintura de los reinos, propuesta para estudiar un lenguaje amplificado
Foto
Una de las salas del recinto
 
Periódico La Jornada
Miércoles 17 de agosto de 2011, p. a10

La pintura de los reinos es el título de la muestra que se exhibe en el Palacio de Iturbide –Palacio de Cultura Banamex–, con gran éxito de asistencia. Asombrosa y sugerente no sólo por las enormes y medianas obras que presenta, sino por su apuesta en montaje y edición, y porque revela los afanes de un equipo y una institución decididos a hacer realidad una propuesta intelectual, original de la maestra e historiadora del arte Juana Gutiérrez Haces (profesora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, quien murió en 2007), que significa más de 10 años de investigación grupal y constante apoyo institucional.

Jaime Cuadriello, de la misma institución de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), afirma que la curadora desde un principio se había propuesto establecer las bases para estudiar un lenguaje pictórico amplificado en las distintas latitudes de la monarquía española, basado en la teoría del arte y reconociendo, por igual, el papel definidor de las prácticas locales; tales inquietudes, que siempre me parecieron muy respetables y necesarias, ciertamente no se habían asumido por la historiografía sobre el tema o al menos con esa voluntad comparativa. En otras palabras, era preciso detenerse a analizar la pincelada, la voluntad de estilo, los intercambios y circuitos, la tecnología de resolución y los recursos retóricos, el estatuto de los artistas y, finalmente, en la absorción de los modelos compartidos.

Antecedentes italianos y flamencos

En las tres primeras salas de La pintura de los reinos se muestran los antecedentes italianos y flamencos que confluyen, a lo largo de las restantes, en el cotejo o competitividad de los modelos, tales como las veras efigies (imágenes de las vírgenes en su tabernáculo), los san migueles justicieros, los martirios contrarreformistas, los desposorios, los paradigmas de santidad de las vírgenes de clausura, los crucificados, las escenas de lactación y las epifanías, las imponentes Inmaculadas y, al cabo, los episodios de transverberación teresianos (como suma y epílogo del protagonismo que alcanzó la más inefable de las descripciones visuales: el éxtasis). Un selecto conjunto de tipo y tópicos aquí propuestos, ante el escrutinio del visitante, como modelos indicativos y reveladores del lenguaje visual compartido, pero también diferenciado.

El equipo curatorial, explica Cuadriello, puso énfasis en mostrar que la absorción de los modelos tuvo y mantuvo en los pintores mexicanos a sus más atentos y lúcidos aprendices, so capa, incluso, de la diversidad iconográfica que caracteriza a los virreinatos andinos.

Luego de las serie de exposiciones sobre la identidad colonial y poscolonial que han tenido lugar en México (Munal-Banamex), Lima (Museo de Arte de Lima) y Estados Unidos (museos de Denver y Filadelfia), la exposición también se detiene en la llamada pintura comunicéntrica, dicha por Richard Kagan, o sea, en aquellas obras de temas locales pensadas para un público inmediato y que conjunta a los biombos de la conquista, los bautizos de caciques o la apariciones marianas de conquista, tal como nuevos episodios indicativos de la americanidad de la pintura, que readapta modelos occidentales a los temas locales, especialmente aquellos que legitiman la retórica del pacto colonial. Una suerte de mixtura visual, pues, de los mitos hispano-indígenas, pintados como a modo de representación política de los intereses criollos o de la nobleza indígena, precisa.

Cuadriello señala que la exposición es detonante de una reflexión ideológica más amplia. “Una de las ideas más positivas que se lleva el visitante –interesado y motivado por el discurso de las imágenes– es sin duda la mundialización del lenguaje visual que por entonces tuvo lugar, o la posibilidad de comprender que el proceso de la asimilación cultural de América a Occidente, desde el prisma de la pintura de la Nueva España, quedó definido y compartido merced a los tópicos e imaginarios indicativos de su religiosidad y de su especificidad política y cultural. México o Lima fueron, en ese sentido, un pivote multicultural del proyecto de la monarquía católica y universal, y así se mira en su pintura como cruce de caminos en diálogo, desde entonces, con ‘otro mundo’ …que también ‘es su mundo’.

Creo, por último, que las expectativas que este ejercicio museal abre a escala nacional e internacional son enormes, por la ambición y la enjundia de un proyecto que deja una publicación referencial y tiende nuevas perspectivas, puestas a debate y dirigidas a los jóvenes investigadores de la pintura colonial, que en un futuro tendrían que pensar en otras alternativas y en mantener siempre abierta la ventana a los circuitos internacionales.

La pintura de los reinos está abierta al público en el Palacio de Iturbide, ubicado en Madero 17, en el Centro Histórico, de 10 a 19 horas.