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Realizan en la UNAM estudio precursor, en colaboración con la Universidad McGill

La reactividad a estímulos emocionales aumenta a falta del sueño MOR

Se incrementa la respuesta conductual ante una amenaza y se registra mayor activación en las regiones cerebrales que participan en la toma de decisiones y en lo visual, explica María Corsi

 
Periódico La Jornada
Jueves 14 de abril de 2011, p. 2

Por primera vez queda demostrado que la privación del sueño aumenta la reactividad emocional, según un estudio realizado en la Facultad de Sicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Esta investigación precursora, realizada en colaboración con la Universidad McGill de Montreal, Canadá, estudió el efecto de la privación de sueño de movimientos oculares rápidos (MOR) en la modulación emocional de los seres humanos.

Los especialistas concluyeron que la reactividad a estímulos emocionales se incrementa en ausencia de dicha etapa, explicó María Corsi Cabrera, catedrática la Facultad de Sicología.

Se sabe que durante esa fase –que tiene lugar varias veces durante el sueño y que usualmente ocupa la cuarta parte del tiempo que duerme una persona– la actividad cerebral se vuelve rápida, el tono muscular disminuye, comienzan los movimientos oculares y se reprocesa la información emocional.

Durante la investigación el equipo buscó responder a la pregunta: ¿qué pasa si no se llega a este estadio?

Lo que indican los resultados, destacó María Corsi, es que la reactividad a estímulos emocionales aumenta si una persona no ha tenido el sueño MOR necesario durante una noche; además, la actividad cerebral metabólica se incrementa.

Estos resultados son consistentes con los de los estudios realizados en los años 70 con animales. En ratas se demostró que, cuando se les privaba de esa misma etapa de sueño, eran más agresivas y atacaban a sus compañeras. Hasta ahora no se había hecho nada similar con humanos.

La especialista detalló que durante el sueño MOR el cerebro experimenta gran actividad de origen endógeno, es decir, no provocada por estímulos. Además, se activan áreas del sistema límbico (parte involucrada con la emoción).

Corsi Cabrera señaló que las experiencias recogidas sugieren que, durante el sueño MOR, hay un reprocesamiento de la información emocional, pues si se priva a un individuo de esta etapa al día siguiente se incrementa su reactividad y el cerebro requiere igual o mayor nivel de activación que la primera vez, como si nunca hubiera hecho la tarea asignada.

Además, esto indica que evitar que el sistema límbico se active durante el sueño MOR incrementa la actividad cerebral en dos áreas en particular: la corteza prefrontal izquierda y la región occipital. La primera está relacionada con las funciones ejecutivas, toma de decisiones y evaluación de la pertinencia de las respuestas. Por ello, si las personas privadas de sueño MOR realizan la tarea por segunda vez, activan esa área.

La región occipital participa en el análisis visual de las imágenes; trabajó más en los sujetos del grupo de investigación que en los del de control.

Por un lado, aumenta la reactividad conductual ante un estímulo de amenaza y, simultáneamente, se registra mayor activación en las áreas cerebrales que participan en la toma de decisiones y en las áreas visuales. Esto sugiere un incremento en la excitabilidad cerebral y la necesidad de mayor activación para ejecutar la tarea.

Corsi Cabrera recalcó que durante el sueño MOR hay un reprocesamiento de la información que al ser inhibido provoca que al día siguiente el cerebro reaccione como si fuera la primera vez que realiza una tarea conocida, es decir, incrementa su reactividad ante estímulos emocionales.

El estudio se efectuó con 19 individuos que fueron sometidos a un proceso de privación selectiva, es decir, se les permitió llegar a todas las etapas del sueño, menos a la MOR, con la finalidad de determinar los efectos de esta carencia en la reactividad emocional, crucial para establecer relaciones interpersonales, laborales y cotidianas.

Los voluntarios durmieron cuatro noches en un laboratorio. La primera velada fue para que se adaptaran a las condiciones de registro (electrodos, cama y ambiente); la segunda, tomada como línea base para que lograran un sueño habitual; en la tercera noche fueron privados de la fase MOR, y la cuarta fue para que se recuperaran.

Grupo de control

Como contraparte, se creó un grupo control con individuos que eran despertados el mismo número de veces que los del otro grupo, pero nunca en la fase MOR, aclaró.

Al grupo de sujetos a estudio se le ponía a ver fotografías dentro de un dispositivo de resonancia magnética funcional, o resonador, que mide la actividad metabólica cerebral. “Las imágenes iban desde un hombre que apunta al observador con una pistola, hasta un bebé.

Dentro del aparato los individuos tenían dos botones: uno para disparar si se sentían amenazados por lo que veían, y otro si no percibían peligro. Esta actividad se realizaba entre las 17 y las 19 horas, antes de ir a la cama.

Poco después, al dormir en el laboratorio, si en la polisomnografía había indicios de fase MOR, los sujetos eran despertados y se les mantenía así durante dos minutos, para evitar que regresaran a esa etapa del sueño.

La segunda vez que los sujetos de control realizaron la tarea, tras las interrupciones de sueño, mantuvieron el mismo nivel de reactividad. Su respuesta era estable y la activación cerebral al tomar una decisión disminuyó.

Sin embargo, en los sujetos privados de sueño MOR aumentó significativamente el número de disparos y también la actividad cerebral, tanto al comparar estos datos con los de su sesión anterior como al cotejarlos con los del grupo de control.