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La clonación ocasiona pérdidas anuales por 70 mdd y causa 36% de cargos indebidos

Un skimmer clona cientos de tarjetas en un día, delito que se comete de múltiples formas
Foto
Cobro en una gasolinera mediante pago con tarjeta bancariaFoto Marco Peláez
 
Periódico La Jornada
Lunes 28 de marzo de 2011, p. 29

Hace unos meses Alberto recibió una invitación para formar parte de una banda de clonadores de tarjetas de crédito.

El trabajo consistía en presentarse en grandes tiendas de autoservicio, gastar una buena cantidad de dinero y pagar con una tarjeta clonada. Los bienes obtenidos serían vendidos posteriormente y el dinero se dividiría entre los participantes.

La invitación provino de unos viejos conocidos que desde hacía años se dedican a la clonación en bares y restaurantes de Cancún.

A través de un dispositivo conocido como skimmer, los clonadores copian la información contenida en la banda magnética del plástico, la almacenan en una computadora y luego la plasman en una tarjeta en blanco a través de una impresora especial. Adicionalmente cuentan con impresoras de color para dar a los plásticos la apariencia de las verdaderas tarjetas.

Se tiene que hacer en chinga, si es posible el mismo día en que se clonó la tarjeta. Entre más te tardes es más probable que te cachen, dice Alberto (quien pidió omitir su verdadero nombre).

“La chismosa” –como se le conoce al dispositivo en la jerga criminal–, permite grabar cientos de plásticos en un día. Basta deslizar la tarjeta sobre la ranura del aparato (similar a la que tienen las terminales de pago que se usan para cobrar las cuentas en locales establecidos) para que la información sea copiada.

Con este método es posible acceder incluso al NIP del usuario (lo que permite efectuar retiros de cajeros automáticos), debido a que esa información está contenida en el plástico.

Alberto asegura haber declinado la invitación debido a que implicaba un alto riesgo para él.

El que más se arriesga es el que hace las compras o saca el dinero; es más fácil que te agarren ahí que al momento de clonar la tarjeta, comenta.

Entran de contrabando

Según el subprocurador de Averiguaciones Previas Desconcentradas de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), Luis Genaro Vázquez Rodríguez, los skimmers entran al país de contrabando; se construyen a partir de restos de cajeros automáticos o son robados a las instituciones bancarias o a empresas que prestan a los bancos servicios de transporte y mantenimiento técnico.

Tanto los lectores de bandas electromagnéticas, como los plásticos en blanco (conocidos como palomas) y las impresoras para tarjetas bancarias son productos que tienen cierto control de las autoridades hacendarias, señaló.

Sin embargo, agregó, “cada vez que se tira a la basura un cajero que no servía se puede desprender esa parte (el lector de la banda electromagnética) y ponerla a funcionar como skimmer”.

Según estimaciones del Consejo Nacional de Seguridad Privada AC (que agrupa a más de 200 empresas del sector), la clonación de tarjetas de débito y crédito genera pérdidas en el país por 70 millones de dólares al año. El organismo añade que el ilícito representa 36 por ciento de los cargos indebidos, después de robo o extravío y fraude cibernético.

La Jornada buscó entrevistas con funcionarios de la Procuraduría General de la República (PGR) y de la Asociación de Bancos de México (ABM) para conocer sus estadísticas al respecto, pero no hubo respuesta.

Vázquez explica que existen varios modus operandi para llevar a cabo el fraude: En algunos casos tienen cómplices que pueden ser meseros o cajeros de algunos establecimientos mercantiles como bares, restaurantes y comercios. Al momento de cobrar, el clonador desliza el plástico dos veces: la primera en la terminal del punto de pago y la otra en una maquinita que trae guardada o escondida. Como es muy rápido, a veces es imperceptible para el cliente.

Agrega que uno de los principales argumentos utilizados por los estafadores es que la terminal de pago inalámbrica se quedó sin pila, con lo que el cliente entrega la tarjeta al mesero y es cuando éste aprovecha para copiar la información.

Otra de las formas utilizadas por los delincuentes para acceder a la información es colocar el skimmer en la entrada del cajero automático, simulando que es la ranura por donde el cliente debe deslizar su tarjeta para acceder.

Algunas bandas, agrega, incluso fabrican mamparas de fibra de vidrio a las que adhieren una pantalla touch screen plana, un chip y colocan el skimmer en la ranura lectora de tarjetas.

El artefacto tiene los mismos colores y logotipos del cajero automático verdadero. Cuando el cliente introduce su tarjeta, en la pantalla aparece un letrero que indica que el cajero está temporalmente fuera de servicio y regresa el plástico, pero la información ya ha sido guardada.

En un reporte sobre clonación en México, el Consejo Nacional de Seguridad Privada señaló que de acuerdo con datos de la Comisión Nacional para la Protección de Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), durante 2009 (último dato disponible) se reportaron 720 casos de tarjetas de crédito clonadas en México.

De éstos, 231 correspondieron a plásticos de Bancomer, 213 de Banamex, 70 de HSBC, 54 de Santander, y 31 de Banco Azteca.

El funcionario de la Procuraduría de Justicia capitalina dijo que quienes se dedican a esta actividad delictiva son personas de clase media con instrucción académica superior o media superior, y con habilidades informáticas.

De acuerdo con el subprocurador Vázquez la clonación es practicada por muchos extranjeros (en especial de nacionalidades búlgara y venezolana) que se dedican al turismo delictivo.

A finales de 2009 la Procuraduría del Distrito Federal detuvo a una célula de clonadores búlgaros que tenían una orden de localización internacional de Interpol Europa.

Estaban buscados en 10 países de la Unión Europea. Se alojaban en hoteles de Santa Fe y operaban en todas las áreas comerciales de ahí, de Lomas y de Polanco, porque como son zonas donde hay muchas personas de nacionalidad europea, pasaban desapercibidos.

Apunta que los delincuentes búlgaros traían tarjetas que habían sido clonadas en cajeros automáticos de Praga (República Checa), Hungría, Austria y otros países de Europa oriental, con las que venían a México a hacer retiros o compras.

“La investigación se dificultó porque el reporte tarda 48 horas en llegar al banco europeo y los apoderados legales de los bancos que nosotros citábamos checaban en sus bases de datos y no rebotaban esas cuentas con ningún banco mexicano”. La detención, explicó, fue posible gracias al apoyo del área internacional de la PGR, en conjunto con la Interpol.

Alberto aseguró que la misma práctica se repite principalmente en centros turísticos como Cancún y la ciudad de México.

En la Condesa y la Zona Rosa hay un montón de bares y restaurantes donde hacen lo mismo, sostuvo.