Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 20 de marzo de 2011 Num: 837

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
RicardoVenegas

Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova

Cartas de Carlos Pellicer
Carlos Pellicer López

El animal del lenguaje
Emiliano Becerril

Los ojos de los que no están
Raúl Olvera Mijares entrevista con Benito Taibo

Cézanne, retrato del artista fracasado
Manuel Vicent

Creador de sueños
Miguel Ángel Muñoz

Un inspector de tranvías
Baldomero Fernández Moreno

Leer

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Manuel Stephens

Espíritus aéreos

Giselle representa la cumbre del ballet romántico. En él se establecen en definitiva los lineamientos y el estilo de la época, mediante las innovaciones de la técnica –que ahora denominamos clásica– y una partitura original que por vez primera incluye un leitmotiv como recurso dramático.

Giselle cambió el curso de la danza como se venía haciendo hasta su estreno en 1841. El principal artífice del ballet, al que poco se le reconoce, fue el poeta, escritor y crítico francés Théophile Gautier; éste sentó las bases para movimientos literarios como el parnasianismo, del arte por el arte, y fue una influencia fundamental para la literatura del siglo XIX que culmina con la poesía de Charles Baudelaire, quien le dedica el fundamental poemario Las flores del mal.

Gautier había concebido la idea después de leer el relato “Las willis”, de Heinrich Heine, pero dudaba que se pudiera traducir la historia al escenario por la naturaleza de los personajes. Hasta que en pláticas con Jules Henri Vernoy de Saint-Georges deciden iniciar la empresa y terminan el libreto sólo en tres días. Lo mismo sucede con la partitura compuesta por Adolphe Adam, quien termina los bosquejos musicales en ocho días y el ballet definitivo en tres semanas. Al contrario, los ensayos se llevaron dos meses.

Esta necesidad de terminar el ballet a la brevedad se debió a que Gautier quería que la bailarina Carlotta Grisi interpretara el papel principal, pues no obstante que estaba casada con el coreógrafo y bailarín Jules Perrot, el escritor estaba enamorado de ella.


Théophile Gautier

En Giselle se narra la trágica historia de un triángulo amoroso entre la campesina Giselle, Hilarión, un pretendiente de su aldea y el aristócrata Albrecht. El descubrimiento del engaño de este último, que ya está comprometido, produce un episodio de locura y la muerte de la jovencita.

Gautier y Saint-Georges hacen un trabajo excepcional al dividir la obra en dos actos: en el primero se revela la historia y el carácter de los personajes hasta concluir con el fatal final. Este elemento es típico de la época, pero están enmarcados dentro de las fiestas de la vendimia, con lo cual las danzas y el trabajo gestual no se dan como entrées, sino colaboran de manera lógica al desarrollo de la trama.

En el segundo acto se pasa al plano de lo fantástico, en el cual la característica principal de las willis es precisamente la danza. Las willis son las novias que han muerto antes de casarse y no pueden deshacerse de un afán de vida que no fue satisfecho y de querer tomar venganza; danzan al resplandor de la luna y quien las encuentre tiene que bailar con ellas hasta caer muerto. Giselle defiende a Albrecht, que lamenta la pérdida de la amada.

Las willis se emparientan con los “espíritus del aire”, que se definen por su amor a la danza. Los cabalistas creían en la existencia de los “espíritus elementales”, que eran espíritus de Dios, pero que habían sido destinados a vivir en un solo elemento. El término generalizado que los designa es silfos. Los silfos son espíritus danzantes alegres y atractivos, como su contraparte acuática: las ondinas; son voluptuosos y tentadores; verlos y/o acceder a bailar con ellos puede ser una señal de muerte, aunque no necesariamente, como sí ocurre con las willis. Los libretistas encuentran apoyos literarios en las tradiciones orales rescatadas durante el romanticismo que vuelven más verosímil el arte dancístico al interior de la propia coreografía. No obstante, Giselle no se convierte por completo en una willi, pues su amor continúa vivo.


Carlota Grisi

El romanticismo busca el resurgimiento de una forma primordial de ser, del deseo, los sentimientos y la subjetividad, como opuestos a las restricciones de la razón y la sociedad, haciendo uso de leyendas orales preservadas por siglos. Los creadores de Giselle, sin embargo, no sólo se ocuparon de recuperar un cuento de dominio público. La tajante separación que presenta la obra entre clases sociales y entre órdenes como lo real y lo fantástico, el manejo de los opuestos –que estructuralmente determina el tono de los dos actos–, da a Giselle el tono melodramático –sin sentido peyorativo– que de cualquier manera constituye parte esencial de la estética romántica.

Giselle representa la excelencia de una obra que por derecho propio es clásica. A lo largo de la representación los espectadores encontrarán temas clave que aún están vigentes: el instinto y el deseo reprimido, el engaño, la opresión, entre otros.