Opinión
Ver día anteriorJueves 17 de marzo de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Tres puntos teatrales
P

unto primero- Corre por los gremios artísticos una anécdota muy digna de ser contada. Se dice que cuando se empezaban a plantear los desaguisados que las autoridades llaman renovación del Palacio de las Bellas Artes, a una entonces funcionaria responsable de esos trabajos se le planteó qué hacer con la isóptica. La ex funcionaria se encogió de hombros y riendo, respondió: ¡Pues la tiramos y compramos otra! Sea esto o no verdad, lo real o una metáfora de las capacidades y falta de conocimientos de quienes se hacen cargo de la cultura en el país, el hecho es que de los que asistimos a la segunda función de El jardín de los cerezos en un espacio tan poco propicio como es el de las filas laterales, en que lo único visible era la nuca del espectador de enfrente que impedía otear siquiera lo que estaba ocurriendo en el escenario, muchos hicimos el consabido chiste de que efectivamente habían tirado la isóptica pero sin comprar una nueva.

No ignoro que en México existen problemas mucho más graves, pero cada partecita del todo encaja en nuestro estado de ignominia.

Punto segundo- Por motivos de salud no pude asistir a develar la placa conmemorativa de una escenificación que me había resultado muy interesante. Siempre he pensado que el hecho de recibir una invitación para develar alguna placa es algo honroso, aunque los invitadores crean de verdad, o finjan creerlo, que el honor se les hace a ellos. Develar placa, ya sea por las 100 representaciones cumplidas –como parece ser el motivo original– o por fin de temporada es un ritual que al parecer sólo existe en México.

Mi frustración por no haber podido asistir a la ceremonia, me llevó a pensar en las placas y a preguntarme sobre quién y en cuáles circunstancias inventó esta manera de conmemorar uno de los hechos más efímeros del mundo del arte que es un montaje escénico, pero no he logrado encontrar los datos, aunque pienso que es una ceremonia que no es muy anterior a los años 50 del siglo pasado. No todas las placas son atractivas en formato y hechura, pero debemos descontar que tampoco han sido grandes creaciones todas las escenificaciones que amparan el ceremonial de la develación, su importancia radica en otro lugar, en que son parte de la memoria histórica de nuestro teatro.

En algún momento, durante la remodelación de los edificios teatrales del Centro Cultural del Bosque, se retiraron de los muros de los teatros, pero han vuelto a su lugar y en el Centro Cultural Helénico o en los teatros universitarios nunca han sido removidos, e imagino que en los teatros comerciales, a los que no asisto, ocurre lo mismo. Es muy interesante ver a esos espectadores jóvenes pararse frente a una placa y reconocer o no los nombres de los grandes creadores escénicos anteriores a su propia época. Es un pequeño momento de identificación que pronto se olvida, pero en tanto no se escriba la historia del teatro mexicano en el siglo XX (Hubo un rumor nunca confirmado y evidentemente falso de que existía esa historia ya en manos del impresor) esos recuerdos en los vestíbulos de los edificios teatrales hacen que lo efímero no lo sea tanto.

Punto tercero- La llamada ley Rojo que propuso la excelente actriz y ahora legisladora María Rojo, es un gran impulso para los grupos independientes, porque permite que particulares no necesariamente vinculados con el teatro aporten ciertas cantidades a la producción teatral deducibles de impuestos, con lo que se conformarían núcleos más o menos estables de producción independiente, porque hasta ahora algunas empresas aportan pequeños apoyos que son identificables en los programas de mano.

Hace bastantes años un estúpido grupito muy lejano al arte en cualesquiera de sus manifestaciones decidió producir teatro con la infame idea de tener conquistas fáciles entre las actrices. Como éstas son profesionales serias, los que ya se veían en una película de Joaquín Pardavé se llevaron tremendo chasco y la asociación se disolvió. Vaya esto como anécdota de la granujería con dinero muy lejana a los propósitos de María y de quienes promulgaron una ley que sin duda beneficiará a lo más serio en cuestiones de calidad del gremio.