Opinión
Ver día anteriorMiércoles 9 de febrero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Isocronías

De la suave geometría de las flores*

C

armen Rion establece relaciones entre su vida, su palabra y sus paisajes. Es tela, visión, textura, alma que se concreta en formas que de alguna manera no son formas: materia.

No materia salida de la nada sino, precisamente, salida de la materia. ¿Materia? No: metáfora. ¿Metáfora de qué?

Sonará como suene: de la metáfora misma a la vez que, y nada más, de la materia. La materia no es sino un artilugio de lo inmaterial para que todos sepan que sin ella lo inmaterial, curiosamente lo que sostiene la materia, no existe.

Eso en Carmen, porque en el coro de mujeres de Zinacantán acaso sea al revés: van, o creemos que van, diciendo espíritu cada que preparan la urdimbre, en lo que se están horas, o cuando ya propiamente tejiendo, que es donde la trama hace que suceda el dibujo.

La Rion (no menos que, atreveré, nosotros) se deja encantar, se encanta con el encuadre natural de la mirada, con la abstracción de lo visto y de los colores de lo visto, pero sobre todo se encanta con la mirada ajena –¿ajena?: única, colectiva y única– que tan naturalmente encuadra y abstrae lo mirado hasta hacerlo tan (pero tan) de esa mirada que al tejerse pasa, como dicen, a ser –al menos si sentida, ¡y cómo no sentirla?– visión de todos.

Carmen no entonces es sino la disolución de su propio trabajo en el sabio trabajo de las mujeres de Zinacantán, y una de las posibles concreciones de éstas en el tejer el tejido de su propio paisaje, en el lenguaje que silenciosamente van tejiendo cuando las nubes vienen a llover donde los dioses quieren.

Terrenas o celestes, terrenas y celestes, estas mujeres (Carmen entre ellas y con ellas, nunca sin ellas) tejen veros diálogos entre el Cielo y la Tierra.

Cuando del corazón salen las flores, y entre la niebla (a la vez vertical y horizontal) aparece el hachum, el mocheval protege y muestra.

Las mujeres de Zinacantán con Carmen Rion (pero, y he aquí la maravilla, bien ella sabe, y lo asume, que también sin ella) al mismo tiempo ocurren centro y circunferencia de algo que ni centro ni circunferencia procura… ni quiere, ni oculta, ni ostenta: nada más, ¿alguno no lo siente?, sedosamente tiene.

* Esta columna reproduce las palabras que reciben al visitante de la muestra Paisaje mocheval, en el Museo Franz Mayer, y está necesariamente dedicada a la memoria del pintor Guillermo Scully, quien no hace todavía dos semanas hizo muy pertinentes observaciones sobre el texto. En paz descanse.