Opinión
Ver día anteriorDomingo 6 de febrero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

Alucinaciones, celebraciones y comparaciones

¿O

sea que 35 mil personas estamos equivocadas y sólo tú puedes valorar una faena?, preguntó excitado pero molesto mi villamelón amigo al salir de la plaza hace ocho días, tras la actuación de El Juli, en la decimotercera corrida de la temporada en la Plaza México, donde por cierto la primera figura de España no se anduvo con amabilidades, como brindar a Zotoluco por sus mil corridas o sacar al tercio al banderillero Christian Sánchez.

Es cuestión de ideología taurina y de valores, le contesté, y a partir de estos, de una mayor o menor emoción ante lo que sucede en el ruedo. Si tú eres de los que vienen a ver torear bonito cornúpetas dóciles y se entusiasman aunque no haya bravura, es tu privilegio. Yo tengo la desgracia, ironicé, de emocionarme a partir del comportamiento del toro y de los problemas que su fiereza plantee.

Fiesta brava se llama, no fiesta bonita, porque la sustenta la bravura de los animales de lidia, su capacidad de acometer a los engaños con nobleza pero también con intención de herir al que se descuide, no de pasar franciscanamente delante del diestro. A partir de la bravura o de la mansedumbre con peligro, la inteligencia, valor e imaginación del torero adquieren sentido y jerarquía cultural. Lo demás es cachondeo, aproximación, toreografía agradable, no dramatismo conmovedor.

Si los aplaudidores y pideorejas supieran lo que en plazas serias de Europa se obliga a torear a las figuras, no gritarían ole con tanta facilidad o por lo menos exigirían toros, pero si aceptan reses anovilladas y repetidoras para que los importados con un centenar de corridas detrás vengan a jugar al toro, es porque nuestra dichosa fiesta y su público hace años se contagiaron de la postración y frivolidad imperantes.

No se pide un toro como el de España, sino simplemente un toro como el de México, sin kilos en demasía pero con edad, pitones, trapío y transmisión de peligro, no únicamente movilidad y fijeza. La bravura no es exclusiva de un país, pero cuando un perro intimida más que un astado, algo está falseando los principios de la tauromaquia. Eso, más que intentar convencer antitaurinos, debería preocupar a los complacientes aficionados.

El 65 aniversario de la monumental Plaza México fue celebrado ayer como siempre (ver la página de toros), es decir, con Enrique Ponce, ya parte del inventario de esta fecha, haya hecho méritos o no para participar en ella, y claro, con los consabidos toritos de la ilusión, en la mejor tradición maternalista y mexhincada de la empresa. ¿Los novillones de Teófilo Gómez y de Julio Delgado era por lo que peleaban Ponce y Sebastián Castella? Vaya espíritu de competencia que despliegan aquí estas figuras. Pero país que se pone de tapete…

Guadalajara, en cambio, sigue conservando el título de la plaza más seria de México, no tanto por el número de festejos o por la imaginación de los carteles, sino porque, salvo excepciones, allí se lidia el toro mexicano con edad y trapío. Tras la corrida del domingo 31 de enero, en el contexto de la fundación de esa ciudad y del 44 aniversario de la plaza de toros Nuevo Progreso, el cronista Jorge García Allende concluía así su nota en el portal toroestoro.com: Cabe destacar que esta tarde ha quedado demostrado que para que una corrida tenga el trapío y la categoría que requiere una plaza de importancia como la de Guadalajara, no es necesario que el ganado venga con exceso de peso; basta con que tenga la edad reglamentaria. Vaya pues una felicitación a los propietarios de la ganadería de Santa María de Xalpa, tanto por la presentación de los ejemplares lidiados esta tarde como por la bravura demostrada por todos y cada uno de ellos.

La empresa tapatía no se conforma con conmemoraciones anuales, sino que además se acuerda del público y cada tarde lo anima a que asista. Así, ofrece 50 por ciento de descuento a los adultos mayores con credencial del Inapam y niños gratis en localidades preferentes y generales tanto de sol como de sombra. Ah, y antes de cada festejo un magnífico mariachi alterna con la banda de música.