Opinión
Ver día anteriorMartes 18 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Revelando México
E

ste libro del fotógrafo estadunidense John Mack tiene tapas que reproducen bordado artesanal chino-mexicano con efecto moire. Él ha viajado por casi todo nuestro país y suele proceder como los artistas viajeros del siglo XIX, se desplaza a pie por poblados, ciudades y regiones, armado de sus implementos, e igual que sus antecesores, busca los objetivos que corresponden a su idea.

No es amigo de lo vistoso ni lo obsesiona el folclor, tampoco privilegia escenarios pintorescos o impresionantes –si bien, entre lo que ha captado sí pueden detectarse algunos.

De hecho, intentó plasmar los diferentes aspectos del inmenso mosaico de identidades que pueblan nuestro país. Lo ayuda no sólo el entusiasmo por lo que hace, sino su talante humanitario y un manejo nada despreciable de nuestro idioma. Se opone a la imagen convencional del gringo que nos ha quedado tercamente fija al derivarla del turismo masivo.

A los ámbitos que fotografía ha añadido retratos de personajes, buen número de ellos famosos en cuanto a aspectos y niveles de sus actividades, mismas que son también representativas de las identidades. Ya puede tratarse de Leonora Carrington que de Carlos Slim, del imprescindible Carlos Monsiváis de quien por desgracia nos despedimos el año pasado, de Guillermina Bravo o de Jacobo Zabludovsky.

Siguiendo en algún grado la moción que fue propia de Walter Reuter, también capta a nuestra gente, a veces de cuerpo entero, otras fragmentariamente o planteando su encuadre a lo lejos, sin que sea necesario que la integridad corporal aparezca completa.

En ocasiones, los personajes están de espaldas e incluso pueden aparecer sin cabeza, con el énfasis puesto en el vestuario, en la conformación corpórea, en el modo de mantenerse en pie, o, por el contrario, mostrando sólo su rostro, con la inteligente mirada fija en algo que está fuera del encuadre, tal y como sucede con el retrato de Don Álvaro de la Cruz López, cuyo oficio es de titiritero.

No establece jerarquías de enfoque respecto de las personas que retrata. Para él todas son representativas, en tanto los biotipos y sus entornos son ineludibles. La hermosa imagen de la señora Lara, con sus enseres domésticos ordenadamente alineados en una choza de Valle de Bravo, o el enjundioso rostro de Isidro de la Cruz Romero (un chamán) en Nayarit, son personas tan estudiadas en cuanto a entorno y enfoque como el arquitecto Ricardo Legorreta ante su escritorio, su fotogénico colega Teodoro González de León, o la siempre atractiva Tongolele (Yolanda Montes) rodeada de sus trofeos. Hasta donde sé, el libro fue presentado por Carlos Fuentes en Nueva York, y que él es uno de los entrevistados por la coautora del volumen, Suzanne Steines, revisora en unos casos y en la mayoría autora de las breves entrevistas hechas a los personajes públicos. El trabajo fue un equipo de pareja realizado sin fines de lucro.

Conocemos bien lo que significa revelar en términos fotográficos, eso es lo que hacía, con ayuda de Colette, su mujer, don Manuel Álvarez Bravo en su estudio y lo que sigue haciendo Graciela Iturbide. No es eso a lo que se refiere John Mack al utilizar el término revelar. Lo eligió para significar que él es el autor de esas revelaciones, en tanto es quien propone motivos que suponen de su parte un modo –si no totalmente inédito– sí muy peculiar de captar sus objetivos. Son fotos en blanco y negro y eso también concierne al término revelar, aunque estas no obedecen al procedimiento del revelado tradicional.

¿Qué ve el espectador en Revelando México? Un sinfín de motivos, desde la estrafalaria casa de reciente construcción en Tlaxcala, con las masas arquitectónicas invertidas en aras de ostentar una supuesta originalidad, hasta una vista urbana de Chihuahua, o la canasta de basquetbol frente a una desolada iglesia de bella fachada en Etla.

En el aspecto paisaje, conquista cultural que fue inicialmente de los pintores, y luego de los fotógrafos, Mack no privilegió las antiguas grandezas de nuestra arqueología ni tampoco abusó de los escenarios impresionantes, grandiosos, apabullantes, como las cumbres de los volcanes, la selva o los litorales agrestes. Hasta donde sé, las impresiones (conozco la mayoría) se exhibirán en sitios públicos de nuestra capital este mismo año.