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Hasta ahora lo único que he podido hacer son poemas, dijo el autor

Tras El torturador, la narrativa de Saúl Ibargoyen quedó seca
 
Periódico La Jornada
Sábado 8 de enero de 2011, p. 4

Poeta y narrador. Ningún conflicto tiene Saúl Ibargoyen en asumirse como bígamo literario. Si bien acepta que es por la primera faceta por la que más se le conoce, asegura que la segunda la ejerce con el mismo compromiso, pasión e intensidad.

Tanto así, que tras la escritura de su más reciente novela, El torturador, quedó aplastado, según sus palabras.Hasta ahora lo único que he podido escribir son poemas; la narrativa se quedó seca. A ver cómo recupero esa energía.

Esta obra, a su decir, es la más compleja que ha realizado en el terreno narrativo, lo mismo en contenido que en términos de exploración literaria: Al revisarla me di cuenta de que puse tantas cosas, tanto de mí, que quedé vacío.

Publicada por el sello Ediciones Eón, El torturador, según el autor, es una novela polifónica, de muchas voces; fuerte, un tanto oscura, que aborda el empleo de la violencia y el discurso del poder desde diferentes ángulos .

Lo anterior, mediante el laberíntico y siniestro modo de pensar y actuar de un antihéroe que habita en una urbe latinoamericana ficticia, una mezcla entre Montevideo, Uruguay y la ciudad de México del último tercio del siglo pasado.

Este libro nació más de un sentido de la realidad que de la literatura, en función de experiencias personales y colectivas de décadas recientes, señala en entrevista Saúl Ibargoyen.

Durante la plática, el también docente, editor, ensayista, traductor y periodista de origen uruguayo de 80 años afirma que la represión, la tortura y el resto de las expresiones autoritarias son temáticas que, en el caso América Latina, representan una especie de santas escrituras.

De allí que, como ocurre en otros de sus escritos, ubique a su nueva novela en esa línea de literatura doliente, propia de esta región del continente sobre todo en los años 70 y 80 del siglo XX, además de considerarla una especie de exorcismo personal de varias situaciones que sufrió en carne propia o a través de personas muy cercanas.

Presentada recientemente, en El torturador la realidad y la ficción se funden no sólo con el propósito de verificar o representar sucesos reales en torno del poder y sus excesos, sino para darles dimensión y trascendencia mayores, de acuerdo con el escritor.

Esta novelaimplica una reflexión sobre algo que es más que un tema. Es una de las modalidades de cómo se usa la violencia y su contenido ideológico, dice.

La violencia tiene un propósito, no se ejerce sólo porque la especie humana sea mala o le guste el morbo, la destrucción por sí misma; hay siempre una finalidad ideológica y política muy clara en torno de ella.

En el caso de este libro son varios los niveles de violencia retratados, y van desde la violencia de un Estado represor hasta la que practica un hombre con un pasado lleno de privaciones y dolor que se transforma en un profesional de la tortura al servicio del sistema.

Este es el torturador, un antihéroe o héroe negativo que hace cosas que nadie más puede hacer, y las hace con sentido de destrucción, de anulación del otro, comenta el escritor.

Es un héroe negativo, pero al fin y al cabo héroe, con iniciativa propia que va más allá de lo que le piden. Su camino de la violencia premeditada se convierte en una tesis intelectual de la tortura, con todo lo que tiene que ver con toda modalidad de autoritarismo.