Opinión
Ver día anteriorMartes 28 de diciembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los desaparecedores desaparecidos
U

na payasada dura el lapso que va del estallido de la carcajada a su desvanecimiento unos segundos después. Por ejemplo, la aparición de Diego Fernández de Cevallos.

El gobierno panista permitió al llamado Jefe que, una vez aparecido, permaneciera desaparecido por su propia voluntad, a preparar la aparición oficial. Con la grandilocuencia ranchera que siempre lo ha guiado, pensó en una aparición mediáticamente espectacular y resultó un acto que sólo le faltó la bola roja en la nariz.

Se aliñó muy pensadamente, vaya usted a saber con cuántos inteligentes asesores; se dejó una barba que tendría la función de que el respetable abriera la boca asombrado y apantalladísimo, e intentó fabricar un nuevo personaje para reincorporarse a la vida pública y política.

El gobierno panista lo balconeó publicando la fecha en que fue liberado (11 de diciembre), confesando al mismo tiempo que encubrió lo que seguramente fue una petición del propio Jefe. Con ese destape el Jefe comenzó a convertirse en jefecito: darle la oportunidad de decidir tiempo y forma de su aparición y hacer después un show perfectamente kitsch de principio a fin.

Así que entre el 11 y el 20 el jefecito se allegó todas las geniales ideas con las que haría esa aparición. Acaso, entre ellas, el manifiesto en tres partes que explicaría las razones de la desaparición. Muchas cosas comenzaron a volverse obvias velozmente. El jefecito era una desaparecido desde el principio y no un secuestrado. Aceptado así por el propio gobierno. Se aparece el 20 de diciembre, pero el gobierno de Calderón decide no encubrirle la fecha y forma decidida por el jefecito e informa que fue el 11 cuando fue liberado. Esto tuvo que decidirlo Calderón, y el jefecito fue gravemente disminuido con ese destape.

El manifiesto resultó también un documentito de izquierdismo light, salpicado de expresiones de Marcos y de AMLO, como lo percibiera inmediatamente Julio Hernández López.

El manifiesto no es, por supuesto, una proclama antisistémica, aunque sus autores digan de dientes para afuera que no les gusta la vía de las armas, aunque están dispuestos a tomarlas contra la injusticia. Para los desaparecedores, que continúan desaparecidos, y que uno empieza a sospechar que no van a aparecer, no existe el Estado, las clases sociales, la explotación obrera, la burguesía, ni nada de ese horrible lenguaje que irrita a los liberales. Se nos presentan como unos robinhoodes dispuestos a vivir en país de leyes que no sea un país de ricos y pobres. El documentito podría haber fingido mejor si al menos hubiera dicho: un país de unos cuantos ricos y un inmenso pobrerío.

El jefecito habló mucho con sus desaparecedores, dice. Parece sugerir que da la razón sobre la injusticia a sus amables captores, pero que, desde luego, él es un hombre de leyes; no puede estar de acuerdo con la violencia de las armas. Por ahí quería el jefecito ir dibujando su nuevo perfil.

El documentito habla contra la injusticia, y empieza con lo que parece una cita de Bertolt Brecht. Los desaparecedores ignoran que Brecht también dijo que las revoluciones se producen en los callejones sin salida. Bien harían estos suavecitos desaparecedores de anotarla entre sus citas citables, porque hace tiempo que en México los gobiernos panistas han estado creando, incansablemente, callejones por todas partes. Lo han hecho a golpe de desgobierno, de ausencia de oficio político, de desconocimiento supremo de la sociedad pobre mexicana, que es la mayor parte de la población.

El rotundo fracaso de la aparición del jefecito, por otra parte, está creando más turbulencias en el partido al que pertenece. El aparecido parece no haberse enterado de que el PAN cambió por un jefe que vive en Los Pinos, que ya mostró que le disgustó el acto teatral ranchero con el que el desaparecido apareció y que parece dispuesto a que el jefecito no vuelva a ser factor de decisión en las filas panistas. Ya veremos.

De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, el cambio radical de la estructura económica del mundo es un hecho sin retorno, y se construye vertiginosamente. Apenas en 2017 la economía del G-7 será del mismo tamaño que lo que empieza a llamarse los BRIC+3 (Brasil, Rusia, India, China, más Turquía, Indonesia y Corea del Sur). A los BRIC está sumándose Sudáfrica (cuyo mayor socio comercial es China). Esto aumentará el tamaño del conjunto. Y apenas en 2030 el G-7 representará 30 por ciento del PIB mundial y los BRIC+3 habrán alcanzado 40 por ciento. Esta será, absolutamente, otra economía mundial.

México está fuera de ambos grupos. Es el hecho y la tendencia de hoy. ¿Pero qué está haciendo el gobierno panista de cara a ese nuevo mundo? Absolutamente nada. Está ocupado con el jefecito, con los jefes de todas las bandas de delincuentes que pueblan el país. Está también muy ocupado creando callejones brechtianos que dibujan un futuro lleno de promesas: desdichas sociales continuas, subdesarrollo para la eternidad. Ojalá y el futuro de México no empiece a crearse en esos callejones.