Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 19 de diciembre de 2010 Num: 824

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HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Dos para Sampedro

Pavese a 60 años de su muerte
ANNUNZIATA ROSSI

Nota roja
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Miguel Hernández, perito en penas
RICARDO BADA

Si en Ferragosto una viajera...
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Dos para Sampedro

UN SALTO DE POESÍA
Jair Cortés

En 1926 César Vallejo publica un brevísimo texto titulado “Poesía nueva”, en donde hacía una clara referencia a las posturas vanguardistas que ganaban terreno en la literatura de Latinoamérica. En este escrito Vallejo toca un punto medular para la cabal comprensión de la creación poética:
Los materiales artísticos que ofrece la vida moderna han de ser asimilados por el espíritu y convertidos en sensibilidad. El telégrafo sin hilos, por ejemplo, está destinado, más que a hacernos decir “telégrafo sin hilos”, a despertar nuevos temples nerviosos, profundas perspicacias sentimentales, amplificando videncias y comprensiones y densificando el amor.

Así, el autor de Trilce echaba abajo toda una acumulación verbal que nutría aquella llamada “poesía nueva”, más interesada en aplicar términos novedosos que en proponer una nueva sensibilidad desde el poema.

Esa “nueva sensibilidad” podría leerse cincuenta años después en el libro Un (ejemplo) salto de gato pinto, del poeta zacatecano José de Jesús Sampedro (1950), en donde nos encontramos no ante un conjunto de poemas, sino en un espacio que busca construir un universo propio tendiendo puentes con su tiempo.


José de Jesús Sampedro. Foto: Alejandro Álvarez

La actualidad de este libro radica precisamente en ser, más que un retrato de su época, una asimilación plena de los elementos que la distinguieron: ideologías en crisis, nuevas velocidades verbales y un estado permanente de cambio. En “Ragtime”, el extenso poema en prosa que inaugura el libro, Sampedro nos dice: “poesía: sucede un reacomodo”. Este reacomodo es la base en la que el zacatecano establece su poética (dando continuidad a una retórica de las vanguardias de inicio del siglo xx, como la supresión de signos de puntuación, alteración de la sintaxis y una marcada adjetivación) para ir a la raíz del acto creativo: el reacomodo del mundo y sus referentes viene por medio de la palabra que permite la interacción con otros discursos, como el científico y el filosófico (Freud, Lacan, Marx), pues ya no sólo se trata de hablar de la vida sino de nosotros en la vida: “zarpa un tiempo de sorpresa/ traslúcida combinación de formas/ (salida de este acto: alusión directa al fundamento)”. El sacudimiento que experimenta el lector es total, la despersonalización del poema se combina con el establecimiento de diálogos con aquellas figuras que son una representación de la ruptura misma: Guillaume Apollinaire (quien también lo suponía), los Beatles (“escucho/ getting better/ continúa/ fixing a hole”), José Revueltas (“mona te quiere el mono en tu celda”), Vicent Van Gogh (“yo miraré desde aquí se lo prometo/ ni media palabra no hay poema/ prosiga usted”), Antonin Artaud (“luego yo tuve que escribir esto/ y usted se fue por ahí”) y André Bretón (“está en su biblioteca meditando”). Así el mundo en Un (ejemplo) salto de gato pinto se mueve en el tiempo, cambia de geografía como de verbos y “la transformación del mundo –primer objetivo– transforma también nuestra vida donde la poesía será al fin el centro”.

DOSFILOS Y EL FILO EDITORIAL
Ricardo Venegas

Proeza de convicciones es editar en este país una revista literaria, y más tratándose de celebrarle sus treinta y seis años con más de cien números como publicación independiente; Dosfilos, dirigida por el poeta José de Jesús Sampedro, es cita y referencia inevitable de la vida literaria en México; basta decir, parafraseando al poeta, ensayista y editor Juan Domingo Argüelles, que nació el mismo año que Tierra Adentro y que ambas han difundido, a lo largo de varias décadas, el trabajo de jóvenes escritores del interior del país acompañados de escritores con peso definitivo en la literatura mexicana; uno puede preguntarse cómo se funda una tradición editorial en un país de escasos lectores (¿de verdad vamos “hacia un país de lectores”?) y es también insalvable reconocer que las revistas literarias son las que le toman el pulso a la cultura; promover y difundir desde estos géneros como el ensayo, la narrativa, la poesía, las notas breves sobre múltiples temas, la música, el cine y la ecología ha distinguido a Dosfilos como una revista de constancia y persistencia en la que aparecen en portada, casi siempre, viejos rocanroleros, con los cuales podríamos encontrar pequeñas biografías a través de sus canciones; la virtud de Sampedro ha sido narrarnos la vida con música, que se traduce también a imágenes que ya son imborrables en el alma colectiva y en la individual; desde sus inicios y con las inquietudes de un grupo de escritores que en los sesenta querían editar su propia revista, Sampedro ha sorteado los diques inherentes a toda publicación: de la autonomía económica (patrocinada por los amigos y mecenas generosos de la cultura), hasta los malabares que un editor hace para completar su edición con textos, más que decorosos, de calidad; muchos que comenzaron como colaboradores en la publicación llegaron al reconocimiento: René Avilés Fabila y José Agustín lo confirman. Entonces las revistas literarias también han sido impulsoras definitivas de las nuevas voces en la República de las letras.

¿Qué hubiera ocurrido si no contáramos con el trabajo de editores que en nuestro país se ha dado, cómo pensar en nuestra tradición sin la Revista Moderna, en el “grupo de forajidos” sin Contemporáneos, en Plural y Vuelta sin Octavio Paz, en Tierra Nueva sin Alí Chumacero, en Taller sin Efraín Huerta, en Pájaro Cascabel sin Sergio Mondragón y Margaret Randall, en Juan José Arreola sin sus revistas Eos y Pan?

Es impensable descartar lo anterior para revistas como La risa de la hiena, Plan de los pájaros, Oráculo, La mandrágora, Alforja, El cocodrilo poeta, El poeta y su trabajo y Cantera verde, que dan continuidad a un camino pedregoso, pues la mayor de las veces se ignoran los avatares y el esfuerzo realizados para que una traducción, un poema o un ensayo llegara al lector en condiciones óptimas. Se trata, ante todo, de un amor obsesivo por la palabra impresa. Sampedro: Cuando el kilometraje marca los 100 mil, vamos por la segunda vuelta.