Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 19 de diciembre de 2010 Num: 824

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Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Dos para Sampedro

Pavese a 60 años de su muerte
ANNUNZIATA ROSSI

Nota roja
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Miguel Hernández, perito en penas
RICARDO BADA

Si en Ferragosto una viajera...
ESTHER ANDRADI

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Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

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EL MÉXICO QUE NO SE VA

RICARDO GUZMÁN WOLFFER


La derrota de los días,
Mauricio Carrera,
Gobierno del Estado de México,
México, 2009.

Dentro de la consolidada trayectoria literaria de Mauricio Carrera, esta novela viene a reafirmar la calidad del escritor multipremiado. Con una narrativa fluida y eficaz, la novela nos va llevando por la vida mexicana del siglo pasado, con el escritor José Revueltas como personaje inicial, para llevarnos por los caminos literarios y cinematográficos de la época. De paso, nos enteramos de los andares del propio Revueltas: desde sus andares por la penitenciaría de las Islas Marías hasta su aparición como guionista cinematográfico.

Con un desarrollo no lineal, Carrera muestra a Revueltas: su admiración por el hermano músico, muerto en una institución mental, y de quien busca infructuosamente que se haga una película. Sobre todo vemos la mirada de Pepe Revueltas sobre el México de entonces. Lo cinematográfico se muestra con una función social, de proyección nacionalista. Los productores se interesan por hacer filmes que retraten un proyecto de nación. Algo que directores como El Indio Fernández intentaron y lograron durante un tiempo: poner nombres y gestos en el imaginario colectivo que buscaba entender cómo habían llegado a ese México. Esa búsqueda es útil para revisar la historia y advertir, una vez más, que en muchos casos la realidad supera a la ficción: se plantea el director Rafael j. Sevilla hacer una película basada en el supuesto de que Maximiliano no fue fusilado en Querétaro, al haber huido de México previo acuerdo con Juárez, debido a la sepa masónica de ambos. En esa mirada fílmica de la historia se filtran las peripecias de los actores representativos de la época. Pedro Armendariz se hace de palabras con el director Gavaldón, quien le ordena que se arroje de un techo para filmar una escena; como Armendáriz no quiere hacerlo, éste lo reta: “Pues si eres tan hombrecito, échate tú.” Al saltar Gavaldón se rompe la pierna y Pedro le reclama con altavoz. Vemos un telón de la narración que por momentos se torna en el personaje mismo: la lucha entre escritores y su relación con el cine. Se narra el encuentro entre Federico Gamboa (autor de Santa) y de José Rubén Romero (autor de La vida inútil de Pito Pérez). Ambas obras fueron hechas película. Ante el saludo del segundo, el presuntuoso Gamboa se ufana de vivir “a costillas de una mujer… Santa”, a lo que Romero le revira: “Desde hace años me gano el pan con mi Pito…” Cabe suponer la admiración de Carrera no sólo por esas figuras del cine mexicano, sino por Revueltas y Jack London, de quien se filma El mexicano, por lo que entre los escritores London es motivo de discusión.

Revueltas plantea las dificultades de los escritores para vivir, en México, de la propia creación: al recibir el nuevo libro, se entristece por comprender que no tiene dinero para el regalo de la hija. Entre muchos otros temas, esta novela se desenvuelve con una fluidez disfrutable. Leer a Carrera resulta útil para comprender uno de los caminos actuales de la literatura mexicana.


LOCURA, DESGRACIA Y GRAN INSPIRACIÓN

RAÚL OLVERA


Historia de la locura en la época clásica,
Michel Foucault,
FCE,
México, 2009.

A caballo entre el estructuralismo y la postmodernidad, movimientos de los que en forma expresa se distanciara matizándose, Michel Foucault (1926-1984), fue un experto en la historia de los sistemas de pensamiento, la cátedra que ocupara en el Collège de France a partir de 1970, un campo de estudios situado en la frontera de varias disciplinas, como son la filosofía, la psicología, la historia de la medicina, la antropología cultural y otras. En su obra Historia de la locura en la época clásica (1964), que le valiera como tesis para doctorarse, el autor aborda el tema de la vesania desde la perspectiva del siglo XVIII en Francia, la época de la Ilustración. El antecedente inmediato del asilo de lunáticos durante el Medioevo fue, sin lugar a dudas, el leprosario. La exclusión del demente, su marcaje como asocial y las creencias populares de castigo divino asociadas con la enfermedad vinieron a proyectarse sobre los alienados con el trascurso del tiempo.

El declarar a alguien insano es ante todo un hecho social. Todo aquel que se sale de los cánones impuestos por el grupo se le considera una amenaza potencial, se le recluye y se intenta aplicarle una serie de medidas terapéuticas encaminadas a su reinserción en la sociedad que, en la mayor parte de los casos, resultan inútiles. De su dimensión social, intersubjetiva, la locura pasa a ser un hecho legal y médico. Las clasificaciones de la época distinguen a los melancólicos, los maníacos, los imbéciles y los hipocondríacos. El surgimiento de la casa de locos es paulatino. Del asilo de los leprosos convertido en hospital general se pasa propiamente a la institución de salud mental.

Hacia finales del siglo xviii, una de estas instituciones, sita en Charenton, expulsa a Donatien Alphonse François Marquis de Sade, argumentando que si bien se trata de un sujeto que sufre de una fijación peligrosa y debe mantenerse en prisión, no es propiamente un alienado. Años antes, fanáticos religiosos, sexuales y de toda laya, incluso con extrañas ideas científicas, eran recluidos bajo proceso sumario en una de aquellas casas. La definición de locura, como se conoce en la actualidad y desde el siglo xix, simplemente no existía. La senilidad, el retraso mental, el ser sordomudo o pordiosero eran signos suficientes para encerrar a alguien. Mérito del siglo xix y en particular del romanticismo, bajo el influjo de las ideas de Nietzsche, fue el de recalcar el papel original de la libertad que subyacía en algunas formas de la llamada sinrazón, recuperando una visión no ajena a la Edad Media y al Renacimiento. Historia de la locura en la época clásica propone una revisión cuidadosa de una serie de nociones que sólo han servido para discriminar a otros, privándolos de sus derechos más elementales.


EL TIGRE QUE PACO LLEVA DENTRO

JORGE MOCH


El retorno de los Tigres de la Malasia,
Paco Ignacio Taibo II,
Planeta,
México, 2010.

Polígrafo de múltiples registros, Paco Ignacio Taibo II es con sus biografías narrativas, sus ensayos, sus investigaciones y artículos periodísticos y un inagotable hontanar novelístico un lúcido acreedor de la conciencia colectiva de Hispanoamérica; un autor prolífico, capaz de contar la vida del Che Guevara o los claroscuros de la Independencia y la Revolución mexicanas, quitar el verdín al busto de Pancho Villa y hacer cruda disección, con novelas policíacas que reinventaron el género, de la vena de corrupción que mueve a México siempre. Y se da gusto un día y toma la estafeta de la mano de Emilio Salgari para platicarnos qué ha pasado a miles de kilómetros de todos nosotros y después de muchos, muchísimos años de aparente desaparición, de tantas muertes supuestas, de tanta leyenda sin fin con Yáñez de Gomara, de carne europea pero espíritu violentamente oriental y su hermano de batallas, el príncipe Sandokán. Qué fue de su emporio de corsarios, de sus empresas guerreras, de sus leales y sacrificados Tigres…

Taibo II suele decirse fascinado por esos locos magníficos de verbo que se hacen carne, la tinta de sus venas, la sangre con que fueron descritos como el príncipe malayo que salió de la pluma de Emilio Salgari, a quien Paco Ignacio descubrió cuando fue un niño enfermizo que padeció todas las dolencias infantiles posibles de la época, una tras otra que lo tuvieron felizmente postrado, leyendo enfebrecido las aventuras de los Tigres y Kammammuri y la bella Perla de Labuán. Muchos años después de esas lecturas confesará que la escuela interfería con su educación y escogió a Salgari como uno de sus maestros predilectos hasta hoy que se ha puesto a escribir con él, una más de las interminables, laberínticas aventuras, a pesar de muertes legendarias e inexplicables resucitaciones, de batallas ganadas con gallardía en medio de guerras perdidas, y obviando sobre todo el pesado cortinaje del olvido para resucitar en una novela espléndida, El retorno de los Tigres de la Malasia a esos que hace mucho dejaron de ser los cachorros del Príncipe despojado y vengativo para resultar viejos, leales guerreros que se reagrupan, se reencuentran, vuelven a la batalla aunque les pesen los años y los afectos, y Taibo ii añade personajes y mezcla a Sandokán con la Comuna de París y Federico Engels y un villano inglés y un valle perdido en una narración delirante que no pide ni da cuartel. Juega con la Historia, inventa leyendas, intercambia mitos, se pone al tú por tú con Salgari y confecciona con El retorno… una reivindicación que salda viejas deudas, de Paco como embajador de una nación de lectores, ante don Emilio con un elegante reconocimiento –decimonónico, me atrevo a decir porque Paco es un caballero– a lo que significaron los dislates del veronés en generaciones de quienes con él viajamos a recónditas regiones del mundo aunque a veces sus relatos detallaran despropósitos, cosas y animales imposibles. No importaron entonces ni ahora las desgranadas muestras de la imaginación sin límite de Salgari, su carencia de rigor científico y su falta a veces del sentido común que puede ser verdugo de una buena historia, porque casi todo en el mundo, y esta es la premisa de oro que sostiene el sagrario en la Historia de la Literatura que llenará siempre Emilio Salgari, es posible por absurdo que parezca y eso alimenta la ilusión y en la ilusión la esperanza. Lo deja claro Taibo II desde el principio, en un prefacio que titula Lo que no es: “… retorné al punto de origen, que no estaba en Borneo, Malasia o en la mítica e inexistente isla de Mompracem […] El punto de origen era Emilio Carlo Giuseppe Maria Salgari […] apoyándose en mediocres enciclopedias, malas geografías, desinformados diccionarios y en una soberbia, una maravillosa imaginación y una portentosa capacidad para fabular. […] ¿Entonces? Al modo salgariano, me dije: imaginación, malas enciclopedias y mucha inventiva; mediocres atlas y buenos personajes; anacronismos, abundantes dislates y más abundantes pasiones. No se trataba de investigar un mundo sino de reinventarlo.”

Porque todo es posible, diría quizá Salgari, en un libro de Taibo II. Y eso alimenta la ilusión, como ya dije, y en la ilusión la esperanza, que tanta falta nos hace, por cierto. Porque siempre deberemos anhelar, soñar, adivinar un Mompracem propio, tierra de libertad forjada en fuego y acero y voluntad solidaria del otro lado del horizonte, aunque esté lejos, allende la mar del desaliento.



Poema del poema,
Arturo Rivas Sáinz,
Ediciones Presente y Futuro,
Cuba, 2008.

“Breve y muy cuidada” es la obra poética del jalisciense Rivas Sáinz, según nos informa Hugo Gutiérrez Vega en el prólogo a este poemario de pequeño formato, que es el decimotercer cuaderno de la habanera Colección Centro. Fallecido hace un cuarto de siglo, además de poeta Rivas Sáinz fue profesor universitario, investigador y ensayista. Entre muchos otros, publicó los siguientes libros: El concepto de la zozobra, Fenomenología de lo poético, El estilo de Mariano Azuela y Verdades mentidas.



Ética para corruptos,
Óscar Diego Bautista,
Editoral Desclée De Brouwer,
España, 2009.


Ética pública y buen gobierno,
Óscar Diego Bautista,
Instituto de Administración Pública del Estado de México,
México, 2009.

De prolífico, sistemático y persistente puede calificarse al autor de estos dos libros, cuyos títulos hablan con elocuencia de la materia que abordan, y cuyos respectivos subtítulos abundan al respecto, como se lee en el primero de ellos: “Una forma de prevenir la corrupción en los gobiernos y administraciones públicas”, y en el segundo: “Fundamentos, estado de la cuestión y valores para el servicio público”. Dos citas, a manera de epígrafe, incluidas en Ética pública..., bastan para percibir el espíritu que anima a estas obras: una, de Max Weber, quien en El político y el científico afirma que “es a la ética a la que corresponde determinar qué clase de hombre hay que ser para tener derecho a poner la mano en la rueda de la historia”. La otra proviene de Los cuatro grandes libros de Confucio y dice, con claridad meridiana, que “lo más aborrecible es que se gobierne olvidando el bienestar de la gente”. Olvido, este último, en el que incurren un día sí y otro también los miembros de la extremadamente corrupta clase política mexicana, a la que le vendría estupendamente tener, y leer a fondo, un ejemplar de cada uno de estos ensayos, a ver si con ello de desasnan siquiera un poco. Bautista, el autor, ha sido profesor en la unam y cuenta con un doctorado por la Universidad Complutense de Madrid.