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Una pareja en Ascenso, en pos de las 14 ochomiles

No es adicción a la adrenalina; vivimos con intensidad: Bonilla

El 90 por ciento de accidentes en alpinismo ocurren en el descenso

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Badía Bonilla y Mauricio Pérez iniciaron su proyecto en 2004Foto Cortesía de los alpinistas
 
Periódico La Jornada
Miércoles 15 de diciembre de 2010, p. a15

La noche cayó en lo alto de la montaña Makalu, la quinta más alta del mundo, ubicada en el Himalaya, en la frontera entre Nepal y el Tíbet. Después de alcanzar la cumbre, una noche de mayo de 2004, Badia Bonilla y su esposo, Mauricio López, intentaban descender.

Subir a la cima es una proeza que puede costar 17 horas de esfuerzo, pero sólo es la mitad de la hazaña. Según estadísticas, 90 por ciento de los accidentes en el alpinismo ocurren al regreso.

La oscuridad y la nieve impidió a la pareja de montañistas mexicanos continuar con el descenso. A 7 mil 800 metros de altura, 31 grados bajo cero, 24 horas continuas escalando y sin alimentos ni bebidas, no tuvieron más opción que esperar a la intemperie la luz del amanecer. Eran la 11 de la noche.

Cuando las condiciones climáticas arreciaron, el matrimonio perdió las esperanzas de sobrevivir. Se despidieron con un abrazo y esperaron la llegada de la muerte blanca, que ocurre por la falta de oxígeno en alturas extremas. En lo que cabe –explicó Bonilla– es una muerte bonita, porque no hay dolor.

Yo pasé por esa experiencia mientras Mauricio buscaba la ruta. Lo esperé pero me sentía tan cansada, que no me di cuenta que me faltaba oxígeno y me quedé medio dormida. Sin dolor me empecé a morir, explicó la escaladora, mientras su esposo sufrió congelamientos graves y estuvo a punto de ser amputado de tres dedos del pie derecho.

Fue la quinta cima del matrimonio, como parte de un proyecto que nombraron Una Pareja en Ascenso, con el cual pretenden subir a 14 de las cumbres mayores de 8 mil metros.

Apenas el pasado primero de octubre conquistaron el Manaslu, la octava más alta del mundo. Lo hicieron sin oxígeno complementario y sin sherpas (habitantes de la región que sirven de guías).

Por cada pie conseguido (30 centímetros) en el reciente ascenso los patrocinadores de la pareja donaron un peso como parte de la campaña paralela Pies de altura en favor de los niños. Ayer, entregaron 26 mil 781 pesos a un instituto de asistencia pública, equivalentes a los 26 mil 781 pies de altura para llegar a la cima de Manaslu.

No es una adicción a la adrenalina lo que los llevó a emprender el proyecto Una Pareja en Ascenso, especificó Bonilla: Yo no me subo ni a la montaña rusa. No es el riesgo por el riesgo –aclaró–, sino vivir intensamente, conectarse más a la vida.

Ascender significa experimentar la filosofía de la montaña, entrenar, viajar, conocer culturas y personas. Si alcanzamos la cima es algo extra.

Ese es el otro riesgo en cada subida, relató Mauricio López: Quedarse en el intento. Él mismo lo experimentó en el segundo ascenso como pareja a más de ocho mil metros, en el Everest. López se quedó a 50 de la cumbre con las córneas congeladas por la falta de oxígeno y sólo pudo ser testigo de cómo su esposa alcanzaba la cima.

Tuve que pensar como un equipo de futbol, en el que no todos meten gol. Basta que uno lo haga para que gane el equipo, dijo López; Badia lo consiguió y yo me sentí feliz por eso. Decidí regresar porque nos agrada vencer retos, pero más nos gusta la vida.

Ellos reconocen que la rutina mata de aburrimiento a muchos matrimonios. Luego de vivir el riesgo cotidiano, los demás problemas les parecen poca cosa. Ambos ríen y se miran mientras hablan de la vida diaria, porque para ellos el matrimonio es el más amable de los riesgos.