Opinión
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Continuidad cultural

E

n el simposio Identidad a través de la cultura alimentaria, que tuvo lugar en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, Miguel Ángel Vales y Maira Fernández hicieron un recorrido por la alimentación en Cuba. Ésta tiene elementos taínos de origen arahuaco (Venezuela), que permanecen en la alimentación, las artes de pesca y los utensilios domésticos. Es interesante saber que hay más de 300 vocablos de origen arahuaco en el habla de los cubanos. También hay elementos siboneyes y caribes.

El conuco como unidad agrícola es de origen taíno. Ahí se cultivan yuca o mandioca, y batata o boniato (camote), entre otros productos. Con yuca se prepara el pan de casabe que es parte de la dieta cubana.

Otros ingredientes son la malanga cocida con mojo o en frituras; el arroz, los frijoles condimentados con comino, cebolla, ajo, y ají, el cerdo, y frutas como plátano, piña, mamey y guayaba. Los peces y mariscos también están presentes. La naranja agria se usa en diversos guisos.

La historiadora Johanna Broda y la bióloga Aurora Montufar presentaron una interesante ceremonia que tiene lugar en Temalacatzingo, Guerrero. Es una clara muestra de la pervivencia del amaranto como alimento sagrado. Ahí son fechas importantes para la petición de lluvia el 3 de mayo, día de la Santa Cruz, y el 25 de abril. Ese día se celebra a san Marcos y tiene lugar el Yalotépetl o subida al cerro. En la cima del cerro hay un tecorral y están representadas con piedras las montañas de México. Recordemos que en la cosmovisión indígena los cerros se identifican con el agua; ahí se forman las nubes y también los manantiales.

En el lugar el mayordomo hace ofrendas de comida; otros elementos son las cadenas de flores o xochicadenas de flor de cacaloxóchitl o flor de mayo. La ofrenda se sahúma con el humo del copal, presente en toda la ceremonia. Con masa de amaranto tostado y molido en metate, azúcar y agua, se hacen figuras de angelitos, de montañas y volcanes, de nubes y estrellas. También se forma una serpiente con dientes de maíz y ojos de frijol. Niños y jóvenes se atavían con coronas de ahuehuete; en una mano llevan una de las figuritas de amaranto.

Bernardino de Sahagún, Diego de Durán y otros cronistas registran figuras de amaranto muy similares a las descritas; además hay amaranto en ofrendas arqueológicas a Tláloc. El Yalotépetl es así, una evidente muestra de continuidad cultural; forma parte del rico patrimonio espiritual o intangible que pertenece a los mexicanos y a la humanidad. Cualquier intento de utilizar estas expresiones fuera de contexto o con fines mercantiles, lesiona nuestra más profunda identidad.