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Este mes salió otro libro que contiene, entre otros documentos, fotocopia de su acta de divorcio

Jamás habrá otra Marilyn, pero su culto seguirá produciendo millones

Es la mujer de la que más se ha escrito en la historia, superando a Isabel I, María Estuardo, Eleanor Roosevelt y Florence Nightingale juntas

En Amazon existen casi 13 mil productos con su nombre

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Una mujer observa un retrato de Marilyn, realizado por el fotógrafo Richard Avedon, el cual forma parte de las más de 60 imágenes del artista de la lente que serán subastadas hoy por la casa Christie’s, en ParísFoto Reuters
The Independent
Periódico La Jornada
Sábado 20 de noviembre de 2010, p. 8

Si Marilyn Monroe viviera, su próximo cumpleaños sería el número 85. Uno no puede dejar de preguntarse qué haría ahora. ¿Habría participado en esa horrible escena de boda gay en Sex and the City 2? ¿Habría sido amarrada para el papel de Ida Blankenship, la vieja y antipática secretaria de Don Draper? ¿O tendría la gracia de convertirse en una reclusa que viviera con una combinación de fármacos en Pasadena?

Este mes salió un nuevo libro sobre Monroe. Es de tapa dura, a colores, se vende en 35 dólares y no trae nada que no sepamos ya. Su argumento de venta es que contiene un paquete de documentos facsímiles removibles. En otras palabras, unas cuantas fotocopias: acta de divorcio, recibos de hotel, boletos de avión y hasta una licencia para su perro.

Existen en Amazon casi 13 mil productos que llevan el nombre de Monroe, y conforme se acerque el 50 aniversario de su muerte, en 2012, de seguro será como una bola de nieve. Hace poco conocimos otra biografía definitiva: The Secret Life of Marilyn Monroe, de J Randy Taraborrelli, y en septiembre, The Final Years of Marilyn Monroe, de Keith Badman, que una vez más especula sobre la causa de su muerte. El mes pasado se publicó Fragments, colección de meditaciones literarias escritas por la propia bella mano de Marilyn. Y también más fotos inéditas, por cortesía de Brian Wallis, en Marilyn, August 1953: the Lost Look Photos. Increíble la cantidad de cosas jamás vistas que andan por allí. Marilyn adorna la portada de la más reciente edición de Vanity Fair, menos de dos años después de su aparición anterior. Ni la princesa Diana de Gales, que no llega aún a 15 años de fallecida, recibe esa clase de tratamiento en Gran Bretaña.

Andrew O’Hagan, escritor escocés que hizo su propia contribución al archivo Monroe en mayo, con la publicación de The Life and Opinions of Maf the Dog and of his Friend Marilyn, donde relata los últimos años de Monroe desde el punto de vista de su perro, comenta: Marilyn Monroe es ahora la mujer de la que más se ha escrito en la historia. Se ha publicado más de ella que de Isabel I, María Estuardo, Eleanor Roosevelt y Florence Nightingale juntas.

La pregunta obligada es: ¿por qué? Tuvo algunas buenas actuaciones, claro, en particular Una Eva y dos Adanes y The Misfits (Vidas rebeldes), pero como actriz lo más que se puede decir de ella es que cubría una gama limitada de personajes.

“Monroe no era una actriz seria –señala David Thomson, crítico e historiador fílmico estadunidense–.Se dice que quería tener papeles maravillosos y que Lee Strasberg (maestro de actuación) la consideraba una gran actriz. Yo no lo creo. En realidad no me parece que fuera capaz de decir más de una línea o dos cada vez.”

Difícil e impredecible

Y, como todos sabemos, era un lío trabajar con ella. Billy Wilder, quien la dirigió en Una Eva y dos Adanes, la tildó de difícil, impredecible y estorbosa. En su último filme, Something’s Got to Give, que no se completó, ella se apareció sólo en 12 de los 35 días de rodaje, alegando sinusitis, pero aun así se las arregló para volar a Nueva York a cantarle el Happy birthday al entonces presidente John Kennedy.

“Si viviera sería una ruina humana y su carrera se habría detenido hace años –sostiene Thomson–. No habría sido una buena actriz de edad madura; no era una Katharine Hepburn o una Meryl Streep. Es horrible decirlo, pero la muerte temprana es fantástica para una carrera. Por eso la enorme leyenda ha perdurado.”

La época puede ser una clave. Nuestra persistente obsesión con Marilyn debe mucho a que trabajó en un mundo más amable, cuando los medios todavía no se dedicaban a meter la nariz en todo. A ella jamás la hubiéramos visto aspirando cocaína, como ha ocurrido recientemente con Lindsay Lohan.

“Aún había mucha censura en su tiempo –explica Thomson–. Hubo un momento en la historia del cine en que lo importante era el deseo, no el sexo. Si se hubiese filmado una sola escena de Monroe desnuda, teniendo sexo, su leyenda no existiría.”

Por supuesto, la leyenda tiene mucho que ver también con el dinero, y para quienes poseen los derechos es casi una licencia para imprimir todo. Cuando Marilyn murió, dejó casi todo a su querido amigo Strasberg con el deseo de que lo distribuyera entre mis amigos, colegas y aquellos a quienes me he dedicado. En vez de eso, Strasberg guardó los bienes en un almacén y los heredó a su viuda Anna, quien Monroe nunca conoció. Anna reconoció la mina de oro y permitió que la imagen de Marilyn se usara en una miriada de productos: encendedores, vodka Absolut, máquinas tragamonedas y hasta trajes para mascotas. En 1999, en lo que muchos fans ven como la traición final a la memoria de la actriz, Anna puso todo en subasta en Christie’s de Nueva York. El vestido de lentejuelas que Marilyn llevaba puesto cuando le cantó a Kennedy se vendió en 1.2 millones de dólares, y el lote completo le dejó a Anna 13.4 millones.

“Esa venta fue la mayor locura –comenta O’Hagan, que estuvo presente–. Las personas se atropellaban. Yo estaba junto a Tommy Hilfiger, quien sudaba de excitación con la idea de comprar unos jeans que Marilyn se puso durante dos horas en The Misfits. Para Tommy esos jeans, que iba a colgar en el muro de su departamento en el Upper West Side, simbolizaban el siglo XX. Era una emoción de proximidad parecida quizás a la que personas de hace 200 o 300 años atrás sentían ante un Rembrandt o un Van Dyke auténticos.”

Muchas celebridades compran esos recuerdos de Monroe con la esperanza de que algo de la magia se les pegue. Si vieran mi casa, tengo muchas cosas de Marilyn, dijo Lohan. Anna Nicole Smith planeaba ser la próxima Marilyn Monroe pero, después de que sus portadas de My Heart Belongs to Daddy y Diamonds are a Girl’s Best Friend no la llevaron adonde esperaba, hizo lo que parecía la mejor alternativa y alquiló la casa donde murió la actriz. Es como si esa noción de Andy Warhol de los 15 minutos de fama hubiera rebasado la razón humana para convertirse en algo más, donde estar cerca de las pertenencias de una estrella famosa fuera el verdadero sentido del arte de finales del siglo XX, comenta O’Hagan.

Otras no se molestan con los objetos de culto y sólo tratan de ser como ella. Madonna lo intentó durante años y su video de Material Girl es un homenaje declarado a Los caballeros las prefieren rubias.

Inocencia, peligro y sensualidad

Hay otras, como Christina Aguilera y sus intentos por adoptar ese glamur de vieja escuela hollywoodense que distinguía a Monroe, o Scarlett Johansson, que parece haberse pasado la vida ensayando para ese papel. O Megan Fox, favorita de las revistas para caballeros, que se esfuerza por proyectar un poco de Marilyn con un tatuaje de la estrella en su antebrazo.

Pero no tienen esperanza. Alguien debería decirles que esa mezcla de mirada inocente, descarada sensualidad y esa sensación de peligro que da estar asociada con la mafia y los Kennedy es sencillamente irrepetible.

Así, mientras empieza el rodaje de un nuevo filme sobre la estrella, My Week with Marilyn, con Michelle Williams, y continúan los pleitos por los derechos de la imagen de Monroe, el dinero sigue fluyendo. Un caso del año pasado ilustra el peor aspecto de esta manía: Elsie Poncher, una viuda de Los Ángeles, subastó por eBay la cripta ubicada exactamente arriba de la que ocupa Marilyn. Ponchet ofrecía al mejor postor la oportunidad de dormir por toda la eternidad con el símbolo sexual favorito de Hollywood. La puja se detuvo en 4.6 millones de dólares.

“Nuestra obsesión durará largo tiempo –concluye Thomson–. En estos días ya no creemos en las estrellas de la misma forma. Somos demasiado cínicos. La celebridad se ha impuesto al estrellato, y las celebridades tienen un factor interno de autodestrucción que significa que siempre acabarán por implosionar o consumirse. No hay nadie que le llegue siquiera cerca a Marilyn Monroe, ni creo que lo haya jamás.”